Casi veinte años después de la caída de la Unión Soviética (URSS), la región rusa del Cáucaso Norte aún mantiene su imagen de territorio imbuido por la violencia.
Casi veinte años después de la caída de la Unión Soviética (URSS), la región rusa del Cáucaso Norte aún mantiene su imagen de territorio comanche, imbuido por la violencia, las costumbres feudales y tradiciones atávicas como la venganza de sangre.
"Es verdad, nos gusta disparar, nuestras tradiciones apenas han cambiado a lo largo de los siglos y tenemos un problema de imagen, pero estamos intentando cambiar", reconoció a Efe Samán Balakov, viceministro de Turismo de la república de Chechenia.
Pasan los años y el Cáucaso sigue siendo un lugar tabú para las guías turísticas como Lonely Planet, que sigue aconsejando a sus lectores no viajar a las repúblicas norcaucásicas rusas como Chechenia, Daguestán e Ingushetia, de mayoría musulmana.
Los extranjeros llegan a Rusia con la intención de pisar el adoquinado de la Plaza Roja de Moscú, visitar el Hermitage de San Petersburgo o las murallas de Veliki Novgorod, pero eluden desplazarse al sur del país.
Incluso los turistas rusos han declinado viajar al Cáucaso, región montañosa que se encuentra entre los mares Negro y Caspio, y que es famosa por sus paisajes abruptos y pintorescos.
La excepción son los famosos balnearios de Mineralníe Vodi, creados poco después de la fundación de la Unión Soviética y que funcionan los 12 meses del año.
"El Cáucaso es como una esquina del paraíso. Ahora, somos la república más pacífica de Rusia. En Moscú hay más criminales que en Chechenia", insistió Balakov, que recordó que el Gobierno chechén ha invertido mucho dinero en la reconstrucción de la capital, Grozni.
Grandes escritores rusos como León Tolstoi y Mijaíl Lérmontov se enamoraron de esa región y de sus gentes, y dedicaron varias de sus novelas a describir esa tierra sin ley.
"Hay que cambiar las armas por los estudios y el deporte. Por eso hemos construido muchas escuelas e instalaciones deportivas para que los jóvenes no caigan en la tentación de echarse al bosque", señala Balakov.
Incluso después de que el imperio ruso se lo anexionara, el Cáucaso siempre fue un territorio indomable, rebeldía que le valió la deportación de cientos de miles de sus habitantes a Siberia por orden de Stalin por supuestamente colaborar con los nazis durante la Segunda Guerra Mundial.
"Las grandes potencias mundiales -Rusia, Turquía, Inglaterra, Estados Unidos- siempre han tenido grandes intereses en el Cáucaso", asevera el funcionario.
El hombre fuerte de Chechenia, Ramzán Kadírov, un guerrillero que se pasó al otro lado tras la primera guerra chechena (1994-96), ha conseguido estabilizar su república creando un estado policial, que satisface al Kremlin y horroriza a los activistas.
Como premio, el Kremlin levantó en abril de 2009 el régimen de operación antiterrorista que impusiera el actual primer ministro ruso, Vladímir Putin, en 1999.
No obstante, desde entonces la situación no ha hecho sino empeorar en las vecinas Daguestán, Ingushetia y Kabardino-Balkaria, y el lunes pasado la guerrilla chechena decidió golpear el mismo corazón del país, Moscú.
El doble atentado del metro, que dejó 40 muertos, ha vuelto a poner de manifiesto la inestable situación política y económica en el Cáucaso, donde las autoridades han cedido el poder a los clanes y el paro ronda la mitad de la población.
La prestigiosa organización de derechos humanos Memorial denunció la víspera que las fuerzas de seguridad rusas mataron en febrero pasado a cuatro civiles que recogían ajo silvestre durante una operación antiterrorista.
El líder de la guerrilla caucásica, Dokú Umárov, explicó esta semana al reivindicar el atentado que las explosiones del metro eran una venganza contra el Servicio Federal de Seguridad (FSB, antiguo KGB) por esa matanza.
En un intento de evitar una nueva corriente de xenofobia contra las minorías caucásicas, el presidente ruso, Dmitri Medvédev, viajó esta semana a Daguestán para romper una lanza en favor de los habitantes de la región.
"En el Cáucaso vive nuestra gente, ciudadanos rusos, y no "procedentes del Cáucaso Norte". Ésta no es una provincia extranjera, es nuestro país. La población en su mayoría es normal, honesta y decente, pero también hay bandidos (...), al igual que en otras partes de Rusia", señaló.
Además, Medvédev llamó "a acabar con la corrupción y el sistema de clanes que se ha formado en el Cáucaso a lo largo de los siglos (...), tarea más complicada que la de buscar y exterminar a los terroristas".
El jefe del Kremlin pidió a los oligarcas rusos que "se aflojen los bolsillos" para invertir en el Cáucaso, aun a costa de perder dinero.
-EFE
"Es verdad, nos gusta disparar, nuestras tradiciones apenas han cambiado a lo largo de los siglos y tenemos un problema de imagen, pero estamos intentando cambiar", reconoció a Efe Samán Balakov, viceministro de Turismo de la república de Chechenia.
Pasan los años y el Cáucaso sigue siendo un lugar tabú para las guías turísticas como Lonely Planet, que sigue aconsejando a sus lectores no viajar a las repúblicas norcaucásicas rusas como Chechenia, Daguestán e Ingushetia, de mayoría musulmana.
Los extranjeros llegan a Rusia con la intención de pisar el adoquinado de la Plaza Roja de Moscú, visitar el Hermitage de San Petersburgo o las murallas de Veliki Novgorod, pero eluden desplazarse al sur del país.
Incluso los turistas rusos han declinado viajar al Cáucaso, región montañosa que se encuentra entre los mares Negro y Caspio, y que es famosa por sus paisajes abruptos y pintorescos.
La excepción son los famosos balnearios de Mineralníe Vodi, creados poco después de la fundación de la Unión Soviética y que funcionan los 12 meses del año.
"El Cáucaso es como una esquina del paraíso. Ahora, somos la república más pacífica de Rusia. En Moscú hay más criminales que en Chechenia", insistió Balakov, que recordó que el Gobierno chechén ha invertido mucho dinero en la reconstrucción de la capital, Grozni.
Grandes escritores rusos como León Tolstoi y Mijaíl Lérmontov se enamoraron de esa región y de sus gentes, y dedicaron varias de sus novelas a describir esa tierra sin ley.
"Hay que cambiar las armas por los estudios y el deporte. Por eso hemos construido muchas escuelas e instalaciones deportivas para que los jóvenes no caigan en la tentación de echarse al bosque", señala Balakov.
Incluso después de que el imperio ruso se lo anexionara, el Cáucaso siempre fue un territorio indomable, rebeldía que le valió la deportación de cientos de miles de sus habitantes a Siberia por orden de Stalin por supuestamente colaborar con los nazis durante la Segunda Guerra Mundial.
"Las grandes potencias mundiales -Rusia, Turquía, Inglaterra, Estados Unidos- siempre han tenido grandes intereses en el Cáucaso", asevera el funcionario.
El hombre fuerte de Chechenia, Ramzán Kadírov, un guerrillero que se pasó al otro lado tras la primera guerra chechena (1994-96), ha conseguido estabilizar su república creando un estado policial, que satisface al Kremlin y horroriza a los activistas.
Como premio, el Kremlin levantó en abril de 2009 el régimen de operación antiterrorista que impusiera el actual primer ministro ruso, Vladímir Putin, en 1999.
No obstante, desde entonces la situación no ha hecho sino empeorar en las vecinas Daguestán, Ingushetia y Kabardino-Balkaria, y el lunes pasado la guerrilla chechena decidió golpear el mismo corazón del país, Moscú.
El doble atentado del metro, que dejó 40 muertos, ha vuelto a poner de manifiesto la inestable situación política y económica en el Cáucaso, donde las autoridades han cedido el poder a los clanes y el paro ronda la mitad de la población.
La prestigiosa organización de derechos humanos Memorial denunció la víspera que las fuerzas de seguridad rusas mataron en febrero pasado a cuatro civiles que recogían ajo silvestre durante una operación antiterrorista.
El líder de la guerrilla caucásica, Dokú Umárov, explicó esta semana al reivindicar el atentado que las explosiones del metro eran una venganza contra el Servicio Federal de Seguridad (FSB, antiguo KGB) por esa matanza.
En un intento de evitar una nueva corriente de xenofobia contra las minorías caucásicas, el presidente ruso, Dmitri Medvédev, viajó esta semana a Daguestán para romper una lanza en favor de los habitantes de la región.
"En el Cáucaso vive nuestra gente, ciudadanos rusos, y no "procedentes del Cáucaso Norte". Ésta no es una provincia extranjera, es nuestro país. La población en su mayoría es normal, honesta y decente, pero también hay bandidos (...), al igual que en otras partes de Rusia", señaló.
Además, Medvédev llamó "a acabar con la corrupción y el sistema de clanes que se ha formado en el Cáucaso a lo largo de los siglos (...), tarea más complicada que la de buscar y exterminar a los terroristas".
El jefe del Kremlin pidió a los oligarcas rusos que "se aflojen los bolsillos" para invertir en el Cáucaso, aun a costa de perder dinero.
-EFE
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