Institución que ha sido remodelada acoge una de las muestras más ricas de arte prehispánico de América.
El Museo Larco de Lima, que acoge una de las muestras más ricas de arte prehispánico de América, presentó hoy la remodelación de sus instalaciones con la intención de convertirse en uno de los polos culturales de Perú.
Con 45.000 piezas, en su mayor parte cerámica de las diferentes culturas precolombinas, el Museo, gestionado por una Fundación privada, y por tanto sin relación con el Estado, ha invertido más de dos millones de dólares en esta remodelación que ha durado tres años.
"Es un nuevo concepto curatorial, un cuento amigable y fácil de entender; la herramienta perfecta para conocer esta cuna de civilizaciones que fueron los Andes Occidentales", dijo a Efe el director de la institución, Andrés Álvarez Calderón.
Para dar más realce a esta inauguración, las instalaciones del museo acogieron en la tarde del miércoles la apertura del Travel Mart LatinAmerica, que congrega a más de mil operadores de turismo en la mayor cita de negocios del sector en la región.
El museo, visitado cada año por 70.000 turistas extranjeros y 50.000 nacionales, contiene la colección más completa de arte mochica (una de las mayores civilizaciones pre-incas, entre el siglo I y el VIII d.C.), además de un conjunto de cerámica erótica único en América y de un depósito-almacén abierto al público. La sede de la muestra es una casona virreinal del siglo XVIII, que a su vez se asentó sobre una huaca prehispánica del siglo VII.
La casona fue comprada por Rafael Larco en 1958 para trasladar a Lima la rica colección arqueológica que había empezado a crear en 1926 en la región norteña de Trujillo, de la que era originario.
Rafael Larco Herrera fue algo más que un coleccionista: fue un investigador de formación agrónoma, que aplicó a la arqueología las técnicas de su profesión para dar con un personal sistema de estratificación que en lo fundamental sigue siendo hoy aceptado.
Compró miles de piezas a otros aficionados, excavó él mismo en el norte peruano, muy rico en cerámicas, y fue el primero en datar algunas de las principales civilizaciones de la costa peruana, particularmente los mochicas.
El museo fue creciendo hasta la muerte de Larco Herrera, en 1966, para convertirse en la colección que ha pervivido hasta hoy y que en esta nueva remodelación es mostrada con un carácter eminentemente didáctico, pensado para el gran público y con carteles hasta en seis idiomas.
No solo contiene cerámicas, sino que muestra valiosas piezas de todas las culturas anteriores a 1492, como mantos de paracas, ídolos chimús, máscaras lambayeques o enormes ánforas incas, por citar algunas de las civilizaciones más importantes.
Llaman la atención la sala de los sacrificios, donde se relatan las ceremonias en las que los guerreros moches (o los chimús) ofrecían orgullosos sus vidas en honor a sus dioses; o la del oro y los metales, trabajados en espaldares, máscaras, orejeras, o vasos, objetos todos que cegaron a los españoles tanto o más que a los súbditos de aquellos pueblos.
"Lo que más se conoce (de Perú) son los incas, famosos por el "marketing" que les dieron los cronistas españoles fascinados por ellos, pero la arqueología del siglo XX ha demostrado que antes de ellos hay 4.500 años de desarrollo cultural" que hicieron del Perú "una cuna de civilizaciones como Mesopotamia o Egipto", resumió el director para explicar el sentido último de la muestra.
EFE
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