La depresión es un cuadro que tratado a tiempo puede no complicarse y también impedir sufrimientos inútiles.
La depresión se caracteriza por presentar varios síntomas que la definen: Decaimiento, pensamientos negativos y tristes, falta de ganas y fuerza y muchas veces ideas suicidas o auto destructivas. Para manejar, a nivel familiar, una depresión hay que tener en cuenta estos cuatro factores:
• Es un cuadro que tiene que ser visto por el psiquiatra o un terapeuta, pues son ellos los que podrán evaluar la profundidad del mismo y el tratamiento a seguir.
• Mientras dure la depresión un familiar deberá acompañar todo el tiempo posible al paciente pues de esa manera tiene con quien conversar, lo estimula psíquicamente, y lo controla por precaución.
• Impedir que se aísle exageradamente pues su tendencia es encerrarse, no hablar con nadie, apagar las luces o no comer. Habrá que vigilar esto mientras el tratamiento hace efecto.
• Finalmente la familia cercana suele estar en condiciones para detectar cual ha sido la causa de su depresión y de esta manera colaborar con el terapeuta al proporcionar datos que el mismo paciente suele negar u ocultar.
Sabemos que la depresión es el mal del siglo. También sabemos que si este desorden no se trata aumentará progresivamente hasta llegar a volverse crónica e invalidarnos, por ello deviene fundamental hacer el diagnóstico rápido para luego acudir a buscar tratamiento.
Pero ¿a quién le toca el hacer el primer diagnóstico de depresión? Nada menos que a los miembros de la familia. En efecto, casi todas las familias, están aprendiendo a ser la primera voz de alarma para informar al médico que un pariente está mal, y así poder leer las señales de esta tristeza para buscar la solución. Por ello daremos los 4 principales síntomas con que empieza un cuadro depresivo para que el pariente más observador advierta y de la señal de alarma.
• La aparición de estados de cansancio en la mañana para luego, en la tarde estar mejor. Por lo general los depresivos se animan y mejoran por la noche.
• La progresiva pérdida de interés en actividades sexuales o pérdida de deseo erótico lo que se pone de manifiesto por la reducción de la frecuencia sexual o por la pérdida de potencia.
• Alteraciones en el sueño. Se trataría de personas que se despiertan muy temprano y ya no pueden conciliar el sueño, así, a las 4 a.m. empieza el insomnio y se levantan para deambular por la casa.
• Cambio en los estados de ánimo, pudiendo la persona manifestar llanto inmotivado, decepción de la vida o rabietas intempestivas por cosas vanas.
Nuestra invitada: Dra. Matilde Caplansky – psicoanalista
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Producción: Claudia Alarco La Cruz
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