Su obsesión por cuidar su idioma se tradujo en la creación de obras que pasaron a pertenecer por derecho propio al acervo literario del resto de países luso parlantes.
El fallecimiento de José Saramago, el único Premio Nobel de Literatura
lusoparlante, deja a la lengua portuguesa sin uno de sus grandes divulgadores
cuya obra inspiró proyectos sociales y numerosas adaptaciones artísticas.
Crítico con la situación de su idioma -abogó por una reinvención del mismo-, pero firme en la necesidad de su preservación, las obras de Saramago contribuyeron a reforzar la presencia del portugués en el mundo, cuyos hablantes superan los 230 millones.
El futuro de la "Lengua de Camoes" -poeta del siglo XVI considerado el padre de las letras lusas- siempre inquietó al autor, quien lamentaba la degradación a la que estaba sometida: "Una lengua que no se defiende, muere", sostenía.
Su obsesión por cuidar el idioma se tradujo en la creación de obras que pasaron a pertenecer por derecho propio al acervo literario del resto de países luso parlantes.
En Europa y América su obra también se convirtió en una referencia y ayudó a divulgar a su Portugal natal -que describía en varios de sus libros- e inspirar decenas de tesis doctorales.
La influencia de Saramago también llegó a las artes, y las parábolas sobre la condición humana expresadas en sus novelas han incitado a grandes directores cinematográficos. Su célebre "Ensayo sobre la Ceguera" (1995) -que describe una cruel sociedad que se guía por los instintos más bajos cuando todos quedan misteriosamente ciegos- pasó a la gran pantalla bajo la dirección del brasileño Fernando Meirelles, autor de las afamadas "Ciudad de Dios" (2002) y el "Jardinero Fiel" (2005).
La fragilidad de la civilización, que amenaza con desmoronarse en cualquier momento, es el hilo argumental que encandiló a Meirelles, quien dispuso de un elenco de lujo para la cinta: Julian Moore, Gael García Bernal, Mark Buffalo y Danny Glover.
Recientemente, el realizador portugués Antonio Ferreira fue quien se atrevió a adaptar el pesimismo de Saramago sobre el estilo de vida occidental en su cuento "Embargo", un ácido retrato de la rutina de la clase media urbana.
"La mayor flor del mundo", cortometraje del español Juan Pablo Etcheverry basada en un cuento homónimo del Nobel luso, también llevó a la gran pantalla la acidez e ironía del literato. Pero su obra no sólo ha merecido la atención del séptimo arte, el compositor italiano Azio Corghi pidió a Saramago que escribiese el argumentó de la ópera "Il dissoluto assolto", inspirada en el "Don Juan", de Moliére, y la pieza se estrenó en 2006 en el Scala de Milán.
El Nobel portugués, histórico militante de la izquierda marxista, también dejó marca con su actividad social -fue un acérrimo defensor de los derechos humanos- y puso en marcha varias plataformas impulsadas en su indiscutible éxito editorial.
La Fundación José Saramago, con sede en Lisboa, arrancó en 2007 con el propósito de asumir como norma de conducta "tanto en la letra como en el espíritu" la Declaración Universal de los Derechos Humanos, firmada en 1948.
Su ascendencia le valió que uno de los galardones literarios más prestigiosos de Portugal pasase a llevar su nombre: el premio bienal "José Saramago", dotado con 25.000 euros (37.200 dólares) para promover la creación literaria en portugués entre los menores de 35 años.
El culto de la intelectualidad lusa a Saramago se dejó sentir con intensidad en la localidad de Penafiel, en el norte del país, que se inundó de imágenes y textos del escritor durante un fin de semana de octubre de 2009.
El mayor festival cultural "saramagiano" celebrado en la patria del escritor reunió a investigadores e intelectuales para analizar el impacto de la obra del Nobel desde un punto de vista multidisciplinar y testimoniar la profunda huella cultural que ha dejado el escritor en su propio país.
El autor no llegó a ver el legado cultural y humanista de su Fundación instalado en la emblemática Casa dos Bicos de Lisboa, un edificio monumental que está acondicionando el Ayuntamiento de la ciudad para albergar la institución y convertirla en un punto de encuentro de los intelectuales.
Pero, Saramago, que nunca dejó de insistir en el papel crucial de la lengua en la creación literaria y pidió cultivarla hasta la "extenuación", dejó con sus novelas una de las herencias más apreciadas del patrimonio literario luso.
"El 70 por ciento de la buena literatura es lenguaje", afirmaba el ya inmortal escritor que contribuyó como pocos en la última centuria a la afirmación de las letras lusas en todo el mundo.
EFE
Crítico con la situación de su idioma -abogó por una reinvención del mismo-, pero firme en la necesidad de su preservación, las obras de Saramago contribuyeron a reforzar la presencia del portugués en el mundo, cuyos hablantes superan los 230 millones.
El futuro de la "Lengua de Camoes" -poeta del siglo XVI considerado el padre de las letras lusas- siempre inquietó al autor, quien lamentaba la degradación a la que estaba sometida: "Una lengua que no se defiende, muere", sostenía.
Su obsesión por cuidar el idioma se tradujo en la creación de obras que pasaron a pertenecer por derecho propio al acervo literario del resto de países luso parlantes.
En Europa y América su obra también se convirtió en una referencia y ayudó a divulgar a su Portugal natal -que describía en varios de sus libros- e inspirar decenas de tesis doctorales.
La influencia de Saramago también llegó a las artes, y las parábolas sobre la condición humana expresadas en sus novelas han incitado a grandes directores cinematográficos. Su célebre "Ensayo sobre la Ceguera" (1995) -que describe una cruel sociedad que se guía por los instintos más bajos cuando todos quedan misteriosamente ciegos- pasó a la gran pantalla bajo la dirección del brasileño Fernando Meirelles, autor de las afamadas "Ciudad de Dios" (2002) y el "Jardinero Fiel" (2005).
La fragilidad de la civilización, que amenaza con desmoronarse en cualquier momento, es el hilo argumental que encandiló a Meirelles, quien dispuso de un elenco de lujo para la cinta: Julian Moore, Gael García Bernal, Mark Buffalo y Danny Glover.
Recientemente, el realizador portugués Antonio Ferreira fue quien se atrevió a adaptar el pesimismo de Saramago sobre el estilo de vida occidental en su cuento "Embargo", un ácido retrato de la rutina de la clase media urbana.
"La mayor flor del mundo", cortometraje del español Juan Pablo Etcheverry basada en un cuento homónimo del Nobel luso, también llevó a la gran pantalla la acidez e ironía del literato. Pero su obra no sólo ha merecido la atención del séptimo arte, el compositor italiano Azio Corghi pidió a Saramago que escribiese el argumentó de la ópera "Il dissoluto assolto", inspirada en el "Don Juan", de Moliére, y la pieza se estrenó en 2006 en el Scala de Milán.
El Nobel portugués, histórico militante de la izquierda marxista, también dejó marca con su actividad social -fue un acérrimo defensor de los derechos humanos- y puso en marcha varias plataformas impulsadas en su indiscutible éxito editorial.
La Fundación José Saramago, con sede en Lisboa, arrancó en 2007 con el propósito de asumir como norma de conducta "tanto en la letra como en el espíritu" la Declaración Universal de los Derechos Humanos, firmada en 1948.
Su ascendencia le valió que uno de los galardones literarios más prestigiosos de Portugal pasase a llevar su nombre: el premio bienal "José Saramago", dotado con 25.000 euros (37.200 dólares) para promover la creación literaria en portugués entre los menores de 35 años.
El culto de la intelectualidad lusa a Saramago se dejó sentir con intensidad en la localidad de Penafiel, en el norte del país, que se inundó de imágenes y textos del escritor durante un fin de semana de octubre de 2009.
El mayor festival cultural "saramagiano" celebrado en la patria del escritor reunió a investigadores e intelectuales para analizar el impacto de la obra del Nobel desde un punto de vista multidisciplinar y testimoniar la profunda huella cultural que ha dejado el escritor en su propio país.
El autor no llegó a ver el legado cultural y humanista de su Fundación instalado en la emblemática Casa dos Bicos de Lisboa, un edificio monumental que está acondicionando el Ayuntamiento de la ciudad para albergar la institución y convertirla en un punto de encuentro de los intelectuales.
Pero, Saramago, que nunca dejó de insistir en el papel crucial de la lengua en la creación literaria y pidió cultivarla hasta la "extenuación", dejó con sus novelas una de las herencias más apreciadas del patrimonio literario luso.
"El 70 por ciento de la buena literatura es lenguaje", afirmaba el ya inmortal escritor que contribuyó como pocos en la última centuria a la afirmación de las letras lusas en todo el mundo.
EFE
Comparte esta noticia