¿Cuál es el amor que no se atreve a pronunciar su nombre? Esta fue la pregunta que le formuló el fiscal a Óscar Wilde, escritor irlandés de fama mundial, cuando compareció ante un tribunal de Reino Unido por el delito de homosexualidad.
Era 24 de mayo de 1895 en Londres, la época de la reina Victoria, tiempos en que la homosexualidad era castigada con pena privativa de la libertad de hasta 2 años y el caso de Wilde fue ventilado en los periódicos y tomado por la sociedad como el escándalo supremo.
Para ese entonces, Wilde, hombre de personalidad excéntrica y esnobista, ya había alcanzado la cúspide del éxito por sus extraordinarios poemas, cuentos, ensayos y especialmente por su única novela El retrato de Dorian Gray, que expone sobre la corrupción del alma y la eterna juventud. Además, representa una crítica a los modales y el lenguaje de la aristocracia.
Pasó de ser un hombre aclamado, vitoreado y muy querido a uno arruinado, despreciado e insultado por la misma sociedad que una vez ensalzó su talento. Sus delitos fueron vivir su vida conforme a sus propios deseos y enamorarse de Lord Alfred Douglas, joven poeta de extraordinaria belleza, llamado cariñosamente por él como ‘Bosie’.
Óscar Wilde, nacido en el seno de una familia de la nobleza en Dublín, un 16 de octubre de 1854, fue el portavoz del dandismo, el gentleman de la época victoriana, el árbitro de la elegancia, el hombre que revolucionó el mundo con sus epigramas y aforismos geniales. Tal vez el hombre más superficial del mundo. Fue hijo del destacado médico, Sir Willian Wills Wilde y su madre, la poeta Jane Agnes Elgee conocida como Lady Wilde, una mujer de personalidad arrolladora y de quien heredó su talento.
El amor que lo llevó a prisión
En 1891, Óscar conoció en uno de los almuerzos que ofrecía en su casa a Lord Alfred Douglas, joven poeta perteneciente también a la aristocracia, de belleza incomparable, pero déspota, cruel, excesivamente vanidoso, que se aprovechó de su dinero hasta dejarlo en la quiebra.
“Yo te ofrendé mi vida y tú la tiraste para satisfacer las más bajas y depreciables de las pasiones humanas: el odio, la vanidad y los apetitos. En menos de tres años, destruiste en mí todo respeto. Ya no me quedaba en mi propio interés, otra cosa que hacer sino amarte”, relata así su infructuoso romance con 'Bosie' en la epístola De Profundis, que la escribió desde la cárcel de Reading.
Wilde había sido perseguido por el padre de Lord Alfred Douglas, el marqués de Queensberry, quien se oponía a toda costa a esa relación sentimental a punta de improperios, ofensas y amenazas. El 8 de febrero de 1895 le envió una tarjeta con el siguiente mensaje desdeñoso: “Para Óscar Wilde por alardear de sodomita”.
Ante tal ofensa, Wilde lo denunció por difamación, pero el juicio se volvió en su contra, porque el juez absolvió al marqués de Queensberry al encontrar justificada la falta, lo sentenció a dos años de cárcel. El escritor, ya en ese momento era padre de dos niños (Cyril y Vyvyan) y estaba casado con Constance Lloyd.
Murió en la miseria
¿Cuál es el amor que no se atrévete a pronunciar su nombre?, fue la pregunta del fiscal a Wilde, citando así la última frase del poema ‘Dos Amores’, que escribió Lord Alfred Douglas. A lo que Óscar respondió:
“El amor que no se atreve a pronunciar su nombre en este siglo es el gran afecto que un hombre mayor siente por uno más joven , como era el caso entre David y Jhonatan, como aquel en que se basó Platón para edificar su pensamiento filosófico (…) Es hermoso, es bello, es la forma de afecto más noble, perfectamente natural. Es intelectual y frecuentemente se da entre jóvenes y hombres mayores, cuando estos últimos poseen un intelecto y los otros poseen la alegría, la esperanza y el atractivo de toda una vida ante sí. Por eso el mundo no lo comprende y se burla; incluso a veces llega a poner a alguien en la picota” (Pag. 22, De Profundis).
Mientras estuvo preso recibió duras cartas del abogado de su esposa, quien le solicitó el divorcio y que se quedaría con la custodia de los niños. Luego, Constance Lloyd gestionó los trámites para cambiar el apellido de sus hijos por el de 'Holland'. Solo una vez fue a visitar a su marido para comunicarle el fallecimiento de su madre.
Después de cumplir su condena, retomó su relación afectiva con Lord Alfred Douglas, pero no pasó mucho tiempo para que nuevamente lo abandonara. Wilde estuvo viviendo en la casa de algunos de sus amigos en Italia y Paris, sumido en la triztesa y la miseria. El 30 de noviembre de 1900 murió de una meningitis y sus restos fueron enterrados en el cementerio del Père-Lachaise en Francia.
Un día como hoy, 16 de octubre, se conmemora su natalicio y es recordado por sus grandes obras: El Príncipe Feliz, El pescador y su alma, El gigante egoísta, El cumpleaños de una infanta, El ruiseñor y la rosa, El fantasma de Canterville, La importancia de llamarse Ernesto, entre otras. “Puse todo mi genio en mi vida y solo mi talento en mis obras”, destaca así el mismo autor el ingrediente de su éxito.
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