Este domingo la Iglesia celebra el día de la Sagrada Familia. Conoce un poco más sobre la familia de Jesús y cómo ésta puede dar luces a las familias de hoy.
Cuando se marcharon los magos, el ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: “Levántate, coge al niño y a su madre y huye a Egipto”.(Mt 2,13-15.19-23)
Reflexión del Padre Clemente Sobrado
Con frecuencia mistificamos a la Sagrada Familia. Claro, pensamos en las tres personas que la componen y todos nos imaginamos que aquello debió ser “vida y dulzura y esperanza nuestra”. Y no cabe duda alguna que, hacia dentro, la Familia de María y José y Jesús debió vivir una riqueza de vida.
Pero olvidamos que la Sagrada Familia: fue una familia normal como cualquier otra familia. Que para comer había que trabajar. Y no siempre había trabajo en la carpintería. Y que María iba al mercado y tenía que pagar como el resto de las vecinas. Y que cada día tenía que cocinar, barrer, lavar la ropa, los platos y encender el fuego.
Suponemos que la leña la sacaría del taller. ¿Estaría José del mismo humor todos los días? ¿Alguien se imagina que algún día le diese un grito al niño por agarrar la garlopa o el cepillo o el martillo que luego dejaba tirado en cualquier lugar?
La Sagrada Familia vivió una vida normal, la de cualquier familia del pueblo. Pero hay algo más todavía. La Familia de Jesús sabe mucho de lo que es vivir en la inestabilidad. De Nazaret a Belén. De Belén a Egipto. De Egipto a Nazaret. Y que conste que entonces no había carros ni trenes. Que todo eso había que hacerlo a pie.
Una familia “de emigrantes”. Pero de emigrantes que tienen que huir con lo puesto. Y que como toda familia de emigrantes es mal vista y tiene que sentirse extraña y marginada. En Belén nadie la esperaba. En Egipto tampoco. Y no es nada fácil abrirse camino en tierra extraña y entre extraños.
Para nadie es un secreto la cantidad de familias que hoy se ven desarraigadas de su propio terruño y obligadas a emigrar. Unas porque también corren peligro donde están. Y otras porque la vida les exige salir a la aventura de buscar fuera y lejos lo que no encuentran en su propia tierra.
Durante el terrorismo: ¿cuántas familias han llegado a Lima? ¿Y quién salió a recibirlas? ¿El Estado? ¿La Iglesia? Al contrario, las ciudades tienen poca acogida para los que vienen de fuera. Los escupe a los arenales bajo unas esteras. ¿Y dónde están los derechos humanos de las familias que, movidas por su pobreza emigran hoy a los países ricos?
Familias indocumentadas, que tienen que vivir a salto de mata, para que la policía no dé con ellas. ¡Cuántas vidas se han quedado en el mar, queriendo pasar de Africa a Europa!
¡Y cuantos han sido atrapados por la policía cuando se arriesgaban a ingresar como informales en Estados Unidos! En el día de la Sagrada Familia, no podemos ser insensibles a estas realidades que están ahí. Y que tienen que ser algo más que una simple noticia periodística.
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