El director musical de La Tarumba dejó su natal El Carmen para cumplir el sueño de llevar la esencia musical de la cultura afroperuana fuera de Chincha y del Perú. "Lo más maravilloso que tiene un ser humano es la libertad", comenta.
A sus 19 años, en 1982, Amador Eusebio Ballumbrosio Guadalupe dejó el campo, su ganado y a su familia en su natal El Carmen para perseguir su sueño de llevar la esencia musical de su cultura fuera de Chincha.
Con un cajón en mano, mucho talento y un manojo de metas en el corazón, ‘Chebo’ llegó a la capital peruana. Aquí, en medio de una sociedad a la que denomina “acogedora, pero llena de prejuicios”, su arte le dibujó un camino que tenía como destino su nueva familia: la carpa de La Tarumba.
“Fui invitado a un taller, en el que participó Estela de Ferrando, una de las cabezas de La Tarumba”, recuerda Amador. Este circo lo recibió en su carpa y en su mesa, creando “un vínculo familiar a través de la comida”.
Con el tiempo, dejó los talleres y se convertió en el alma de la música que vestiría el espectáculo de La Tarumba. “Pasé a formar parte de un equipo que, a pesar de los dolores y pérdidas del país, tenía como objetivo mirarlo con alegría y amor de un futuro mejor”, dice.
LA LIBERTAD MUSICAL
Quienes han presenciado un espectáculo de la compañía circense, fundada por Fernando Zevallos, habrán notado que la fiesta no solo se vive en el escenario, sino también en las islas instrumentales. Allí, un entusiasta ‘Chebo’ Ballumbrosio deja que su cuerpo fluya al ritmo de las melodías compuestas por su banda.
Gracias a su espíritu y la mística, que transmiten los músicos que lo acompañan, el público se traslada al universo que prepara este circo dentro de su carpa. “Los músicos respondemos a una forma, a una ideología para crear las melodías que necesita este espectáculo”, comenta Amador.
Lo único que se repite año a año, en la composición de las piezas que acompañan las funciones, es el trabajo en equipo. Ángelo se encarga de los ritmos y melodías, Iván de los vientos y Pablo de los bajos.
“Nunca conocí a una persona que me dé tanta libertad para hacer las cosas como Fernando Zevallos”, nos cuenta con satisfacción. “En La Tarumba me siento libre y lo más maravilloso que tiene un ser humano es la libertad”, dice Ballumbrosio.
“Es lo que me dio Fernando”, continúa el músico. “Celebro y creo en la libertad desde antes de empezar el espectáculo y también cuando estoy en el escenario”, sentencia ‘Chebo’.
Y es que la mística de su música no solo lleva impregnado el legado de la cultura afroperuana, sino que también carga con el espíritu de cada número presentado durante las funciones de esta emblemática carpa.
HERMANDAD EN LA BANDA
“Yo parto de la propia habilidad del músico, de la instrumentación que domina el músico y este aporte colectivo hace libre a cada uno de los músicos de componer y mostrar cada técnica”, reflexiona el director musical.
“Creo que la gente siente esta hermandad entre los ocho musicazos”, nos dice. "Cada uno de ellos, con su instrumentación, su tiempo, su valoración, su aporte, se han convertido en una pieza fundamental de este elenco musical. Siento que no podría bailar y fluir sin ellos", agrega.
Las luces y la acústica del circo hacen que 'Chebo' Ballumbrosio se transforme en el canal de las melodías que envolverán el trabajo que cada uno de los artistas en la carpa. Así el público se sumerge en el universo al que 'Ilusión', el nuevo espectáculo de La Tarumba, los transportará en cada función.
Amador Ballumbrosio tiene claro que su presente no sería posible de no haber cortado su lazo con su hogar. "El joven debe dejar el nido para poder volar, eso es lo que deben hacer y están haciendo las nuevas generaciones que protestan y marchan por nosotros", explica.
"Yo solo espero que esta sociedad siga cosechando ese espíritu que ama lo suyo, ese espíritu que valora a la familia, con menos racismo y que busca más educación", piensa. "No seamos canallas en ningún aspecto", finaliza.
Comparte esta noticia