Y es que el silencio, la represión y la censura han sido la única respuesta del gobierno , que se escuda en el desarrollo económico para rechazar investigar el caso.
El 23 aniversario de la matanza de estudiantes de Tiananmen no ha escapado al control y silencio oficial reinante durante las dos últimas décadas, si bien este año ese aniversario se vive en China con la esperanza de los familiares de las víctimas de que la situación cambie con los próximos líderes del país.
"Esperamos que la nueva cúpula dirigente tenga el valor y la visión de reevaluar lo sucedido el 4 de junio, poner fin a la dictadura obsoleta y promover las reformas políticas, económicas y sociales".
Éste es el reclamo de la agrupación las "Madres de Tiananmen", que reúne a 127 familiares de las víctimas de 1989 que se manifestaban contra la corrupción y a favor de las reformas.
En una carta abierta dirigida al Gobierno de Pekín, las Madres de Tiananmen se hicieron eco de las palabras del primer ministro chino, Wen Jiabao, el pasado febrero, cuando alarmó con una segunda "Revolución cultural" si no se llevan a cabo las reformas políticas "necesarias".
A pesar de las palabras de Wen, el escepticismo, fruto de años de lucha sin éxito, se apodera de Zhang Xianling, una de las fundadoras de la agrupación de familiares: "No creo que cambie nada después de octubre", señaló hoy a Efe.
Y es que el silencio, la represión y la censura han sido la única respuesta del Gobierno de Pekín, que se escuda en el desarrollo económico del país para rechazar una investigación de la matanza perpetrada por el Ejército chino la madrugada del 3 al 4 de junio de 1989.
"Ya ha habido una clara conclusión sobre el incidente ocurrido hace más de 20 años", señaló hoy el portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores, Liu Weimin, en una rueda de prensa.
Este aniversario coincide con un momento de tensión para el Ejecutivo chino, a cuatro meses de ver renovada su cúpula de dirigentes y tras los escándalos en torno al destituido político Bo Xilai o la escapada del disidente ciego Chen Guangcheng.
Precisamente, el caso de Bo, del ala más conservadora del Partido y cuyo padre fue uno de los defensores de la entrada de tanques en la famosa plaza, destapó la pugna por el poder que se vive en China ante el cónclave -previsto inicialmente para octubre- del que saldrán los líderes del próximo decenio.
Estas diferencias internas se trasladan también a las reacciones ante el aniversario, como es el caso de Chen Xitong, alcalde de Pekín en 1989 y que se ha convertido en el primer dirigente comunista coetáneo de la matanza que habla sobre lo ocurrido.
"Fue una tragedia lamentable que se podía haber evitado", afirma el ex regidor en el libro "Conversaciones con Chen Xitong", un compendio de entrevistas con el investigador Yao Jianfu realizadas entre el año pasado y éste, presentado el pasado viernes en Hong Kong.
Acerca de las informaciones que apuntan a numerosas detenciones de activistas con motivo de la víspera de la matanza, Wong Sum-Lung, un estudiante hongkonés residente en Londres que ha codirigido las protestas de hoy frente a la Embajada de China en la capital británica, dijo por teléfono a Efe:
"No me sorprende, es algo habitual. Todos los años la policía detiene activistas en los prolegómenos del aniversario, pasa regularmente".
"Cada vez hay más presión", destaca Songlian Wang, de la organización "Chinese Human Rights Defenders", segura de que el Gobierno ha conseguido que "no se hable del tema" a través de un aparato de censura y de control "muy efectivo".
Aunque hoy las calles de Pekín aparentaban normalidad, la vigilancia destacaba por el despliegue de "brazaletes rojos", voluntarios que se congregaban en las avenidas principales de la capital pequinesa dispuestos a denunciar cualquier acto sospechoso que pudiera alterar el orden en el aniversario del trágico suceso.
Ese estrecho control se palpa también en parte de la población, desconocedora, incluso, de la fecha de la matanza, como confirmó a Efe una trabajadora procedente de una provincia próxima a Pekín que no quiso dar su identidad.
A diferencia de ella, la información es mayor entre la comunidad universitaria: "Yo sé lo que ocurrió y mis amigos también. Nos lo contó un profesor de la universidad un día, pero no solemos hablar de ello. Es un tema problemático", explica a Efe una joven estudiante, quien insiste en mantener su anonimato por temor a represalias por hablar del "4 del 6" (4 de junio).
"Los estudiantes tienen mucha pasión, pero en nuestro país somos muchos y el Gobierno tenía que hacer algo. Aquí las reformas no se pueden hacer así", explica la universitaria reproduciendo, en cierto modo, la visión oficial sobre lo ocurrido.
A pesar de ello, reconoce que el Gobierno "debería dejar atrás el silencio y hablar de lo ocurrido para defender su decisión en aquel momento. Ser más transparente".
EFE
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