Esta portada de Útima Hora nos muestra al arquero Teódulo Legario en plena descarga musical. Legario fue autor de un valse en homenaje a los jugadores caídos del Ciclón, que se presentó en Lima el 8 de julio de 1953.
Por Efraín Trelles
La tragedia del 5 de julio de 1953 en el cruce de la muerte conmocionó a todos. Poco antes de las nueve de la noche de ese domingo, el tren de Ascope arrolló un ómnibus dejando 24 muertos regados en el arenal, doce de ellos jugadores del Juan Aurich que regresaban eufóricos a Chiclayo, tras haber derrotado en el Mansiche al Rambler de Salaverry.
Así se inició la dolorosa cadena de diligencias policiales, el ulular mortuorio de viejas ambulancias saturando la Panamericana Norte en una y otra dirección, la incredulidad, el estupor y, andando el tiempo, el amor eterno de los deudos a sus caídos. Hasta que llegó el olvido de los demás. Aunque felizmente ya no.
En las plazas de Trujillo y de Chiclayo la multitud se iba congregando mientras que por un altavoz se difundían las terribles noticias, se pedía médicos voluntarios y donantes de sangre. Sangre escarlata, el color del dolor. Doce jugadores muertos, entre ellos el Patrullero Gonzales, ex íntimo y técnico incipiente, José Castañeda, Marcelino Tello, José Navarro, el arquero Ugaz. Todo un equipo a la otra vida.
Qué esperanza nos queda en la vida
La muerte golpea a todos pero quizás quien más sintió la abrupta partida de amigos tan entrañables fue el arquero Teódulo Legario. Al momento de la tragedia Teódulo, ya con la trayectoria casi vencida, defendía la valla del Unión Callao. Pero él había sido por años baluarte del arco blanquiazul en cuyo medio terreno mandaba, precisamente, el Patrullero Alejandro González.
Como tantos amantes del fútbol, Teódulo Legario no aguantó el dolor y buscó descargar su pena de la manera más natural, emotiva y ancestral: cantándoles a los difuntos. A solas con su dolor, evocando tantos años juntos y acostumbrado a tapar en Alianza Lima viendo cómo González levantaba las manos en medio terreno como si fuera, efectivamente, un Patrullero dirigiendo el tránsito. O el Marcelino Tello, siempre aguerrido edil, o el cotizado José Castañeda.
Ellos muertos y Teódulo en lágrimas. Hasta que empezó a componer un valse en honor a los finaditos. No estaba solo, felizmente Teódulo Legario. Ni solo en el dolor, ni solo en la inspiración
Lo acompañaban, jovencitos, Fernando Loli, Jorge Casaverde y Carlos Valdivia. Ellos tres formaban el trío Tipuani y la composición en honor a los caídos del Aurich se tituló Desastre.
Acá la letra:
Qué esperanza nos queda en la vida
Que tristeza qué horrible dolor
Si el destino con mordaz crueldad
Veinticuatro vidas logró truncar
Y las lagrimas de madres y de hijos
Al saber la noticia surgen ya
No veremos mas pelotear
Las estrellas titilando están
Anunciando a ellos el lugar
Que en el cielo habrán de ocupar
Castañeda José era uno de ellos
Alejandro González y Ugaz
José Navarro y Marcelino Tello
Que en las canchas supieron bregar
Y ganaron
en Mansiche frente al Ramblar
un lugar
en la inmortalidad
La composición se estrenó el 8 de julio de 1953, en el aún vigente centro musical Tipuani, apenas tres días después de la tragedia que se llevó 12 jugadores del Aurich en una suerte de ofrenda masiva que, en el mejor estilo moche, ha ayudado a coronar el florecimiento de este Aurich campeón. Por eso hay que honrar a los mártires de 1953. Por amor y gratitud.
El verdadero mensaje
Pero hay más, mucho más en esta escena del veterano portero del Unión Callao rindiéndole homenaje a sus amigos desaparecidos en una emotiva canción. Lo del sacrificio humano del 53 y el florecimiento del 2011 está claro porque los dioses quitan y los dioses dan. Además allá en el Norte grande siempre fue así.
En cambio la composición del arquero del Unión Callao resulta tanto más conmovedora por su carácter natural y espontáneo pero, además, porque ilumina el panorama de una manera especial.
Lo digo porque no sé si a estas alturas se habrán dado cuenta ya que el compositor de esta sentida canción, Teódulo Legario, el popular “Tírate” Legario, es nada menos que el abuelo de Juan José Jayo Legario.
Allí está acaso la esencia del mensaje final. Atención Perú, atención aurichistas del planeta, atención así en la tierra como en el cielo, atención. Cuando el Aurich coronó en florecimiento su título, el capitán del cuadro rival era Jayo. Dicho en otros términos: cómo será de aleccionadora esta historia que, vista como corresponde con ojos aurichistas, resulta que cuando coronaste en triunfo el sacrificio de antaño, cuando te consagraste por fin campeón, hasta el abuelo del capitán de tu rival le había cantado a tus deudos.
Un país de desencuentros haría bien en calibrar la intensidad de semejante lección. El abuelo de tu encarnecido rival cantándole a tus muertos. Eso también es el Perú. Que Dios los bendiga y gracias por la atención.
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