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Aventureros siguen tras huella del tesoro en isla de Robinson Crusoe

Escenario de confinamiento del verdadero Robinson Crusoe, refugio de piratas y prisión de malhechores, el archipiélago Juan Fernández sigue en la mira de los aventureros.

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El archipiélago Juan Fernández guarda en sus entrañas decenas de misterios y más de un tesoro que un obstinado estadounidense está empeñado en desenterrar.

Enclavado en el Pacífico, a unos 670 kilómetros del litoral central del Chile continental, sus cerca de 900 habitantes son los herederos y guardianes de una historia cargada de leyendas.

Fue el español Juan Fernández el primer europeo que descubrió este archipiélago el 22 de noviembre de 1574, cuando se internó mar adentro para buscar una ruta de navegación más rápida entre Perú y Penco, a unos 500 kilómetros al sur de Santiago.

Años después de tomar posesión de las islas, los colonizadores españoles la abandonaron y, por su situación privilegiada en el Pacífico Sur, se convirtieron en refugio de piratas y corsarios, especialmente ingleses y franceses.

Así lo relata Victorio Bertullo, historiador y encargado de la biblioteca de la isla Robinson Crusoe, la única habitada del archipiélago, que está compuesto además por el cercano islote Santa Clara y por la isla Alejandro Selkirk, a unos 180 kilómetros de distancia.

Esa biblioteca es lo único que han podido reconstruir después de que el tsunami de 2010 arrasara con la casa de la cultura, además de barrer gran parte del poblado San Juan Bautista y, lo peor de todo, con dieciséis vidas, entre ellas la de un turista español.

Con la avalancha de agua se fueron también numerosos ejemplares en varios idiomas de Robinson Crusoe, la novela que Daniel Defoe publicó en 1719 y que está inspirada en las aventuras que el marinero escocés Alejandro Selkirk vivió en estas lejanas tierras.

Selkirk fue abandonado como castigo por no obedecer las órdenes del capitán Stradling, del navío Cinque Ports, en 1704, y permaneció solo durante cuatro años y cuatro meses, hasta que en febrero de 1709 fue rescatado por el capitán Woodes Rogers, del barco inglés "Duke".

En ese tiempo, asegura el historiador, el marinero escocés vivió durante una época donde actualmente se encuentra el poblado San Juan Bautista, alrededor de Bahía Cumberland, y trepaba la empinada ladera hasta lo que hoy se conoce como ‘el Mirador de Selkirk’.

Ese es, de hecho, el único punto de la isla donde se pueden contemplar las dos laderas del engranaje montañoso que la divide: a la izquierda, la bahía y el poblado de San Juan Bautista; a la derecha, riscos, acantilados y laderas de un verde inmaculado.

A apenas dos kilómetros de esa vertiente prácticamente virgen se levanta el islote de Santa Clara. Y mientras el visitante contempla el espectáculo que antaño presenció Selkirk, una tenue bruma avanza por el horizonte y cubre con un manto blanco ese entorno paradisiaco.

A unos quince minutos en bote desde Bahía Cumberland se puede arribar a Puerto Inglés. En esa pequeña cala empedrada está la llamada Cueva de Robinson Crusoe, en la que vivió Alejandro Selkirk.

"La historia dice que ese fue su primer refugio, pero conforme se fueron agotando los chivos (cabras) que sacrificaba, y para que no le descubrieran los barcos españoles, tuvo que trasladarse a otro sector que se llama Buenas Aguas", cuenta Rudy Aravena, expresidente de la Cámara de Comercio y Turismo de la isla.

"Hay arqueólogos del National Geographic que encontraron una brújula y se dio data de que allí tuvo su segunda casa", añade.

Pero Puerto Inglés es también el epicentro de la perseverante búsqueda de Bernard Keiser, un holandés nacionalizado estadounidense que desde 1995 ha invertido miles de dólares en intentar hallar algún tesoro escondido.

Uno de ellos podría haber sido enterrado en 1714 por el español Juan Esteban Ubilla y Echevarría y estaría compuesto por 800 barriles de oro valorados en 10.000 millones dólares, cien cofres con plata, piedras preciosas y una rosa de oro y esmeraldas.

"Hace dos meses estuvo aquí, al parecer con intenciones de renovar el permiso", asegura Alfonso Andaur, guardaparques de la isla.

"Creo que estaría viniendo en octubre a hacer nuevos sondeos para ver si efectivamente está donde él cree", confirma el alcalde, Leopoldo González, que cree que, al haber sido paso obligado de piratas y corsarios, en la isla debe haber "más de un tesoro".

En efecto, más de algún tesoro hay, y muchos de ellos están a la vista de todo aquel aventurero que desembarque en estas costas de leyenda.

EFE

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