La quinua se expandió a nivel mundial en los últimos años, siendo Estados Unidos el mercado con mayor demanda del grano ancestral peruano. En esta nota, conoce las cifras de exportación, la cantidad de empleo que genera y los retos que enfrenta por la competencia global.
Marisa Podestá Torres-Llosa, presidenta del Comité de Granos Andinos y Legumbres de la Asociación de Exportadores (ADEX), dio a conocer cuál es el panorama actual de la quinua y otros granos andinos originarios del Perú. Ello, bajo la celebración del Día de los Granos Andinos este 30 de junio.
La producción de quinua tiene un impacto social significativo, se estima que aproximadamente 125,000 familias productoras dependen directamente de su cultivo. Estas familias se encuentran principalmente en las zonas más pobres del Perú, como Puno, donde el 41 % de la población vive en pobreza, y Ayacucho, con un 39.6 %.
Así como estas regiones, también está Apurímac, Arequipa, Junín, Cusco y Huancavelica, que dependen de la quinua.
Podestá relató que los agricultores en estas regiones a menudo tienen muy pocas alternativas de cultivo, pero genera unos 5.9 millones de jornales de campo, además de empleos indirectos en procesamiento, transporte e investigación.
Cifras de producción y exportación
Perú produce aproximadamente 110,000 toneladas de quinua al año, con un rendimiento promedio de entre 1.6 y 1.7 toneladas por hectárea. De esta producción, después del procesamiento para quitar la saponina (un elemento que la hace amarga), quedan unas 90,000 toneladas.
Las exportaciones peruanas de quinua oscilan entre 50,000 y 55,000 toneladas anuales en un año normal. En los primeros meses de este año, las exportaciones crecieron un 12 %. Estados Unidos es el principal mercado exportador, seguido por Europa y Sudamérica. Otros mercados en crecimiento incluyen China y México, este último con una "explosión del mercado" que ahora demanda quinua orgánica.
La competencia en el mercado global
Perú y Bolivia fueron históricamente los principales productores de quinua, pero actualmente este cultivo se ha expandido a más de 120 países, incluyendo China, India, Estados Unidos, España y Canadá. Esta expansión ha generado una competencia global creciente, especialmente en términos de precios.
Por ejemplo, India ofrece quinua a $ 900 FOB, muy por debajo del precio de la quinua peruana, que se vende entre $ 2,400 y $ 3,200 FOB. Aunque la calidad del producto indio es inferior, su bajo costo lo hace atractivo en el mercado internacional, lo que representa una amenaza para los productores peruanos.
Ante este escenario, uno de los principales desafíos en Perú es la falta de mano de obra en la agricultura familiar, donde los productores suelen trabajar parcelas pequeñas de entre media y cinco hectáreas. Muchos de ellos siguen utilizando métodos tradicionales que datan del siglo XVI. Por ello, se plantea la necesidad de avanzar en la mecanización del cultivo para reducir la dependencia de la mano de obra y aumentar la eficiencia de la producción, adaptándose así a las exigencias del mercado global.
Otro aspecto fundamental es la inversión en semillas certificadas, para evitar la degeneración genética del cultivo y prevenir enfermedades. En este punto, Perú presenta una ventaja sobre Bolivia, ya que cuenta con el respaldo del INIA (Instituto Nacional de Innovación Agraria) y la colaboración de empresas privadas para producir y distribuir semillas de calidad. Esta estrategia es clave para asegurar la competitividad de la quinua peruana frente a la creciente oferta internacional.
Variedades y certificaciones de los granos andinos
Existen diversas variedades de quinua, incluyendo la blanca, roja y negra. En la quinua blanca, hay más de 10 o 15 variedades, con esfuerzos constantes en investigación para desarrollar nuevas que resistan enfermedades y sequías. La industrialización ha permitido eliminar la saponina, el componente amargo, lo que ha hecho la quinua más apetecible para los consumidores actuales.
Para competir en los mercados internacionales, los exportadores peruanos deben obtener numerosas certificaciones como BRCGS, certificaciones orgánicas (complejas de obtener para pequeños agricultores), y certificaciones religiosas como Halal y Kosher, demandadas por mercados como Estados Unidos, Europa (Reino Unido) y el mundo musulmán.
Marisa Podestá concluyó reiterando el orgullo por este "producto bandera" y la necesidad de protegerlo para asegurar el futuro de las familias agrícolas peruanas y el acceso de los consumidores nacionales a un alimento tan nutritivo.