Los residuos de crudo en mares y océanos interrumpen la capacidad de las células cardíacas de los peces.
El derrame petrolífero que tuvo lugar en el Golfo de México en 2010 tras explotar una plataforma operada por la británica BP provocó daños en los atunes de la zona que pueden conducir a paros cardíacos y muertes súbitas, según un nuevo informe.
El estudio, realizado por investigadores de la Universidad de Stanford y la Administración Nacional de Océanos y Atmósfera de Estados Unidos (NOAA), salió publicado este viernes en la revista Science.
Los investigadores descubrieron que los restos de crudo interfieren con las células cardíacas de los peces y llevan a un menor ritmo cardíaco y pulsaciones irregulares que pueden conducir a paros cardíacos y la muerte repentina de los animales.
Aunque se sabía que el petróleo es tóxico para los peces en desarrollo, no se conocían con claridad los mecanismos fisiológicos subyacentes que conllevan a efectos negativos.
Los científicos de la universidad californiana de Stanford y la NOAA descubrieron que los residuos de crudo en mares y océanos interrumpen la capacidad de las células cardíacas de los peces de latir de forma efectiva.
"La capacidad de las células del corazón para latir depende de su capacidad para transportar iones esenciales como el potasio y el calcio rápidamente", explicó la investigadora de Stanford Barbara Block en un artículo en la página web de la universidad.
La científica recordó que ese proceso es común a todos los vertebrados y el crudo interfiere con ese sistema vital para el funcionamiento adecuado de las células cardíacas.
El vertido del Golfo de México comenzó cuando estalló la plataforma Deepwater Horizon operada por BP y se hundió en el mar el 20 de abril de 2010.
Once personas murieron en el incidente, en el que se derramaron más de cuatro millones de barriles de petróleo.
Fueron necesarios 85 días hasta que finalmente se pudo taponar el pozo petrolífero Macondo.
El presidente estadounidense, Barack Obama, describió entonces el incidente como "el peor desastre medioambiental que Estados Unidos haya encarado jamás".
EFE
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