La Unión Europea impulsa el programa Copernicus que mide la polución en tiempo real y permite prevenir incendios e inundaciones.
La contaminación atmosférica y el derretimiento de los glaciares provocan grandes cambios en las condiciones climáticas y biológicas de nuestro planeta. Para enfrentar y luchar contra los efectos perniciosos de este flagelo, la Unión Europea (UE) ha impulsado el proyecto Copernicus, que tiene por objeto vigilar el estado del medio ambiente, el mar y la atmósfera terrestre.
Esta iniciativa, gestionada por la Comisión Europea en colaboración con la Agencia Espacial Europea (ESA), es un complejo conjunto de sistemas que recoge datos de múltiples fuentes, como satélites de observación dotados de sensores, que procesan y proporcionan miles de datos a los usuarios.
"El cambio climático es un problema global; por eso los datos abarcan todo el planeta", dijo Juan Garcés, director del Departamento de Servicios de Copernicus, que cita el diario español El País. El investigador define el proyecto como el más ambicioso que se ha creado nunca sobre la observación de la Tierra.
Satélites y uso de la información para las políticas públicas
Copernicus cuenta con seis tipos de satélites para la vigilancia terrestre, oceánica y atmosférica del globo terráqueo. Los datos aportados están disponibles de forma gratuita. A partir de ellos, se pueden llevar a cabo políticas ambientales para tomar decisiones clave a nivel local, regional y mundial en situaciones de emergencia, tales como desastres naturales o crisis humanitarias.
La Unión Europea usa las informaciones que proporciona el proyecto para gestionar y decidir sus políticas medioambientales. Pero Copernicus, además de ser una herramienta para mejorar la calidad del aire, también puede contribuir enormemente a la estrategia para la expansión económica y el empleo, ya que, por ejemplo, hace seguimiento de cómo evolucionan las ciudades y el crecimiento de las cosechas.