Este 11 de noviembre, se cumplen 200 años de nacimiento de Fiódor Dostoievski, uno de los mayores exponentes de la literatura rusa.
Genio atormentado, pensador moralista y jugador empedernido. En el 200 aniversario de su nacimiento el mundo redescubre a Fiódor Dostoievski, uno de los escritores más influyentes de la literatura rusa y universal.
"Si (Alexandr) Pushkin es el alma, Dostoievski es la conciencia de Rusia", comentó a EFE Alexéi, tataranieto del literato.
Con ocasión del aniversario, el presidente, Vladímir Putin, participó el jueves en Moscú en la reapertura de la casa-museo del escritor, que, para sorpresa de muchos, nació en la actual capital rusa, aunque muchas de sus grandes obras transcurren en San Petersburgo.
ETERNO Y MALDITO
Pasan los años y Dostoievski sigue siendo el escritor ruso más leído. Casi 400 000 ejemplares de su obra se publican anualmente en este país.
"Fiódor Mijáilovich sólo escribía sobre temas eternos. Él los llamaba los problemas malditos del hombre, los problemas de la conciencia. No se dejaba llevar por las modas del momento. Creó para la eternidad", señala Alexéi, que tiene un gran parecido con el novelista, que está enterrado en el monasterio Alexandr Nevski de San Petersburgo.
Escritor de vocación, sí, pero no fue una elección fácil, ya que pudo hacer perfectamente carrera como ingeniero. Entonces, ser escritor era "un salto a lo desconocido".
De hecho, el éxito no le llegó hasta pasados los 40, tras la muerte de su esposa y después de un viaje a Europa, del que surgió "El jugador" (1867), quizás la novela que mejor describe la fiebre que atrapa a los ludópatas compulsivos.
Entre sus largas estancias en Europa, Fiódor Dostoievski escribiría dos de sus mejores obras: "Crimen y castigo" (1866) y "El idiota" (1869).
Dejaría para el final —un año antes de su muerte— la que muchos consideran su obra maestra, "Los hermanos Karamázov" (1880), novela que ha influido desde entonces en muchos escritores, ensayistas y filósofos existencialistas por la profundidad del análisis psicológico de la condición humana.
"Creo que si el diablo no existiera, entonces lo crearía el hombre. Y lo crearía a su imagen y semejanza", dijo Iván Karamázov, uno de los protagonistas de la novela.
LEER A DOSTOIEVSKI
Nunca es tarde para reconciliarse con Dostoievski. "Puedes empezar a leer sus obras en la adolescencia, en la escuela, luego volver a hacerlo en la universidad y redescubrirlo ya de adulto", explica Alexéi.
"No es un escritor que puedes domar a la primera. Hay que leerlo varias veces. No hay que tenerle miedo. Es un elegido. O te gusta o lo odias. No hay término medio", agrega.
Lev Tolstói, autor de "Guerra y paz" o "Anna Karénina", es considerado el escritor ruso por excelencia, mientras Dostoievski, que era un gran admirador de "El Quijote" de Miguel de Cervantes, es "un escritor universal".
"El alma rusa (de Dostoievski) no tiene pasaporte. Además, se llamaba a sí mismo proletario literario. Cobraba por página tres o cuatro veces menos que algunos de sus coetáneos. ¿Quién se acuerda ahora de ellos?", se pregunta su descendiente.
Para Dostoievski, "la escritura era como una enfermedad, como dar a luz a un niño. Él pasó el camino de Cristo". "En su caso, si moría el niño (la novela), también moría la madre (el autor)", señala.
"La personalidad de mi tatarabuelo tiene aún muchas lagunas. Los filólogos, médicos, juristas y psiquiatras aún siguen descubriendo cosas nuevas", explica.
DE REVOLUCIONARIO A PENSADOR
Atraído por las ideas socialistas y revolucionarias del intelectual Mijaíl Petrashevski, el escritor fue detenido por pertenecer a grupos clandestinos y leer literatura prohibida. En el último momento, cuando iba a ser fusilado, fue perdonado por el zar Nicolás I, que temía una nueva revolución como la decembrista (1825).
Enviado a un campo de trabajo en Omsk (1849-1854), Dostoievski reconoció después que la catorga cambiaría su vida. En Siberia murió el revolucionario y nació el escritor.
Pocos conocen su faceta de pensador. Dostoievski pasó de ser un incipiente revolucionario a un crítico del socialismo y el individualismo, y un profeta de la idea nacional rusa, aunque nunca como arma arrojadiza contra Occidente.
"Sí, la predestinación de los rusos es, sin la menor duda, europea y universal. Tanto la corriente eslavófila como la occidentalista no son otra cosa que un gran malentendido (...), la superación de la nostalgia europea es posible en el alma rusa", aseguró en su discurso más famoso poco antes de morir.
En la parte final de su vida defendió abiertamente la monarquía zarista, la fe ortodoxa y la idea de "sobornost" o comunidad espiritual.
"El diablo combate contra Dios, y el campo de batalla es el corazón del hombre", dijo en una de sus citas más recordadas.
Sus descendientes, Alexéi y su padre Dmitri, que viven actualmente en San Petersburgo, son los guardianes de su memoria.
"Es una pesada herencia. Los libros forjan la personalidad y también dan forma a nuestra alma inmortal. Hay gente que me dice que ellos son como son gracias a los libros de Fiódor Mijáilovich (patronímico del escritor) ¿Qué les puedo decir yo?", explica Alexéi, quien recuerda, como su célebre antepasado, que "la belleza salvará al mundo".
(Con información de EFE).
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