La nueva favela es habitada en condiciones infrahumanas por unas 2.000 familias. No tienen agua potable, ni alcantarillado y tan solo dispone de dos retretes.
Unas 2.000 familias se han instalado en condiciones infrahumanas desde hace siete meses en una fábrica abandonada de Río de Janeiro, que se ha convertido en una favela insalubre, ante la imposibilidad de seguir con el pago de crecientes alquileres de sus viviendas en barriadas pobres vecinas.
La nueva favela, surgida a toda velocidad en un exiguo espacio de 12.000 metros cuadrados, no tiene agua potable, ni alcantarillado ni recogida de basuras, y tan solo dispone de dos retretes para los miles de personas que se apiñan en el interior de este almacén de la antigua fábrica de plásticos Tuffy Habib.
El sistema de ventilación es prácticamente inexistente, con lo que el aire no circula, es casi irrespirable y el recinto se ve constantemente inmerso en sus propias pestilencias.
El paisaje de la denominada "Nueva Tuffy" es un laberinto de tugurios minúsculos, construidos con chapas, tableros de aglomerado, cartón y plásticos, y una maraña de cables que llevan la electricidad de forma irregular a muchas de las chabolas.
Las callejuelas que se forman entre las viviendas son estrechas incluso para los patrones habituales de las favelas brasileñas y obligan a los habitantes a pararse en cada recodo para ceder el paso a quien anda en sentido contrario.
Decenas de residentes dijeron este miércoles a Efe que se mudaron a la fábrica porque no podían pagar el los alquileres en las favelas del vecino Complexo do Alemão, donde vivía la mayoría de ellos.
La especulación inmobiliaria en el Complexo do Alemão, un conjunto de favelas ubicado en la zona norte de Río, muy lejos de las áreas turísticas, fue una consecuencia de la política de "pacificación" impulsada por el Gobierno de Río, que en 2010 expulsó a las bandas de narcotraficantes que habían dominado la zona los anteriores 30 años.
"No es bueno vivir aquí. Vivimos aquí porque no tenemos donde ir. Si no estuviéramos aquí, tendríamos que ir debajo del puente", dijo a Efe María de Lourdes Araújo Cavalcante, una desempleada que reside hace siete meses en la fábrica.
La policía ha visitado las instalaciones para averiguar si albergaba a narcotraficantes huidos, pero, según los vecinos, no hay criminales en el lugar.
Una semana después de que los primeros habitantes invadieron la fábrica, el pasado 23 de marzo, un juez ordenó el desalojo de los ocupantes, pero la decisión no se ha hecho efectiva.
La ocupación de esta favela prácticamente coincidió con el tumultuoso desalojo de otra planta industrial invadida, que pertenece a la telefónica Oi, donde se instalaron cerca de 5.000 personas.
La orden de desalojo, puesta en práctica el pasado abril, derivó en disturbios que se saldaron con 16 heridos, 27 arrestados y numerosos daños a autobuses, vehículos particulares y sucursales bancarias.
La Alcaldía de Río se comprometió a comprar el terreno de esa planta para construir viviendas populares, pero en el caso de la fábrica Tuffy Habib todavía no hay una decisión.
Según el diario O Globo, está previsto que el Gobierno de Río de Janeiro realice una reunión en las próximas semanas para determinar cuándo cumplirá la orden de desalojo, una decisión difícil en plena campaña electoral y en momentos en que el gobernador regional, Luiz Fernando Pezao, aspira a un mandato de cuatro años.
Mientras tanto, en los estrechos callejones de la fábrica corren rumores esperanzadores, con total probabilidad infundados, de que la presidenta brasileña, Dilma Rousseff, habría prometido que esta sería la última ocupación que sería respetada.
EFE
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