«Jorge, ¿vas a agarrar la batuta?», le preguntó Daniel y él contestó: «Eso es un fierro caliente, nos vemos en 20 días, vos seguí tirando el diario», contestó Bergoglio, sin saber que días después llamaría para pedir que no lo hicieran más.
Días antes de que Jorge Bergoglio viajara a Roma para el cónclave, el cardenal se acercó al quiosco de Luis del Regno y su hijo Daniel, para despedirse.
«Jorge, ¿vas a agarrar la batuta?», le preguntó Daniel y él contestó: «Eso es un fierro caliente, nos vemos en 20 días, vos seguí tirando el diario». Y bueno, lo que sigue es historia conocida.
Bergoglio fue elegido papa, pero no se olvidaría de esas personas con las que conversaba siempre y con las que tuvo muchas anecdotas.
El diario La Nación da cuenta de la interesante historia que vivieron estos personajes luego de que el hombre al que conocían se convirtiera en Francisco, sumo pontífice y sucesor de Benedicto XVI.
Hace poco, tras sonar el teléfono del quiosco ubicado en Hipólito Yrigoyen, frente a la Plaza de Mayo, alguien dijo: "Hola, Daniel, habla el cardenal Jorge". "Dale, Mariano, no seas boludo", contestó, pensando que era un amigo que estaba al tanto de que el papa Francisco, cuando era arzobispo de Buenos Aires, compraba el diario ahí.
"En serio, soy Jorge Bergoglio, te estoy llamando desde Roma", aseguraron desde el otro lado de la línea. Daniel Del Regno rompió en llanto.
Luis cuenta que el papa estaba más preocupado porque ya no le tiraran el diario pues no iba a estar más, aquel diario que le lanzaban de lunes a sábado a las 5.30 a.m. en el 413 de Rivadavia, y al que a veces Daniel le colocaba una cinta para que no se desarmara, sobre todo en épocas de lluvia.
“A fin de mes me traía todas las banditas del mes, ¡las 30!", recuerda Daniel.
"Los domingos, a las 5:30, él pasaba por el quiosco, compraba La Nación, charlaba unos diez minutos y se tomaba el colectivo 28 para ir a Lugano a dar mate cocido a chicos, a gente enferma", cuenta Luis.
"En junio bautizó a mi nieto, fue una emoción impresionante. Y ayer llamó a mi hijo al quiosco, desde Roma, para saludar y para decirle que no lleváramos más el diario porque no iba a estar más. Es algo imborrable en mi vida: yo sé lo que es, un tipo único", agrega.
Cuando se despidieron, Daniel le pidió que se cuidara, le dijo lo mucho que lo extrañaría y le mandó un beso grande.
“Le pregunté si existía la posibilidad de verlo de vuelta alguna vez. Me dijo que de acá a un tiempo eso va a ser muy complicado, pero que siempre iba a estar presente". Luego, el papa Francisco le pidió que rezara por él.
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