Durante la adolescencia, los jóvenes empiezan a tomar riesgos y a experimentar. Ellos se comportan de esta manera debido a que están pasando de un mundo centrado en la familia a un mundo centrado en la comunidad, dentro de la cual empezarán a definir su propia identidad.
Es posible que escojan amigos que no les agraden a sus padres y que prueben alcohol u otras drogas. También es posible que usen ropa a la moda y propia de su generación, empiecen a comparar el estilo de vida de sus familias con el de otras familias, o rompan las reglas impuestas por sus padres o por la comunidad.
La crisis de la adolescencia es más frecuente de lo que podemos llegar a pensar. Casi todos los adolescentes atraviesan esta crisis. Pero aunque la mayoría la atraviesa de una forma más o menos inadvertida, otros tendrán una crisis de adolescencia más “conflictiva”. Este trastorno viene provocado por las muchas alteraciones que sufren a esa edad: los cambios corporales, la aceptación del nuevo cuerpo, la sexualidad,... todos estos factores provocan perturbaciones más o menos profundas y/o duraderas en el joven. El adolescente, intentando obtener más autonomía y liberarse de la influencia paterna, adopta comportamientos de oposición hacia ellos.
Los conflictos familiares continuos son un signo de crisis, pero no constituyen los únicos: el adolescente puede realizar modificaciones drásticas en su apariencia, puede encerrarse en sí mismo, adoptar conductas de riesgo (adicciones), mostrar una conducta violenta, etc. Estas circunstancias son realmente preocupantes cuando llegan al exceso, pues confirma la existencia de un sufrimiento en el adolescente que no sabe administrar.