La directora del Festival de Artes Escénicas de Lima profundiza en lo difícil que es sacar adelante un encuentro teatral en un país donde el apoyo del Estado es mínimo.
En la edición 2018 del Festival de Artes Escénicas (FAE Lima) se presenta la obra "Slap Talk" de la compañía británica Action Hero. El montaje, realizado en el Centro Cultural Cine Olaya de Chorrillos, dura 6 horas en las que asistimos a la performance de sus autores y protagonistas Gemma Paintin y James Stenhouse.
El riesgo que se toma en el FAE Lima es tal que nos cuestionamos qué futuro tendría este encuentro si no tuviera el apoyo de empresas privadas que precisamente se dedican a las artes escénicas como el teatro La Plaza y el Centro Cultural Peruano Británico, entre otros. Si bien el Ministerio de Cultura realiza un importante aporte, la realidad suele indicar que este tipo de iniciativas son un salto al vacío.
Lo sabe bien Marisol Palacios, directora del festival desde los tiempos de su nacimiento en la anterior gestión de la Municipalidad de Lima. Ignorado por el actual alcalde, el FAEL se convirtió en el FAE Lima pero los obstáculos siguen siendo los mismos, empezando por el presupuesto. Esto, en lugar de desanimarla, se convirtió en el mejor estimulante. "Hay una fuerza que te impulsa más allá de la razón y los obstáculos", asegura.
Si uno presta atención a los números al momento de organizar encuentros como el FAE Lima... no los haría.
Creo que no. Por lo menos a mí me motivan los obstáculos. Creo que tiene que ver con que yo crecí en el arte en un ambiente donde no había ninguna posibilidad: los años noventa. Fue como una gran escuela. Y lo veo de manera positiva porque en ese momento había que levantarse y construir igual. No había nada, no había dinero, ni voluntad. Había una guerra. Era duro. En ese ambiente crecí en el teatro y hacíamos las obras con muy pocos recursos. Tengo esa educación. No son los obstáculos los que me detienen, sino que me estimulan.
El nacimiento del FAE es una clara muestra de la lucha contra la adversidad. Un festival que nace como el FAEL y que luego es ignorado por las autoridades para luego ser rescatado por la empresa privada.
Fue un cuento mágico. Yo lo vi venir [que el FAEL ya no iba más] cuando estaba en la Municipalidad. No creía que fuera a ser reelegida la alcaldesa, que tenía toda la voluntad política para hacer de Lima una ciudad cultural. Lo vi venir y el último año, sin querer, se empezó a gestar lo que ahora es el FAE Lima. En un festival coincidimos la Municipalidad de Lima (representada por mí), el Ministerio de Cultura, el Centro Cultural de la Católica, el Centro Cultural Británico y el Teatro La Plaza. Esas cinco instituciones se encontraron en el Festival Santiago a Mil en Chile en 2014. Ahí decidimos que debíamos sacar adelante todo si pasaba lo que evidentemente iba a suceder. En enero del 2015 fue evidente que no se iba a continuar con la política cultural y empezamos a trabajar de manera consciente hacia este objetivo. Nos tomó dos años, no fue fácil. El presupuesto no llegaba ni al 10% de lo que teníamos. Pero había que construir, con poquito. Queríamos continuar con algo que había tenido buenos resultados no solo aquí sino en el extranjero. El FAEL ya era una plataforma importante para artistas de afuera y locales.
Aunque la respuesta pueda parecer obvia, muchos se preguntan… ¿por qué es importante este festival?
Las artes escénicas suelen verse como un escape a nuestra realidad y como entretenimiento. Por supuesto que tiene ese componente, pero no creo que sea el principal...
Y en su génesis el teatro era una plataforma para tocar temas sociales.
Para discutir y poder crear una distancia entre el hombre y su problema. Y esa perspectiva es la esencia. El teatro no va a desaparecer. Es importante este festival porque te estás mirando, porque hay un encuentro donde la problemática está reflejada en lo que vas a ver. No solo en lo que presente este país, sino los otros países. Cuando ves algo que te emociona, conmueve, cuestiona, que te produce cambio, sales de esa sala de otra manera. A mí me pasó y quiero que eso le pase a mi país. De pronto te vuelves una mejor persona. Cuando empecé a hacer teatro dejé de juzgar al ser humano de la manera en que lo hacía. De pronto comprendes la complejidad del ser humano. Esa complejidad está reflejada en una obra de teatro.
El FAE es una iniciativa eminentemente privada con el apoyo del Ministerio de Cultura. Pero la organización no deja de tener la ventaja de ser un grupo de empresas dedicadas al teatro, fortaleza que no tienen otras iniciativas. ¿Sigue siendo una labor titánica sacar adelante propuestas culturales como esta?
Todavía no entendemos la importancia de la cultura en la sociedad. Solo vemos qué reditúa. En términos económicos el FAE Lima no es tan grande todavía porque no tiene apoyo, pero no pensemos en eso. Pensemos en lo que socialmente implica una sociedad culta. Cuando nosotros como país, primero los gobernantes, veamos esa importancia y la reconozcamos lo que significa, entonces ahí van a cambiar las cosas y tendremos una mirada mucho más profunda de lo que somos.
EL SUEÑO DE UN LENGUAJE PROPIO
Marisol Palacios, como toda artista, está en constante búsqueda. Está convencida que el teatro es una herramienta que sana heridas y que, para que así sea, hay cicatrices que se tienen que remover. En su opinión, no es casualidad de que 25 años después de la captura de Abimael Guzmán el teatro peruano haya empezado a tocar las llagas. "Escuché alguna vez que el trauma recién se puede hablar después de 20 años. Y esto no es casualidad, por lo menos así lo observo yo", sostiene.
Aunque hoy en día hay muchos que dicen que el tema de la memoria está de moda, Palacios prefiere ser más cauta. "Hay algo que está sucediendo [en el teatro peruano] para bien. Y que la voz comience a escucharse en festivales como este está bien".
¿En qué consiste aquella voz, ese lenguaje?
Tengo, desde que esto era el FAEL, el sueño de encontrar un teatro peruano que sea muy representativo. No que hagamos como Argentina, Uruguay o Inglaterra. Sino encontrar un lenguaje propio. Eso toma tiempo, es un trabajo largo y por supuesto se toman referencias. Afuera, cuando vas a festivales, los programadores lo que buscan es una obra representativa. Que no quiere decir que busquen un teatro que solo vaya a os orígenes o las raíces, pero sí que sea muy original, que tenga el gen peruano. ¿Y por qué es importante un teatro peruano? Es importante porque es una voz que tenemos que sacar, que fue muy acallada, en una etapa muy dolorosa entre los años 80 y 2000. Fue un periodo de silencio,
Es interesante notar que desde hace algunos años el teatro peruano está tocando temas más profundos. Chela de Ferrari lo hace en La Plaza hablando de la unión civil y otros temas. Ya no solo vemos entretenimiento sino también temas sociales. ¿Es el camino del teatro ahora?
Yo tengo una mirada más comspasiva en ese sentido. Creo que fue necesario [dejar de tocar temas profundos]. El dolor era muy grande. Es mi punto de vista. Lo que vivimos en todos los sectores sociales... tuvo que cortarse esa relación con mirar la herida. Y eso fue lo que pasó en el teatro. Si se seguía explorando por ahí el público iba a desaparecer. Que fue lo que pasó: el público dejó de venir. Yo he hecho funciones con apagón. El miedo causó todo eso. Miedo a las bombas, miedo a la violencia, miedo a quedarse sin plata. Al desaparecer eso, la gente regresó. Hemos pasado del entretenimiento a los musicales, luego llegó un teatro más reflexivo. Y luego empezó un teatro más personal, que yo llamo teatro de autor. Pero ha sido un proceso.
¿Qué tan relevante es hoy en día el teatro peruano?
Creo que siempre lo ha sido. Yo he hecho obras, todas ellas muy comerciales, pero que hablaban de algo. Decir que no fue relevante… claro, puede ser que no haya captado al público, pero ahí está la trampa: que el autor se pare pensando “esto va a generar público”.. creo que ahora existe menos esa posición. Antes era necesario, antes había una urgencia. Estábamos cuidando que la llama no se apague y en los 90 la llama estaba apagándose. A los que la mantuvieron viva, les hago loas, porque la llama no se apagó. En ese momento mantener prendida esa llama era relevante. Agradezco a los actores, directores y autores que estuvieron cuidándola. Yuyachkani por ejemplo, fue importantísimo, en ese momento. El Galpón, Edgar Saba con todos los clásicos, Alberto ísola que no ha parado nunca. La palabra relevante es muy amplia, hay que tener una visión más global de las cosas.
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