La última encuesta publicada por el Instituto de Estudios Peruanos (IEP), ha generado bastante ruido en el ambiente político-electoral. Confirma el despunte de Yonhy Lescano. También reafirma el desplome de los abanderados del centro, Guzmán y Forsyth. A su vez destaca el estancamiento de las candidatas Mendoza y Fujimori. Por otra parte, ratifica una peligrosa tendencia a la fragmentación en el Congreso, lo que dificultaría de sobremanera la gobernabilidad del país a partir del 28 de julio del 2021.
Empero, desde mi perspectiva, lo más llamativo del estudio del IEP es la sustancial subida del candidato Rafael López Aliaga (RLA), del partido político Renovación Popular. De acuerdo con este centro de investigación, RLA ha pasado de un insignificante 0.2% en diciembre 2020 a 2.4% en enero. En febrero salta a 7.6%, un incremento de 5.2 en apenas un mes, el mayor crecimiento de todos los candidatos en la contienda.
De acuerdo con IEP, el perfil del elector de RLA es mayoritariamente masculino y limeño, de 40 años de edad o más, de nivel socioeconómico A/B y con educación superior. En contraste, tiene menor aceptación en el ámbito rural, con las mujeres y en el sur del país. El 8% de los encuestados considera que llegará a segunda vuelta, un incremento de 6% en relación con el sondeo del mes pasado. RLA declaró en una entrevista con RPP que quiere ser como el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro (JB).
Empero ¿Cuáles fueron los principales factores que llevaron a Bolsonaro a la presidencia de su país? Salvando las distancias ¿son replicables en el Perú? Es importante señalar que estos factores no deben leerse como segmentos estancos, todo lo contrario, se tocan, se influyen y refuerzan entre sí. Veamos.

El investigador del Colegio de México Juan Cruz Olmeda, señala como primer variable un discurso alejado de lo “políticamente correcto”. Vale decir las frases homofóbicas, misóginas y racistas de Bolsonaro reforzaron y consolidaron su candidatura, en lugar de debilitarla ¿Por qué? Según este investigador mexicano, las posturas “políticamente incorrectas” fueron percibidas como un signo de autenticidad, que diferenciaba a JB de toda la clase política tradicional brasileña.
Otro factor clave, tal vez el más importante, es el profundo desencanto que tienen los brasileños con su clase política y con los resultados que ha dado la democracia. Por ejemplo, de acuerdo con Latinobarómetro 2018, el 41% de los brasileños declaró que era indiferente que en el país existiera un régimen democrático o uno autoritario. Al mismo tiempo, 90% de los entrevistados consideraban que el país estaba gobernado por unos cuantos grupos poderosos, en detrimento de las reales necesidades del pueblo.
Una tercera variable es la corrupción generalizada. No se puede entender el fenómeno JB sin tomar en consideración Lava Jato. Dicho escándalo fue un tsunami que arrastró a prácticamente todas las instituciones del país, tanto públicas como privadas. Además, descubrió una red de intrincados que terminaron con el expresidente Lula da Silva en la cárcel, y con la plana mayor de los partidos políticos más tradicionales (PT, PSDB, MDB) seriamente comprometidos en casos de corrupción.
Un cuarto elemento para considerar es el recrudecimiento de la violencia, la cada vez mayor presencia del narcotráfico y la incapacidad del Estado brasileño para controlar ciertas zonas del territorio. Ante esta situación, la respuesta de Bolsonaro fue proponer que los ciudadanos pudieran portar armas y defenderse ellos mismos ante los delincuentes. De igual modo, manifestó que, en su gobierno, se ampliarían las capacidades de las fuerzas policiales para actuar sin restricciones. Bolsonaro argumentaba que limitar el uso de la fuerza, solamente beneficiaba a los delincuentes.
Finalmente está el elemento religioso. En este aspecto Bolsonaro también encontró terreno fértil. Los poderosísimos movimientos evangélicos compartían la idea de que la “decadencia moral” de Brasil se debía en muchos casos, a las posturas progresistas impulsadas por el Partido de los Trabajadores. Bolsonaro y estos movimientos mostraban firme oposición a despenalización del aborto y al reconocimiento de los derechos de los ciudadanos LGTBI. Señalaban que la “ideología de género” ponía en riesgo los valores morales tradicionales asociados con la familia brasileña.
A manera de conclusión, podemos señalar que la aparición de este tipo de candidatos es la consecuencia de fuerzas sociales muy profundas que manifiestan su indignación ante un sistema violento, excluyente, injusto, desigual, discriminador y carcomido por la corrupción. En épocas de desesperación, es fácil caer en el canto de las sirenas. Ante este escenario límite, los verdaderos demócratas tienen el deber de ofrecer un cambio de 180 grados, pero con alto sentido de responsabilidad, colocando ahora sí a la persona en el centro de toda la política pública.
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