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Gabriela Cabezón Cámara: "Cuando la literatura está viva, la lengua sobrevive a las intenciones del autor"

Gabriela Cabezón Cámara fue finalista del International Booker Prize 2020
Gabriela Cabezón Cámara fue finalista del International Booker Prize 2020 | Fuente: Hay Festival Arequipa 2022 | Fotógrafo: ALEJANDRA LOPEZ

La escritora argentina Gabriela Cabezón Cámara descubre sus intereses y la maquinaria que puso en marcha para alumbrar su obra literaria. La autora estará presente en el Hay Festival Arequipa 2022 del 3 al 6 de noviembre.

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Horizontal, estrecha las escápulas para formar un ángulo recto mientras descubre la dentadura. Sonríe. Qué linda pregunta para empezar, dice, maniobra desde el sofá, sobre el sofá, se tensa. Quisiera puntualizar, dice, que soy activista socioambientalista. Soy feminista, sí. Pero activista soy en el socioambientalismo. ¿Y la pregunta? Que cómo conciliaba el feminismo con el estilo, con su estilo, le había dicho, que cómo coexiste en tu literatura el fondo y la forma, le pregunté.

"Vos en un libro encontrás un montón de cosas que no son del autor. Es como que la lengua trae en sí misma millones de voces que no son la voz del autor, que atraviesan al autor, que son trabajadas por la artesanía del autor. Cuando la literatura está viva, la lengua sobrevive a las intenciones del autor. A mí no me interesa una escritura que esté completamente bajo mi control. A mí me interesa esta cosa viva que no necesariamente sale del todo coherente con lo que yo pienso del mundo. Tampoco es que sea del todo incoherente. Pero no es un programa. A veces se ve como compromiso lo que es deseo, pasión, amor, gusto, modos de vida. En realidad, es solo lo que a mí me calienta, me interesa, me gusta".

Desde Buenos Aires, Gabriela Cabezón Cámara cuenta que estará del 3 al 6 de noviembre en el Hay Festival Arequipa 2022. Tengo esa suerte, dice, y se reclina, se incrusta en su propia biblioteca, que aparece detrás como naturaleza blanca, como naturaleza viva. Y la enfunda. Arropada por el infinito, habla de poesía. Que si te has propuesto publicar, le había dicho. Sabés que publicar nunca, dice. Escribo mis cositas, pero son hiperprivadas. Leo a muchos buenos poetas, así que no me da para ir más allá de ahí. Y aún así, continúa, me parece que la lengua viva tiene que tener una relación con la poesía muy importante, sino no me parece tan viva. ¿Y la oralidad? Importantísima desde todo punto de vista. Si pensamos en La Ilíada, en la Odisea, son literaturas orales. Por eso están en verso, por eso están acentuadas en determinadas sílabas para que la persona que las recita se acuerde. Y aparte tienen esta gloria que quien la recita se acuerda y también las cambia. Qué hermosa manera de estar viva.

¿Y el lenguaje inclusivo?, pienso. No, no pienso. Lo digo. Ya lo he dicho. Hay gente que lo usa. No es mi caso, dice. Yo en las entrevistas o en la vida misma hablo algunas cosas en inclusivo, la mayor parte no. Me pasó lo que a muchos, a muchas y a muches, que el masculino universal me empezó a resultar incómodo. Pero también me resulta incómodo el femenino universal y también me resulta incómodo el inclusivo. Ahí hay un problema con esta incomodidad que para mí, en mi vida, en mi uso de la lengua, no está resuelto.


La Virgen Cabeza

´La Virgen Cabeza´, su primera novela, se publicó en 2009 y definió los ejes temáticos centrales de su narrativa: las villas, la identidad, la transformación, la sexualidad. En ella se cuenta la historia de una mujer trans que en algún punto llega incluso a percibirse como lesbiana. Dos particularidades llaman poderosamente la atención: la primera, una revolución místico religiosa liderada por una médium travesti en los albores de una villa, un barrio marginal llamado El Poso; la segunda, pese a los abusos, las injusticias y la violencia, el personaje de Cleopatra no está tratado como víctima, sino es visto desde la esperanza, la ironía y el humor.

"Hay personas que vos no entendés cómo tienen vidas dificilísimas- dice- durísimas, y son pura luz. Lo que sí me parece es que esas personas nos deslumbran, nos enamoramos, las admiramos, las queremos, pero no se le puede pedir a nadie que tenga una vida durísima que irradie luz. No se le puede exigir a nadie. La expectativa de vida de una travesti en argentina es de unos 35 a 38 años. La mía es de unos 78. Me parece que ahí hay una gran explicación de por qué se las podría representar como víctimas. Porque lo son. Pero una persona no es solo víctima, es muchas otras cosas".

Ya no sonríe. O está la sonrisa envuelta por el telón de las comisuras, puro labio en línea recta que se abre para soltar lo severo. ¿Y lo severo? "Tuve la suerte de tener amigas travestis cuando yo era adolescente- dice- eran chicas de entre 15 y 17 años que habían sido expulsadas de sus casas por pura homofobia de sus familias y se habían visto forzadas a prostituirse. Solo salir a la calle siendo travesti era un delito. A la tercera vez que te agarraban en la calle te metían en cana en cárceles de varones. Yo vi cuando las violaban. No vi la violación, pero vi el uniforme de los canas en la entrada y ellas adentro. Imaginate lo que eran esas vidas. Y fueron de las personas más luminosas que yo conocí. No sé cómo hacían. Yo por mucho menos era una depresión caminando".

Las aventuras de la China Iron

Ocho años después publicó ´Las aventuras de la China Iron´, una novela que este año estuvo incluida entre las finalistas del Premio Montluc Resistencia y Libertad 2022, Francia, una novela que toma a la China, un personaje marginal del Martín Fierro, para convertirla en protagonista de una historia asaltada por la luz y las transformaciones.

Que cómo así se te ocurrió, le había dicho, abordar esta novela desde la intertextualidad para pasar de la inacabable pampa a una utopía rural en donde se desvanece el género. No. Así no. Que cómo así nació la idea de estas aventuras, le dije.

Me había pasado algo que nunca me había pasado en la vida, dice: me habían dado una beca como escritora residente en la Universidad de Berkeley. Era una situación muy preciosa y cómoda. De repente me pagaban un montón de plata y yo no tenía que hacer nada, estaba en un lugar hermoso y me pagaban muy bien. Nunca, nunca, nunca me había pasado nada que se aproximara a eso. Lo único que yo tenía que hacer por tanta maravilla era dar un taller de escritura creativa en la universidad. En esa época yo estaba obsesionada con el metro, con la música en la escritura. Entonces dije vamos a hacer un taller de narrativa en verso, que en mi país es gauchesca.

Y mientras leía toda esa gauchesca advirtió la ausencia femenina, pensé en algo que ya sabía, dice. ´Che, pero aquí ya no hay casi perspectivas de ninguna mujer´, se dijo. Y se le ocurrió, como una sensación de alegría, que sería hermoso contar este mundo desde el punto de vista de una chica. Y buscó sostener esa sensación de vitalidad mientras escribía, porque, sabés, para mí fue una época muy dura, dice, entre otras cosas mi papá murió de la enfermedad de Parkinson y como mi papá, fuera de eso, era un hombre muy sano, llegó hasta el final de la enfermedad, que es una cosa horrorosa —hay que fumar, chicos. No hay que llevar esas enfermedades hasta el final—, entonces el único otro espacio que me podía sustraer de esto era la escritura de esa novela. Sostener esa luminosidad me terminó sosteniendo también a mí.

¿Y la luz? Cambia en su rostro la atmósfera y se precipita una lluvia, no una lluvia, sino una llovizna, un goteo entrecortado como una resaca de la catástrofe. ¿Y la luz? En cuanto a la luz, dice, la pampa es un territorio extenso y tenía que imaginármelo antes del monocultivo de soja que ahora nos envenena y nos mata, tenía que imaginarme cómo habría sido. Entonces pensé que el paisaje de la pampa es el cielo y de ahí salió esto de la luz. Tenía que escribir luz, brillo, centella, centelleo, reverberar. ¿Cuántas palabras hay para hablar de esto? Entonces fui y agarré ´El limonero real´, de Saer, que es una belleza de novela, y conté y anoté cuántas palabras usaba él para hablar de la luz.


Utopías y transformaciones

Aún sobre el sofá pero inclinada ahora sobre la pantalla, atenta, con la sonrisa lustrada que reaparece tras las nubes, elabora Gabriela sobre la utopía del género. Un mundo en que las cuestiones de género no sean objeto de tanto quilombo, dice, es un mundo deseable. Vivir y dejar vivir es un mundo deseable. De todos modos, algo que pasa en esa utopía es una relación completamente otra con la naturaliza y el trabajo. Ahí me parece que hay muchas culturas originarias de América que saben existir sin parasitar al planeta del que somos parte. Ahí tenemos mucho que aprender.

Habla de la China Iron, del final de la China Iron, de la desembocadura, de los ojos abiertos que la llevan hacia lo desconocido, de por qué abre los ojos, porque está en una situación completamente nueva e imprevista, dice, y le sucede algo que la deja en un estado que ella no sabía que existía, y cuando estás en un estado radicalmente nuevo te preguntas y cómo hago, para dónde voy, cómo se hacen las cosas en este estado nuevo que yo no conozco.

Sí, la China sí, pero, ¿y tú? En cuanto a mí, me gustan las transformaciones, me parecen muy atractivas. Pueden ser para el lado de la luz o la oscuridad. Me gustan la historia de las semillas, de las larvas, que cambian y empiezan a ser otro animal, pero radicalmente otra clase de animal. O los sucesos históricos en los que todo se precipita y cambia. Y aparte tengo optimismo en que la historia nos depare algo así, pero para el lado luminoso.

China también está Gabriela, china ella, los ojos chinos, los cabellos chinos, canos, china de risa, de amabilidad. Que qué podría llevarte a un lugar diferente, le había dicho, Gabriela, ¿qué podría llevarte a lo desconocido?, le dije. ¿A mí personalmente?, dice. Ah, qué atrevido que sos. El rubor, la risa. No lo sé. Realmente no lo sé. Me pasaron distintas cosas en la vida que me fueron llevando a lugares que no estaban previstos para mí. Tiempo tirano, deidad absurda, se extingue, se dobla, se transmuta, se contamina, y pasa, implacable, llevándose todo a su alrededor. Y a su alrededor está todo. Antes de virar a negro, todavía la escucho decir: Espero que me pasen otras cosas. Y que sean para el lado de la luz, si no es mucho pedir.


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Soy licenciado en Comunicación y Periodismo, con estudios de postgrado en Lingüística y Literatura, y Educación. Estudio ahora Derecho. Hace más de cinco años escribo sobre temas políticos y judiciales. Me paso el resto de la vida leyendo. Ya no soy tan miope.

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