A propósito de la reedición de 'El descuartizador del Hotel Comercio y otras crónicas policiales', presentada en la FIL Lima 2022, conversamos con el periodista Luis Jochamowitz sobre el mal en la literatura, su método de investigación, entre otros temas.
Del otro lado de la videollamada, cubierto por un contraluz y el humo de su cigarro, Luis Jochamowitz confesó que "El descuartizador del Hotel Comercio", la crónica que da título al libro que acaba de ser reeditado por Planeta y presentado días atrás en la FIL Lima 2022, es la que menos le gusta. "Pero es la más sonora, la más de titular", dijo a RPP Noticias.
Muy a pesar de su modestia, sin embargo, esta pieza periodística, junto con las más de veinte reunidas en el volumen, se han convertido con el tiempo en crónicas de cabecera para estudiantes de periodismo. Porque muchas cosas se aprenden leyendo los textos de Jochamowitz, y también escuchándolo hablar, entre las pausas de un cigarrillo con otro, sobre el policial como género o la lucha contra el tiempo para hacer periodismo de calidad.
Las crónicas policiales de "El descuartizador del Hotel Comercio" fueron escritas en una época en que su autor todavía no se abandonaba al azar de la hemeroteca, sino cuando la frecuentaba con el propósito de hallar historias que merezcan rescatarse. "Yo iba como cualquier investigador a buscar un tema, tenía algunas pistas. En 'Caretas' había la colección completa de 'Variedades', donde habían crímenes, y allí ya había una fecha, por lo menos la semana", explicó.
Parte de su trabajo, después de todo, ha consistido en darle la contra a aquella frase que soltara una vez Jorge Luis Borges en conversación con Ernesto Sábato: que un diario se escribe para el olvido.
En "El descuartizador del Hotel Comercio", la crónica que da título a tu libro, hay un pasaje que me parece perturbador: la atracción femenina por el asesino. A Genaro Ortiz le escriben cartas, lo defienden. ¿Cuán fuerte es el imán del crimen para nosotros?
Ese nivel de atracción por el criminal, que es diferente al crimen, es un poco psiquiátrico o de explicaciones más individuales en cada caso. Con Joran van der Sloot hubo algo semejante. Entonces debe ser un fenómeno que no es tan extraño. Pero la verdad, no lo sé. Es más, yo no tomaría al pie de la letra todo lo que digan los periódicos de esa época, porque yo sospecho que llenaban cosas cuando los casos eran atractivos. Escribían unas sábanas enormes, además. Hay una descripción de una conversación, y es una reconstrucción de memoria, porque en esa época no había grabadora. El descuartizador era considerado un hombre muy guapo en su momento, era un español alto, que usaba colonia, y todo eso era atractivo en una ciudad muy provinciana, muy racista... como somos, como éramos.
"Desastres del corazón" narra algunos crímenes pasionales. Allí dices: "el reportero ingresaba a un género de la noticia que buscaba entristecer y conmover, si fuera posible, hasta las lágrimas". Pero la figura del feminicidio ha anulado esa romantización. ¿Qué otras cosas crees que ha cambiado en nuestra crónica policial contemporánea?
Seguramente muchas. Pero el género era un suicidio de pareja, así se presentaban. Tal vez era el hombre que mataba a la mujer y después se mataba él, pero el hecho era que encontraban los dos cuerpos. La palabra feminicidio ni existía. ¿Otros cambios? Ya no existen los bandoleros de caminos, creo que ni en la sierra: ya no asaltan a quien va con su ganado. Todavía puede haber cuatreros... Después, novedades en esa época era huir en automóvil. Franco y Maldonado, que son dos delincuentes de puerto, se les nota que son personajes "modernos", les encanta los automóviles. Otros bandoleros sí siguen a caballo o incluso a pie. Son muy pobres. No es que sean unos grandes criminales, son gente muy elemental, con muy pocas cosas, muy poco dinero, te podían asaltar por unos cuantos objetos. Había uno que se especializó en asaltar a agentes viajeros, que muchas veces eran árabes que vendían telas o medicinas.
¿Y en cuanto al tono, es decir, la perspectiva de cómo narrar un crimen? Quizás conservamos los lugares comunes en el lenguaje. Términos como "fatal desenlace"...
Sí, probablemente. Era un periodismo como el de ahora: elemental, también. ¿Por qué habría un gran periodismo con delincuentes muy primitivos? No es razonable. Para un criminal primitivo, un periodista policial primitivo, es más o menos lo que se esperaría. Además, el género policial no tenía prestigio. Cierto que en Hollywood se hacían películas de gánsteres y cowboys, o sea que la figura del villano bandolero ya tenía un lugar, pero en el Perú eso era exótico. Un periodista que escribía en policiales no era para nada un aficionado a la literatura o que más adelante iba a publicar un libro con sus experiencias. Era una comisión que te tocaba y nada más. Entonces, cuando el periodista cubría muchas de estas historias, ya se iba especializando. Los suicidios por razones sentimentales se presentaban con unos rasgos que se repetían.
Hundirse en archivos puede ser una forma divertida de investigación. Pero ¿en qué momento sientes que has encontrado algo que merezca rescatarse y recontarse? ¿Cuándo se produce esa intuición?
Hay dos maneras de leer en archivo. Básicamente hemeroteca, porque otra cosa es leer cartas, documentos, pero digamos revistas y periódicos antiguos, que es lo que yo he hecho. Hay una, que utilicé en este libro, y es buscar algo en concreto: casos criminales, policiales. A veces tienes una fecha, más o menos sabes por dónde buscar. Es complicado, porque las hemerotecas son muy grandes, y si no tienes unas coordenadas más o menos establecida, te puedes perder. Esa es una forma: buscar algo premeditamente. Es lo que haría un historiador y cualquier investigador. Pero yo creo que, con el tiempo, he arribado a una forma superior de investigación, que es leer periódicos antiguos sin buscar nada en concreto. Leerlos como si fueran los periódicos de hoy. Ni siquiera, porque con estos tienes unas expectativas: quién habrá ganado las elecciones en el Parlamento, cómo va la guerra en Ucrania... pero si abres de pronto un periódico de agosto de 1933, no sabes nada... y te pones a leer. Y de pronto, te asalta un tema, una noticia, un comentario, un párrafo, a veces ni siquiera eso, solo una frase, ciertas palabras. En ese momento, me doy cuenta, pero no lo percibo muy claramente. Tomo nota. Antes de la pandemia ya había dejado de ir a la hemeroteca. Iba en las tardes. Y en la noche revisaba mis notas, y ahí es que me daba cuenta dónde tengo una historia.
Georges Bataille decía que la libertad se identifica con la transgresión, y veía en la literatura un escenario de liberación de esa "parte maldita". Además de este libro, has escrito la biografía de Vladimiro Montesinos y Fujimori, ¿crees que hay en la persona que se ocupa de estos temas esas pasiones turbias? ¿Ves la literatura como un vehículo?
Bueno, pero no sería solo del autor, sino también del lector. ¿Por qué lee eso? Porque le atrae ese argumento. ¿Por qué hasta hoy los periódicos tienen páginas policiales? Sin duda, porque son atractivas para el lector. Santiago Roncagliolo en la presentación decía cosas interesantes sobre eso: si eres un aficionado al fútbol, revisas en el periódico cosas del partido. Hay una relación más bilateral con la noticia. Pero las páginas policiales, ¿por qué atraen? En general, toda la cultura popular: el cine, la televisión, la literatura y el periodismo, le prestan mucha atención al villano. Es un antihéroe. ¿Por qué razón nos atrae? No lo sé. Además, no creo tener un rasgo particularmente criminológico. Por ejemplo, no me atraen nada los crímenes del presente, me parecen sórdidos. Me acuerdo que alguien me pedía que escriba sobre Clímaco Basombrio, o también sobre Calígula. No tenía la menor gana. Los crímenes del presente son vulgares. En cambio un crimen sobre el que ha pasado mucho tiempo, ya no es solo un crimen, es un retrato de la época, porque el crimen, efectivamente, retrata, capta, absorbe muchos rasgos históricos que después se van a borrar.
Un comentario aparte: es muy clasista la página policial. Si eres pobre, nunca vas a protagonizar un gran caso, a menos que mates a un millonario, como fue el caso Banchero. Pero si Vilca hubiera matado a un jardinero de Chosica, nadie se acordaría de él. La noticia tiene esa característica. En el Perú es raro, pero alguna vez ha ocurrido: un conde, un millonario, una actriz... eso atrae mucho más al público. Hay otro rasgo que también puede explicarse, uno que yo había encontrado y después me di cuenta de que todo el mundo había pensado eso, y es que leer sobre desgracias ajenas da una especie de consuelo, porque no te ha pasado a ti.
Leyéndote y leyendo la prensa de hoy, me ha dado la impresión de que en algún instante trágico los periodistas nos olvidamos de cultivar un estilo. ¿Te pasa eso a ti cuando revisas periódicos y revistas? ¿O el escenario te parece más optimista?
Hay varios cosas ahí. Mi experiencia personal ha sido esta: durante muchos años, me sentía dividido. Por un lado estaba lo que escribía como periodista, cuando he trabajado en Caretas, y sentía que esa era una parte de mi escritura. Y la otra parte era lo que escribía en mi casa, de noche, fuera de todo orden, y que eran cuentos o textos cortos. Eso era un nudo que yo no podía evitar. Era una limitación mía. Creo que con los años he ido superando eso y encontrando una especie de punto de confluencia. El problema también es este: el periodista tiene que escribir todos los días y rápido. No tiene tiempo. Entonces la calidad puede parecer una exquisitez que nadie te va a soportar. De modo que hay una serie de problemas prácticos que no sería justo atribuírselo a la calidad literaria del periodista, sino a una serie de condiciones materiales. Ahora, también es cierto que el periodismo tiene unas reglas: tiene que transmitir información y eso no es literario. La información es un engorro: tienes que hacer síntesis, ser claro, no reiterativo, qué sé yo, una serie de reglas generales que no ayudan a una gran escritura, más bien te achica el panorama, porque tienes que comunicar información a un lector que no la tiene. La literatura tiene un aire de libertad, hablar de lo que le dé la gana o hacer acotaciones peculiares, sui generis, humorísticas, dramáticas, lo que fuera, pero que no están atadas a la transcripción o el acarreo de la información.
Es curioso que digas eso cuando estamos hablando sobre un libro de periodismo.
Pero es que el periodismo es muchas cosas. Imagínate: ¿qué hay de común entre Phillip Butters y yo? No tenemos nada en común. Es como decir empresario: puedes ser desde Zamir Villaverde hasta un mártir de la empresa privada. Son rótulos demasiado grandes y es un cajón de sastre. Nunca me he sentido muy cómodo como periodista. Era mi forma de vida y es muy bueno, porque es un trabajo no rutinario y te permite mirar cosas diferentes todos los días.
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