Miles de tailandeses salen a las calles armados con cubos y pistolas de agua para empapar a quienes se cruce con ellos.
Cuando muchos edificios aún mantienen en su fachada las marcas dejadas por las inundaciones, decenas de miles de tailandeses han salido a las calles armados con cubos y pistolas de agua para empapar al prójimo que se cruce con ellos.
Durante los tres días que dura el festival Songkran, los mayores cumplen con los ritos budistas, mientras que los jóvenes tailandeses y turistas de todas las edades libran innumerables escaramuzas en las que el objetivo es mojar al contrincante de los pies a la cabeza y embadurnarle el rostro con polvo de talco.
Unos cinco meses después de que las inundaciones terminaran en distritos de Bangkok, muchas calles de esta capital vuelven a estar encharcadas por el agua que arrojan sobre los transeúntes la gente que se desplaza por la ciudad en furgonetas y camiones cargados de de agua.
El blanco predilecto de estos guerreros armados con cualquier ingenio que sirva para arrojar agua, es siempre el turista que por mucha compasión que pida, recibe un remojón. Las batallas con agua, a veces helada, se agradecen en esta época del año, cuando las temperaturas en Tailandia alcanzan los máximos anuales de 40 grados centígrados.
La cara siniestra de este festival son los cientos de muertos que se producen en las carreteras a causa de accidentes motivados, por lo general, por exceso de velocidad y el alcohol.
EFE
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