Científicos de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) desentrañaron el misterio del por qué a los perros les gusta morder huesos, sean estos sintéticos o de verdad.
Científicos de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) desentrañaron el misterio del por qué a los perros les gusta morder huesos, sean estos sintéticos o de verdad.
Un estudio reveló que estos animales heredaron genéticamente el gusto por roer, gracias a los cambios evolutivos de sus ancestros, los cánidos -lobos, zorros, chacales- que tenían el instinto de rasgar a sus presas con su mordida, cuando hace ocho millones de años tuvieron que empezar a cazar en manada para alimentarse de animales mucho más grandes que ellos.
El doctor Joao Muñoz-Durán, profesor investigador del Departamento de Biología de la UNAL, explicó que en medio de lo complicado que se volvió para los cánidos cazar ungulados (mamíferos con casco y pezuña, como los caballos o cabras), por ser animales muy pesados y fuertes, se producía un forcejeo que impuso un montón de estrés mecánico sobre el cráneo, las mandíbulas y la morfología general en los ancestros de los perros.
"Necesitaban dientes puntiagudos para poder perforar y sostener la presa", anotó el investigador. "Con el tiempo, después de muchas generaciones de intentar cazar de manera más efectiva, se generó una presión de selección natural", añadió según recoge Infobae.com.
Pese al proceso de domesticación y la generación de muchas razas aún se mantiene esa capacidad de roer la presa, por ello, aunque el perro realmente no necesite cazar para sobrevivir, heredaron genéticamente el gusto de morder huesos sean sintéticos o de verdad.
"En sus genes hay algo que les dice que hay que correr detrás de una presa, que hay que sacudirla. Y eso es lo que hacen cuando juegan", concluye Muñoz-Durán.
Las conclusiones del estudio de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) fueron presentadas en el Primer Congreso Conjunto de Biología Evolutiva en Ottawa, Canadá.
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