Conservadora del Museo de Alta Gracia de Córdoba señala que se invisibilizó a los afrodescendientes argentinos tras la gran migración europea del siglo XIX.
Argentina es un país mayormente conformado por los descendientes de inmigrantes europeos que llegaron al país del Plata en el siglo XIX que se sumaron a los parientes de los conquistadores españoles. Se trata entonces de un país “blanco”. Pero Mónica Risnicoff de Gorgas, conservadora del Museo Nacional Estancia Jesuítica de Alta Gracia y Casa del Virrey Liniers, ubicado en Córdoba, Argentina, señala que en la época colonial existía una abundante comunidad de africanos “esclavizados” de quienes se dijo desaparecieron en su totalidad durante las guerras de la emancipación. Es decir que ese país llegó al siglo XX sin afrodescendientes.
“Tras una serie de investigaciones, descubrí que en esta estancia (hacienda) vivieron 300 africanos esclavizados quienes definitivamente contribuyeron a la cultura argentina mediante sus costumbres que persisten hasta hoy en lo relativo a la gastronomía, la danza y la música, solo por mencionar tres factores. Estas personas fueron captadas por los jesuitas, quienes en esos años tenían a su cargo la finca pero todos sus aportes se volvieron invisibles cuando el país se “blanqueó” a partir del siglo XIX. Y aunque se sabía de la existencia de colonias de esclavizados en los años de la Colonia, de ese tema no se volvió a hablar más”, señala.
Risnicoff de Gorgas reseña que los jesuitas coloniales no podían emplear la mano de obra de los nativos debido a un impedimento autoimpuesto por lo que optaron por los hombres y mujeres que llegaron de Angola mayormente.
Se calcula que 60 millones de africanos fueron enviados a América, de los cuales sólo llegaron con vida doce millones. Esa población ingresó al Cono Sur a partir de 1596 a través del puerto de Buenos Aires primero, y de Montevideo después, y fueron enviados principalmente a las ciudades del noroeste, entre ellas Córdoba.
“La comunidad de africanos era numerosa y sus etnias diversas. Cada una de ellas tenía sus propias costumbres e idiomas pero pronto se reunieron y para poderse comunicar adoptaron el quechua como lenguaje unificador. Y pese a haber sido invisibilizados, han dejado en los argentinos actuales una serie de características como el hecho de comer mondongo, el uso del tambor y hasta el baile. Cabe señalar que el tango, que acaba de ser declarado patrimonio cultural de la humanidad, tiene componentes africanos”, indica.
En 1778 la población africana y sus descendientes constituían el grupo étnico mayoritario, alcanzando un 54% de la población de la provincia de Santiago del Estero, el 46% en la provincia de Salta, el 44% en la provincia de Córdoba, el 42% en la provincia de Tucumán, entre las zonas más pobladas del virreinato, y el 30% en la ciudad de Buenos Aires. Las culturas africanas influyeron sobre la cultura argentina en aspectos como el lenguaje, las organizaciones solidarias, la alimentación, el arte, las creencias religiosas, etc.
En 1994, la Unesco lanzó el Proyecto “La Ruta del Esclavo” a propuesta de Haití. Se trata de un programa intersectorial y transdisciplinario que apunta a romper el silencio sobre la esclavitud, poner de manifiesto las transformaciones sociales que se produjeron, la interacción cultural que generó la trata de esclavos y contribuir a la cultura de la paz y la coexistencia pacífica entre los pueblos.
Mónica Risnicoff de Gorgas ha trabajado el tema en la zona del Río de la Plata, Uruguay y Paraguay. “Es innegable la influencia de nuestra tercer raíz (las otras dos son la autóctona y la europea) en la vida de los habitantes de nuestro continente. Incluir a la Argentina en “La Ruta del Esclavo” será un reconocimiento a la contribución de los afroargentinos a nuestra cultura”, finaliza.
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