El comentarista deportivo Luis Arturo Cáceres recuerda desde Argentina al fallecido periodista radial Álvaro Ugaz Otoya.
Por Luis Arturo Cárceres
Lo conocí apenas ingresé a RPP en 1998, era uno de los pocos que me decía Lucho, sobrenombre que nunca fue mi predilecto, pero que de él sonaba de forma tan natural y amistosa como era su personalidad. Siempre lo admiré por su impecable estilo y esa sonrisa a flor de labios que lo acompañaba y nos nutría a quienes tuvimos el honor de compartir cabina y tantas horas de trabajo. Hincha del fútbol y la vida, compartíamos otra pasión que era la de ser arqueros en los torneos internos de la radio. El "Pato" trasladaba esa calidad desde el micrófono a los guantes con la misma simpleza y carisma que nos cautivaba a todos.
Mis recuerdos más concretos se remontan a nuestro viaje al mundial de Alemania en el 2006, en donde convivimos más de 40 días, allí disfrutamos de nuestro trabajo y aprendimos a conocernos aún más. Alvarito siempre estaba dispuesto a ayudar aún cuando no se lo pidiéramos, sea en una nota o en algún aspecto técnico que nos complicara porque así era él, era de aquellas personas en las que uno siempre podía confiar no sólo por saber que nos iba a ayudar, sino que además lo iba a hacer bien.
Compartió su cuarto con Roberto Zegarra y era sin duda el más ordenado de la casa. Se levantaba primero que todos y jamás le escuché una queja. Su imagen al llegar al centro de prensa y encontrarlo ya allí despachando se me hace ahora tan cercano como grato, pues así lo recordaré siempre, revisando los diarios, indagando por la noticia, disfrutando su pasión por el periodismo.
Hubo dos momentos en los que compartimos de manera exclusiva al margen de nuestro querido equipo de trabajo. Uno cuando fuimos a estos parques muniqueses donde se transmitían los partidos y en donde jugamos un partidito de fútbol con nuestros ocasionales compañeros y rivales, antes de emprender una espectacular corrida para resguardarnos de la tormenta que no tomó sin previo aviso.
Y el otro, cuando yo emocionado lo fui a buscar a la casa para rogarle que me acompañara a ver el show de una chica que acababa de conocer en el tren. Mucho tuvo que ver su presencia y apoyo aquella mágica noche para que después ella fuera mi novia, porque la confianza que Álvaro me inspiró con esa incomparable sonrisa y esa buena onda inacabable eran signos distintivos y excluyentes de un amigazo como él.
Hoy desde Buenos Aires lamento no poder estar a su lado para darle el último adiós y mi más sentido pésame a Juliana Oxenford y su familia. Por eso le escribo estas líneas para recordarlo como el admirado colega y el queridísimo amigo que fue y será por siempre.
Sólo he leído y escuchado apalabras coincidentes en el cariño que él sembró y ahora recibe porque tú sabes Alvarito querido que lograste esa admiración y cariño desde tu manera más auténtica de ser y eso nunca cambiará en nuestra memoria. Te quiero mucho "Pato".
Tu amigo Papel
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