La economía del comportamiento estudia la forma en la que se mueven los consumidores, los inversores y el mercado. En ella, el papel de la psicología es muy importante.
La economía del comportamiento se encarga de entender y estudiar el comportamiento humano. Se basa en la parte experimental de la economía tradicional y aplica la investigación científica al conocimiento social, humano, cognitivo y emocional, para así comprender las decisiones y analizar sus posibles repercusiones.
La publicación del libro “Un pequeño empujón” (2008), escrito por los profesores universitarios Richard Thaler y Cass Sunstein, marcó un antes y un después en el estudio de la economía del comportamiento. En dicha obra, los autores introducen el concepto de “nudge” o “impulso”: una intervención que pretende ayudar a las personas a mejorar su comportamiento, sin restringir en ningún momento la capacidad de elección de las mismas.
Los impulsos se pueden aplicar a casi cualquier situación, desde la recaudación de impuestos hasta las decisiones sobre cómo alimentarse. Siguiendo esta idea, en el Reino Unido se dispuso –por ejemplo– que al lado de las cajas en las tiendas para escolares se coloque fruta en lugar de chocolates, caramelos y otros dulces (no es casualidad que estos artículos se ubiquen allí en los supermercados). Esta sencilla intervención fue suficiente para mejorar los habitos de alimentación de los estudiantes.
El Banco Interamericano de Desarrollo (BID), destaca que las intervenciones basadas en economía del comportamiento pueden ser potentes herramientas de bajo costo para ayudar a los gobiernos de América Latina a mejorar sus políticas públicas al tomar en cuenta la forma en que la gente toma decisiones.
“La forma en que la gente toma decisiones no siempre es racional, aun cuando tienen información suficiente. Con contribuciones de la psicología, la economía del comportamiento incorpora la idea de que todos tenemos sesgos del comportamiento cuando tomamos decisiones, y que algunos de esos comportamientos se pueden cambiar. Incorporar esta visión más realista al diseño de políticas públicas puede volverlas más efectivas. Para orientar las decisiones de la gente en direcciones que mejoren sus vidas, los gobiernos pueden darles a los ciudadanos un pequeño empujón o “nudge”, al presentar los temas de cierto modo, sin prohibir ninguna opción”, señala Carlos Scartascini en la web del BID.
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