El resultado de esta investigación ayudará en el futuro para que los astronautas no pierdan masa durante su estancia en el espacio.
Unos ratones modificados genéticamente regresaron de la Estación Espacial Internacional (ISS por sus siglas en inglés) tras meses de estancia conservando el doble de su masa corporal y con "super músculos".
Durante noviembre, investigadores enviaron 40 ratones negros hembra jóvenes a la ISS a bordo de un cohete de SpaceX. A ellos se les eliminó genéticamente la proteína miostatina que limita el crecimiento muscular. El grupo estuvo dirigido por el Dr. Se-Jin Lee del Laboratorio Jackson en Connecticut.
Tras meses de espera, los animales han regresado al planeta con aproximadamente el doble de masa de músculo que los ratones normales. Los investigadores esperaban aprender cómo la microgravedad afecta a los cuerpos en el espacio, particularmente cuando se trata de atrofia muscular y pérdida ósea, riesgos que significan que los astronautas deben pasar una cantidad considerable de su tiempo trabajando a bordo de la ISS.
De los 40 ratones, 24 perdieron una considerable masa corporal y ósea de hasta 18%, como sucede comúnmente con los astronautas. Sin embargo, ocho de ellos fueron modificados para ir con el doble de masa corporal, reteniendo la mayor parte de ella tras su regreso en enero. Sus músculos parecían ser comparables a "ratones poderosos". Además, ocho ratones normales que recibieron el tratamiento en el espacio regresaron a la Tierra con músculos dramáticamente más grandes.
"Demostramos que apuntar a esta vía de señalización tiene efectos beneficiosos significativos en la protección contra la pérdida de músculo y hueso en microgravedad", escribieron los investigadores en su artículo publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences.
Con este estudio, se espera lograr desarrollar un tratamiento que mejore las condiciones de los astronautas en el espacio exterio. ”Estamos a años de distancia. Pero así es siempre cuando se pasa de los estudios con ratones a los estudios humanos”, explica Emily Germain-Lee, co-autora del estudio. Los astronautas de la NASA Drew Morgan, Christina Koch y Jessica Meir, que participaron en el experimento mientras estaba en la estación espacial, se incluyen como autores e investigadores del estudio.
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