El número de muertes causadas por estos calmantes se dispararon desde 4.000 en el año 2000 a más de 11.000 en 2007.
Luego de décadas de combate frontal contra drogas como la cocaína, la heroína, la marihuana e infinidad de otros sucedáneos, el mundo se halla en un atolladero
A pesar de los ingentes recursos destinados por gobiernos e instituciones para la lucha contra el tráfico y el consumo de narcóticos las noticias no pueden ser más desalentadoras.
En los últimos tiempos de lo que más se ha escuchado hablar es del creciente tráfico de drogas desde México y Centroamérica, y de la falta de acciones en varios países para contener el cultivo de la hoja de coca, por ejemplo en Bolivia. Unos siguen insistiendo en que sin consumo no habría producción; otros, en que si no hay narcóticos nadie podría consumirlos. Lo cierto es que hasta ahora nadie ha logrado darle solución al dilema.
Hace poco más de dos semanas, el Comité Global de Políticas Antidrogas, integrado por varios ex presidentes latinoamericanos, presentó en Nueva York un patético informe según el cual la lucha mundial antinarcóticos ha sido un fracaso, y pidió cambios “urgentes”, entre ellos “despenalizar” el consumo de la marihuana. El informe se apoyó en cifras de la ONU que revelan que entre 1998 y 2008 el consumo de opiáceos aumentó 35,5 por ciento, el de cocaína 27 por ciento y el de marihuana 8,5 por ciento.
Pero mientras esto ocurre con los narcóticos más conocidos, otro nuevo enemigo, aparentemente inofensivo, y que se vende por recetas en las farmacias, tiene a las autoridades estadounidenses sumamente alarmadas, sobre todo en tres condados del sur de Florida: Palm Beach, Broward y Miami-Dade, una zona que algunos han empezado a llamar ya la capital mundial de los análgesicos.
Según la organización StoppNow, sólo en Broward se prescriben por receta al mes poco más de un millón de calmantes, y según un informe de las autoridades estatales, en 2009 el promedio de muertes debido a causas relacionadas con el abuso en el uso de analgésicos fue de siete personas por día. Entre otros medicamentos de este tipo se señala como el más letal la oxicodona.
Los expertos destacan que los adictos a los calmantes son susceptibles de hallar fácilmente la muerte provocada por una sobredosis, lo que se agrava por el hecho de que en muchos casos tienen la posibilidad de adquirir medicamentos derivados del opio en numerosas clínicas que existen en el área especializadas en tratamientos contra el dolor. StoppNow señala que en todo el estado hay más de 900 de estas clínicas.
Las estadísticas sugieren que la oxicodona y otros analgésicos derivados del opio son las drogas más letales en todo el país. El número de muertes causadas por estos calmantes se dispararon desde menos de 4.000 en el año 2000 a más de 11.000 en 2007. En tanto que las muertes por cocaína fueron poco más de 5.000 ese año.
El gran problema está en que la oxicodona es un calmante sumamente utilizado para tratar a pacientes que han sido sometidos a operaciones quirúrgicas muy dolorosas, y en Florida no ha habido un estricto control de su venta y distribución, ni siquiera una base de datos sobre quienes lo consumen. El gobernador del estado, Rick Scott, firmó este año una ley que impone mayor supervisión sobre los médicos que recetan el analgésico, y endurece las penas por prescribirlo de manera indiscriminada. Pero los resultados están aún por ver.
De hecho, la fiscal general de Florida, Pam Bondi, puso en vigor una campaña de lucha contra el exceso en la venta de medicamentos contra el dolor, y a pesar de que el tráfico de oxicodona puede implicar penas de hasta 25 años de prisión, las autoridades están muy preocupadas porque muchas personas ya no sólo viajan a la Florida en busca de la playa y el sol, sino también para conseguir calmantes y luego revenderlos.
- Roberto Casin
Voz de América
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