Dentro de la capilla Santa Devota mientras la soprano entonaba un canto a la Virgen, la princesa cedió a la presión y emoción del momento y derramó algunas lágrimas.
Los príncipes Alberto II y Charlene de Mónaco se dieron hoy un nuevo baño popular tras la celebración de su boda religiosa, con un recorrido por lugares emblemáticos del Principado hasta la iglesia en el que la novia depositó su ramo.
La pareja salió de Palacio hacia las 16:30 GMT, cuando terminó su enlace, y en un descapotable, un Lexus LS 600h Landaulet concebido para la ocasión, se dirigieron hasta la capilla de Santa Devota, la misma en la que hace 55 años la fallecida Gracia entregó su ramo tras su boda con Rainiero III.
La ceremonia religiosa no se había caracterizado por el intercambio de miradas o comentarios cómplices entre la pareja, sino por la seriedad del nuevo matrimonio, con momentos de distensión escasos y puntuales, como cuando la soprano sudafricana Pumeza Matshikiza cantó justo después del intercambio de alianzas.
No obstante, una vez dentro de la capilla, mientras la soprano Marie-Clotilde Würz-De Baets, y su hija, de once años, entonaban un canto a la Virgen, la princesa cedió a la presión y emoción del momento y derramó algunas lágrimas.
La pareja había llegado a ese lugar apenas diez minutos después de salir de la plaza de Palacio y seguía acompañada por las siete damas de honor, representantes del Principado y de seis municipios colindantes.
La gente, no demasiado numerosa, saludó a la pareja durante el trayecto ondeando banderas monegascas y sudafricanas, tras lo cual los novios volvieron de nuevo a Palacio para hacerse los retratos oficiales y dirigirse posteriormente a la Ópera Garnier en la que tendrá lugar la cena oficial.
EFE
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