Conversamos con el escritor Ricardo Sumalavia sobre su última novela, 'Croac', una ficción escrita al filo del fin del mundo y protagonizada por una rana parlante.
Una rana bajo la lluvia. Esa fue la primera imagen que Ricardo Sumalavia tuvo sobre este proverbial batracio, allá por sus años de infancia en Iquitos. Un animal capaz de inspirar nuestra literatura oral y escrita a lo largo de cientos de historias y versos de todos los tiempos, ya sea desde el antediluviano poeta japonés Bashō hasta las cintas de fantasía de Disney. Pero para dar forma a su más reciente libro, titulado "Croac" (Seix Barral), el autor peruano recordó que hizo falta más que una rana: ocurrió en una tarde epifánica en que jugaba con un muñeco de ventrílocuo en su casa.
"Es allí donde, por alguna razón, hice la conexión con la rana. ¿Por qué recordé la rana? No sabría decirlo. Pero ese fue el acto de pensar: ¿y si escribo algo de una rana que hable? La rana está en el imaginario de muchas culturas. Una rana se presta para todo ello. Porque la rana es ágil, dinámica, es fea y atractiva al mismo tiempo", contó a RPP Noticias. Esas elucubraciones finalmente fueron recogidas en un título de poco más de cien páginas en el que, precisamente, una rana habla.
Aunque hablar sería decir demasiado. Porque la rana es más bien interpretada, traducida por un narrador al que apoda Cabezón y que entabla conversaciones con ella en el jardín de su abuela. Gracias a estos monólogos conducidos por una prosa risueña, Ricardo Sumalavia se permite experimentar en el mejor de los sentidos: desbrozar su narración de una trama, incluir elementos fantásticos y de sci-fi —hay un water que funge de máquina del tiempo—, y cruzar tantos géneros como le sea posible, incluido el cómic.
Sin embargo, el escritor no se toma muy en serio el carácter rupturista de su obra. Para él, existen otros autores que realmente han roto moldes en la literatura peruana, como hiciera Jorge Eduardo Eielson con sus novelas "Primera muerte de María" y "El cuerpo de Giulia-no", o Martín Adán con "La casa de cartón", o Mario Bellatin, quien "de alguna manera ha dejado una impronta". "No quiero que mi literatura se entienda rara, sino normalizada. Admitamos que la tradición realista va a convivir con otra literatura. No quiero ser el abanderado de lo raro", reconoció.
Me resulta llamativo que seas docente de un taller de literatura coreana y también director de un Centro de Estudios Orientales. En todo caso, en líneas generales no pareces un escritor peruano del Perú. ¿A eso apuntas? ¿La extraterritorialidad?
Muy por el contrario. Yo quiero ser muy peruano, y quizás al tratar de serlo, inevitablemente me voy fuera del Perú. En el fondo, no intento o dejo de intentar. Soy consciente de mi formación, diríamos cosmopolita, porque me ha tocado vivir en Francia diez años, luego en Corea del Sur unos años, y yo soy de Lima, mi madre de la selva, la familia de mi padre viene de las zonas andinas. Soy un peruano en esa diversidad. No podría considerarme un escritor extraterritorial, porque me sentiría un paria. Creo que todos los escritores necesitamos un anclaje, aunque puede haber quienes rechacen lo que digo. Yo no busco nacionalismos, sino un anclaje de identidad. Escribo como escribo, porque soy peruano. Es lo que me ha tocado vivir. Intelectualmente, me ha tocado nutrirme de literaturas orientales, del budismo, del surrealismo.
A 'Croac' le han llamado micronovela, pienso que a falta de una mejor categoría. ¿Estás de acuerdo con esta etiqueta? Si te tocara definirla, ¿qué dirías de ella?
Es un libro que se puede leer desde distintas perspectivas. Desde la teoría literaria, sí existe la categoría de micronovela, que no es una novela chiquita, sino aquella que se estructura a partir de microcapítulos. Cada microcapítulo puede tener la dinámica de un microrrelato. De tal manera, la suma de todas esas historias, te dan una novela, pero además cada capítulo tiene un carácter episódico y también puede dar un microrrelato. Llamarlo micronovela no me molesta, pero no creo que sea solo eso. En su origen, 'Croac' pensé que sería una sección de un libro de microrrelatos, pero la rana cobró vida, cobró fuerza, luego la abuela también, y esto no iba con un libro de microrrelatos, y lo armé como novela. Ahora, hay otro tipo de categoría, que no va con la estructura o estrategia, que es la literatura 'weird', rara, extraña, que mezcla ciencia ficción con lo fantástico, el terror, lo no mimético, el surrealismo, y todos esos elementos los tiene mi novela, creo yo. Creo que mi libro, así como la rana, acepta recibir todas las identidades y todas las vidas.
Por su escritura libérrima, "Croac" me ha recordado un libro de Julio Cortázar, su "Historias de cronopios y famas". Con sus diferencias, ambos proponen rutas más lúdicas para acercarse a la literatura. ¿Cuán cejijunta ves a nuestra tradición literaria?
"Historias de cronopios y famas" es un libro que admiro mucho y tiene mucho influjo del surrealismo. Tenemos el mismo influjo que me puede haber llegado vía Cortázar, no lo voy a negar, y también de los escritores surrealistas franceses. Y por otro lado, a través de mi experiencia oriental, me he nutrido del budismo, que también tiene elementos en común con el surrealismo. Hay esas conexiones en mi obra. Ahora, con respecto a la tradición peruana, un autor peruano que ha tenido influencia surrealista y budista es Jorge Eduardo Eielson. Él es un poeta al que admiro muchísimo. Y otro poeta que admiro es Roberto Juarroz. Es verdad que nuestra tradición puede ser cejijunta, porque tiene que ver con nuestra marca vital: el peruano puede ser muy conservador en muchos aspectos, en cuestiones literarias, sobre todo. Pero creo que las cosas están cambiando para bien. Yo no creo estar haciendo una gran revolución. Mientras escribí 'Croac', solo quise hacer algo libre. Fue el libro menos pensado literariamente, pese a todas las referencias literarias. Empezó la pandemia y entramos a una situación absurda, surrealista, que nunca creímos que íbamos a vivir y la escritura de 'Croac' me permitió armonizarme. Lo escribí en esa búsqueda, sin pensar en si otros lo hacían o no.
A mí me parece que es un libro concebido con un proceso de escritura bastante alegre, pese a haber sido escrito al filo de una suerte del fin del mundo. ¿Ha sido de esa manera para ti?
Sí. Una herramienta importante para mí fue el humor, la ironía. Yo puedo tener un aspecto muy formal, serio, y parecer párroco de provincia, que es algo que solía repetir mucho, pero puedo tener mucho humor en mi vida privada. Puedo jugar mucho. Pero pasar este humor a la escritura y después a la rana, y luego que la rana haya desarrollado una lógica humorística particular, me gustó. Por momentos yo era el amigo Cabezón, por otros la rana, y por otros la abuela también.
Visto en perspectiva, "Croac" dialoga con los otros libros que has venido escribiendo. Ahí están presentes la familia, la irrupción natural de un elemento que altera la realidad, entre otros temas. ¿Qué lugar crees que ocupa este título en tu obra?
Como bien dices, yo sí creo que mis libros se comunican de una u otra manera. Recordé hace poco que 'Croac' puede ser una suerte de evolución. Así como Pikachu evoluciona a Raichu, el enano de "Historia de un brazo" evoluciona a esta rana, o quizás es su otra vida. Y los temas familiares están desde mis primeros relatos: esta problematización de hasta qué punto sabemos vincularnos con el mundo a partir de cómo nos vinculamos con nuestros padres, madres, abuelos, hermanos.
Por eso a veces tengo la impresión de que estás interesado en construir una obra, en vez de libros, al estilo de un artista conceptual. Como si caminaras en círculos alrededor de algunos temas que te obsesionan.
Diría más bien caminar en espiral. No es una cuestión cíclica, sino en espiral, porque va cambiando. Vuelves para ser distinto. Con mis libros, vuelvo a los mismos temas de una manera distinta. Como si mis personajes fueran cambiando de máscaras de un libro a otro. No fue consciente, porque soy de quienes piensan que no todo proceso artístico tiene por qué ser consciente. Creo que en este libro le he dado la mayor cantidad posible al lado no consciente, que eso lo he aprendido del surrealismo. Y no por nada los surrealistas escribieron en medio de un par de guerras mundiales. Entonces, la ironía, la risa, es un arma de resistencia.
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