Los niños o niñas que presencian la violencia ejercida entre sus padres, también van a ser víctimas de ello, con serias secuelas psicológicas.
“Los niños y niñas no son víctimas solo porque sean testigos de la violencia entre sus progenitores, sino porque ‘viven en la violencia’. Son víctimas de la violencia psicológica, a veces también física, y crecen creyendo que la violencia es una pauta de relación normal entre personas adultas”. (Save the Children)
Se entiende por violencia familiar cualquier acto que ponga en riesgo la salud física y emocional de una persona, mediante el uso de la fuerza o las amenazas.
Es, además, un problema social que afecta, sobre todo, a las poblaciones más vulnerables en función de su sexo, edad y condiciones físicas, entre las que se comprenden mujeres, niñas, niños, personas adultas mayores o con alguna discapacidad.
La violencia familiar no diferencia sexo, raza, edad o condición social; se produce en diversos escenarios de la sociedad. Un hogar que vive en un contexto cotidiano de violencia, donde el hombre agrede física o verbalmente a la mujer delante de sus hijos o hijas, va a convertir a estos últimos también en víctimas de esa violencia.
¿De qué manera afecta a los niños o niñas que crecen en un ambiente de violencia familiar? En primer lugar, va a perjudicar su desarrollo evolutivo a corto, mediano o largo plazo; inevitablemente les originará secuelas físicas, emocionales y psicológicas. Serán más vulnerables que aquellos que viven en hogares pacíficos.
Los niños y niñas afectados por la violencia ejercida por sus padres, pueden sufrir de insomnio, falta de concentración y escaso rendimiento escolar, enuresis, terrores nocturnos, falta de apetito, ira, depresión, estrés, ansiedad, entre otros.
El menor que presencia las peleas entre sus progenitores, reaccionará con violencia y sufrimiento movido por la angustia de ser parte del modo de actuar violento de sus padres. Muchas veces aprenden a reprimir sus emociones o necesidades, y a estar siempre alertas ante cualquier hecho que pudiera suscitarse en el hogar.
Los hijos e hijas de la violencia no siempre van a ser consecuencia de situaciones violentas en su hogar; el hecho de que sus padres no lleven una buena relación, tengan un trato frío; que compartan el mismo hogar, pero sin amor, y que no se separan por no afectar a sus hijos, puede ser igual de perjudicial para el niño o niña.
Si las parejas que sostienen una mala relación, son indiferentes o están separadas, se preocuparan del futuro de sus hijos e hijas, demostrándoles afecto, así sea por separado, los menores crecerían en una situación menos traumática; y de adultos procurarían modificar ese modelo de conducta al momento de formar su propia pareja.
Si bien no es una tarea fácil educar a un hijo; es importante proyectarse en su futuro evitándoles situaciones confusas de violencia y traumas emocionales; pues ellos, a la larga, son una proyección de lo que recibieron en su infancia.
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Producción: Amelia Villanueva Ramirez
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