´No quería ganar el Oscar porque es demasiado exagerado, habría dado demasiado peso a la película y quizá habría creado demasiada herida en Israel´, explicó Yaron Shani.
Una mención en el Festival de Cannes y una nominación al Oscar a la mejor película de habla no inglesa dan a entender el equilibrio ideológico de "Ajami", dirigida al alimón por el palestino Scandar Copti y el israelí Yaron Shani y en la que judíos, musulmanes y cristianos cruzan motivos y tragedias.
Esta visión honesta, dura y aún así conciliadora -que se estrena en España este fin de semana- se esfuerza por moderar, no obstante, sus ambiciones.
"No quería ganar el Oscar porque es demasiado exagerado, habría dado demasiado peso a la película y quizá habría creado demasiada herida en Israel", explicó en una entrevista con Efe Yaron Shani.
"Ajami" es el nombre de un barrio de la ciudad israelí de Jaffa, un mosaico de culturas y creencias que, lejos de provocar un crisol, crea una insostenible endogamia por partida triple cuyas pequeñas fugas están abocadas a la fatalidad.
"Lo interesante y complicado de lo que está pasando en Israel es que la gente conoce la historia de manera diferente. Para los palestinos, la creación del Estado de Israel fue un desastre. Para los judíos una salvación", explicó el realizador.
Por eso, la ambición de "Ajami", con una narración múltiple con personajes mayoritariamente jóvenes, es la de "mostrar la humanidad que existe en todos los bandos. No es un conflicto de buenos y malos, sino de personas con las que hemos querido que pueda identificarse todo el mundo".
Aunque "para los personajes el final es inevitablemente horrible, la película es esperanzadora en el sentido en que puede cambiar la visión del espectador", explicó.
Shani, experto en trabajar con actores no profesionales, fue el promotor de esta historia, también vista en la Mostra de Cine de Valencia (España) y en el Festival de Tesalónica (Grecia), y se unió a Copti, natural de Jaffa, tras conocerse en el del Festival Internacional de Estudiantes de Cine de Tel Aviv .
"Él me llevó de la mano y me sumergió en las aguas por las que navega la película" y, así, el proyecto creció dejándose llevar por la corriente. "No había guión. Sólo buscamos a personas que fueran similares a nuestros personajes y les dejamos interactuar".
El resultado llama a la matización en un conflicto internacional abordado a menudo de manera maniquea. "Yo creo que los políticos son perfectamente conscientes de la complejidad del asunto, pero toman sus posiciones en función de un objetivo y de unos intereses", reflexionó el director.
"Nos interesaba más lo humano, transmitir a la gente esta complejidad como principio para una solución", asegura. "En realidad, en Israel la gente hace una vida normal. Existen amenazas y controles a los que uno se acostumbra".
"También tenemos problemas más cotidianos de tráfico, salud o educación. La vida puede ser normal, y nuestra realidad es más amplia que la que se ve en las noticias", concluyó.
-EFE-
Esta visión honesta, dura y aún así conciliadora -que se estrena en España este fin de semana- se esfuerza por moderar, no obstante, sus ambiciones.
"No quería ganar el Oscar porque es demasiado exagerado, habría dado demasiado peso a la película y quizá habría creado demasiada herida en Israel", explicó en una entrevista con Efe Yaron Shani.
"Ajami" es el nombre de un barrio de la ciudad israelí de Jaffa, un mosaico de culturas y creencias que, lejos de provocar un crisol, crea una insostenible endogamia por partida triple cuyas pequeñas fugas están abocadas a la fatalidad.
"Lo interesante y complicado de lo que está pasando en Israel es que la gente conoce la historia de manera diferente. Para los palestinos, la creación del Estado de Israel fue un desastre. Para los judíos una salvación", explicó el realizador.
Por eso, la ambición de "Ajami", con una narración múltiple con personajes mayoritariamente jóvenes, es la de "mostrar la humanidad que existe en todos los bandos. No es un conflicto de buenos y malos, sino de personas con las que hemos querido que pueda identificarse todo el mundo".
Aunque "para los personajes el final es inevitablemente horrible, la película es esperanzadora en el sentido en que puede cambiar la visión del espectador", explicó.
Shani, experto en trabajar con actores no profesionales, fue el promotor de esta historia, también vista en la Mostra de Cine de Valencia (España) y en el Festival de Tesalónica (Grecia), y se unió a Copti, natural de Jaffa, tras conocerse en el del Festival Internacional de Estudiantes de Cine de Tel Aviv .
"Él me llevó de la mano y me sumergió en las aguas por las que navega la película" y, así, el proyecto creció dejándose llevar por la corriente. "No había guión. Sólo buscamos a personas que fueran similares a nuestros personajes y les dejamos interactuar".
El resultado llama a la matización en un conflicto internacional abordado a menudo de manera maniquea. "Yo creo que los políticos son perfectamente conscientes de la complejidad del asunto, pero toman sus posiciones en función de un objetivo y de unos intereses", reflexionó el director.
"Nos interesaba más lo humano, transmitir a la gente esta complejidad como principio para una solución", asegura. "En realidad, en Israel la gente hace una vida normal. Existen amenazas y controles a los que uno se acostumbra".
"También tenemos problemas más cotidianos de tráfico, salud o educación. La vida puede ser normal, y nuestra realidad es más amplia que la que se ve en las noticias", concluyó.
-EFE-
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