El fundador de Al Este advierte sobre la crisis creativa del cine, el impacto de los algoritmos y la necesidad de proteger la memoria audiovisual en Perú.
¿Qué queda del cine si todo es predecible? Esa es una de las preguntas que se hace David Duponchel, fundador del Festival de Cine Al Este, que este año celebra su edición número 16 en Lima. Conversamos con él sobre el rol del espectador en tiempos de la inteligencia artificial, el auge de las plataformas digitales, la urgencia de preservar la memoria audiovisual y los riesgos de una cultura basada en la repetición, entre otras cosas.
“Podrías pedirle a una IA una película en el estilo de un director, con una historia que te represente, ambientada en el sur de Argentina. Y la tienes. Más ves eso, más quieres lo mismo. Es la reiteración de las cosas, como el fast food. Más lo comes, más lo buscas”, comenta en entrevista con RPP.
Al Este cumple 16 años en Perú
Desde su llegada a Lima en 2009, el Festival Al Este se ha consolidado como una de las plataformas más activas para el cine independiente, experimental y de autor. Nacido con un foco en Europa del Este, ha ampliado su alcance hacia Asia y Latinoamérica, generando un espacio de intercambio cultural único.
“Cada año es una nueva aventura. Intentamos siempre reinventarnos, captar la atención que hay sobre el cine contemporáneo y ofrecer un espacio de diálogo con el público en el que puedan sentir cómo ha cambiado el mundo", señala Duponchel.
El Festival Al Este comenzó el 3 de junio y continuará con funciones hasta el lunes 16 de este mes. Se han programado más de 80 películas que se proyectarán tanto en Lima como en regiones, además de una selección disponible en formato digital, a través de la plataforma Elekran. La programación incluye títulos multipremiados en certámenes clave como Berlinale, Cannes, Venecia y otros festivales internacionales.
¿El cine está en peligro?
Duponchel no dramatiza, pero tampoco minimiza el contexto. Observa con preocupación cómo el cine corre el riesgo de perder su esencia ante el dominio de secuelas, remakes y live-action. “No sé hasta dónde van a ir con el reciclaje, porque hay un gran reciclaje. Hay menos creación, quizás, que en los años 80, 90”.
Y no se trata solo de lo que se produce, sino de un problema más profundo, que conecta con la manera en que las sociedades acceden a su memoria y cultura. “Pareciera que estuviéramos viviendo una radicalización. El cine es importante para la construcción de la memoria, del pasado. Un pueblo sin pasado puede desaparecer... y el cine se hace con plata”.
Sin imágenes, todo puede ser manipulado
En un año preelectoral, en un continente convulsionado, Duponchel insiste en la necesidad de cuidar el archivo audiovisual como herramienta para pensar el futuro. “Las películas de hoy son el pasado de la generación de 2050. Entonces hay que conservar todas estas películas. Si perdemos estas imágenes, abrimos la puerta a la manipulación del pasado. No podría imaginar vivir sin pasado”.
Por eso lamenta que el Perú aún no tenga una cinemateca nacional. “Cada país de Sudamérica tiene una. El Perú tiene una tradición quizás más antigua. Se han restaurado películas de Armando Robles Godoy, pero también se han perdido películas enteras. Las hechas durante el gobierno de Velasco, por ejemplo, han desaparecido. La memoria no es un storytelling. Es algo que te hace pensar”.
¿Cuál es el reto del cine?
Duponchel reconoce que las salas han perdido terreno frente a las plataformas, pero cree que aún pueden reinventarse. “Las salas de cine tienen que reinventarse para que el público regrese, porque las plataformas han dado un golpe tremendo. Tienen películas que acaban de estrenarse. No sé qué pasará en cinco años”.
Aun así, se mantiene optimista. “Cada año es una nueva aventura. La sociedad ha cambiado en los últimos 15 años, estamos en un mundo muy diferente y tenemos varias secciones que reflejan estos cambios. A nivel de producción es siempre difícil, pero es una aventura humana extraordinaria. Hemos construido una comunidad que gusta ver el mundo a través de nuestra mirada”.
Para él, entrar al cine es más que ver una película. “Quizás no te cambie la vida, pero modifica tu punto de vista. Te permite conocer al otro. A mí me encantaría ver una película de Kazajistán, por ejemplo, y ver qué pasa ahí, cómo habla la gente, la sonoridad de su idioma, su sensibilidad”.
Y cierra con una invitación: “Hay que ser curiosos, arriesgarse a ver cosas que quizás no podrían ver en ningún otro festival”.
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