Cómics con colores judíos son parte de una exposición que presenta más de 200 dibujos originales, entre ellos verdaderas rarezas, de los personajes más populares del género.
Si Superman hubiese podido pasar de la ficción a la realidad, Hitler habría terminado ante un tribunal de la Sociedad de Naciones en Ginebra y el campo de exterminio de Auschwitz nunca habría existido, según la exposición "Héroes, monstruos y super-rabinos. Cómics con colores judíos", que abre sus puertas hasta el 8 de agosto en el Museo Judío de Berlín.
La exposición presenta más de 200 dibujos originales, entre ellos algunos que son verdaderas rarezas, de los personajes más populares del género.
Hulk, Batman, Superman y el Hombre Araña, entre las figuras más conocidas del panteón de los "cómics" estadounidenses tienen todos por creador un descendiente de una familia judía emigrada de Europa, subraya esta exposición dedicada a 45 eminentes dibujantes de historietas.
La edad de oro de las historietas de superhéroes comenzó en los años 1930-1940, y sus primeras aventuras se llevan a cabo en ese periodo turbulento.
Mucho antes de que Estados Unidos entrara en guerra contra Adolfo Hitler y el régimen nazi, éstos ya eran combatidos en imágenes.
"El objetivo de la exposición no es hacer de los cómics una especialidad judía", advierte Anne Helene Hoog, comisaria de la muestra.
"Se trata más bien de preguntarse por qué tantos dibujantes eran judíos y qué temas les preocupaban", explica.
En febrero de 1940, prácticamente dos años antes de que los japoneses atacaran la base naval de Pearl Harbor, lo que motivó que Estados Unidos participará en la Segunda Guerra Mundial, Jerry Siegel y Joe Shuster dejaron que Superman ajustara cuentas con Hitler en "Cómo Superman pondría fin a la guerra".
"¡Te metería un puñetazo puramente no ario en tu quijada, pero no tengo tiempo!", lanza Superman a un Hitler que no impresiona mucho, mientras lo entrega a Suiza en donde será juzgado, al igual que Stalin.
Un mes después, Jack Kirby (cuyo verdadero nombre es Jacob Kurtzberg) y Joe Simon se imaginan al Capitán América desbaratando un proyecto de invasión de los Nazis, propinándole de paso una magistral bofetada a Hitler, en una célebre tapa.
Los superhéroes eran a menudo, a imagen de sus creadores, personajes algo marginales, con un sentimiento patriótico muy desarrollado, como sucede a menudo entre los inmigrantes, explica Hoog.
"Es evidente que personas jóvenes -en especial entre los hijos de inmigrantes, gente pobre, refugiados- hayan estado afectados por la miseria, el miedo, la violencia, la injusticia y finalmente el exterminio que sucedía entonces en el mundo", precisa.
"¡En los años 1930 bien necesitábamos superhéroes!", exclama Hoog.
Aunque ninguno de los personajes de los cómics haya sido abiertamente judío, sus aventuras estaban repletas de alusiones al Antiguo Testamento, destaca Cilly Kugelmann, directora de programación del Museo judío.
"Como Moisés, superhéroes es un bebe abandonado criado por personas que lo encontraron", cita como ejemplo, precisando que también se encuentran referencias a las mitologías griega y germánica.
Pero después de la guerra, los autores judíos de cómics trataron con timidez el tema del holocausto perpetrado por los nazis, al menos hasta la publicación de la principal obra en dos volúmenes de Art Spiegelman, "Maus", en 1986 y 1991.
La ambición artística de esta obra, que cuenta cómo sobrevivió el padre de
Spiegelman, un judío polaco, y sus relaciones complicadas marcadas por la culpabilidad y la ira, revolucionó el género.
La ironía y la burla, rasgos característicos del humor judío, tampoco están lejos, señala Hoog, como lo muestran "Las aventuras de Rabbi Harvey", el
"sheriff" talmúdico de Colorado, o la estatua "Incluso los superhéroes tienen días sin", que representa a superhéroes golpeándose la cabeza contra el piso en la entrada del museo.
AFP
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