La ciudad de Lima no pudo crecer cerca de dos siglos a consecuencia de la construcción de un muro que rodeó su perímetro con el objetivo de proteger a la urbe ante piratas y corsarios, una función que nunca cumplió. Hablamos de la muralla de Lima, construcción de la que quedan pocos restos pero que requieren más cuidado y promoción. Conozca más sobre ellos en el siguiente informe.
Por Roberto Silva y Andrea Amesquita
Pocos limeños conocen que sobre las hoy transitadas avenidas Alfonso Ugarte y Miguel Grau se levantó un muro que rodeó la ciudad de Lima cuando solo tenía siglo y medio de fundación española.
Los ataques de corsarios y piratas a otras ciudades del imperio español originaron la preocupación de las autoridades virreinales del Perú sobre la necesidad de un muro que proteja la capital. En 1684, cuando era virrey Melchor de Navarra y Rocafull, comenzaron las obras del muro que la autoridad financió con impuestos o pago en mano de obra, ya que el rey español aprobó su construcción, pero no envió los fondos.
Nik Ángel Wisa, guía de la Municipalidad de Lima, indicó que los trabajos se demoraron más de lo previsto.
"Un 30 de octubre de 1687 Lima reciba un terremoto, un terremoto aproximadamente de magnitud 8.5, que hizo que parte de la muralla que se venía construyendo se viniera abajo y que la inauguración de este espacio se postergara hasta dos años después y se inaugura este espacio en 1689”, sostuvo.
Cuando la obra concluyó tenía 12 kilómetros de extensión, 6 metros de alto y 3 metros de ancho. En la construcción se utilizó principalmente adobe. Las diferentes partes del muro estaban unidas con 34 baluartes, que daban estabilidad a la estructura. Además, se contaba con torreones para vigilar el exterior.
En la muralla se incluyeron tajamares o muros de ladrillo y calicanto que ya habían sido levantados como defensa ribereña junto al cauce del río Rímac y frente a los conventos de San Francisco, Santo Domingo y la antigua calle de Polvos Azules, donde ahora está el parque La Muralla de Lima.
Inicialmente, la muralla contaba con 10 portadas que permitían controlar el ingreso y salida de las personas. Una de ellas era denominada "Callao" porque conectaba con la vía al puerto y se ubicó donde hoy está la Plaza Dos de Mayo. Otra de las portadas, llamada Cocharcas, estuvo cerca al actual parque Historia de la Medicina Peruana, a unas cuadras de donde se edificó el Hospital 2 de Mayo, según explica Vladimir Velásquez, difusor cultural y director del portal Lima Antigua.
"Aproximadamente nos encontraríamos dentro del área de la Lima amurallada y técnicamente tendríamos en frente la portada, una de las 10 portadas que se encontraban en la muralla de Lima, llamada la portada de Cocharcas. Y ¿por qué ese nombre?, porque en esta recta, detrás mío, encontraríamos la iglesia de Nuestras Señora de Cocharcas", señaló.
La muralla de Lima no incluyó al sector del Rímac y originó que la ciudad quede limitada a un territorio de algo más de cinco kilómetros cuadrados. Esto provocó un problema de densidad poblacional cada vez más grave, por el aumento en el número de los habitantes.
La muralla nunca sirvió para un eventual ataque de piratas, pero sí para mantener un control sobre los habitantes, ante el temor de revueltas, señaló Nik Ángel Wisa. La muralla se mantuvo así por casi dos siglos. Incluso rodeó la ciudad en las primeras cinco décadas de la época republicana. Recién en el gobierno del presidente José Balta, entre los años 1868 y 1872, se demolió para dar paso a una expansión de la ciudad aprovechando los ingresos de la explotación del guano como fertilizante.
El lado oeste dio paso a la carretera del gas, conocida luego como Alameda Circunvalación y más tarde como avenida Alfonso Ugarte. El lado sur fue reemplazado por las avenidas 9 de Diciembre (Paseo Colón) y Miguel Grau, posteriormente convertida en la vía expresa Grau. Tras la demolición del sector este, la ciudad se extendió más allá de los Barrios Altos.
¿Qué queda de la muralla de Lima? Actualmente, cerca de la estación El Ángel de la Línea 1 del Metro, se mantiene parte del Baluarte de Santa Lucía, el vestigio más grande que permite apreciar la altura y forma de lo que fue la muralla. Dicho sector se ha mantenido de pie a pesar del olvido de las autoridades, según indicó Velásquez.
"El único bastión que se conserva íntegramente; sin embargo, se conserva a partir podría decirse de la misma fortuna de su construcción, ya que no vemos que haya habido una restauración progresiva del mismo, no encontramos tampoco limpieza en el área", dijo.
Ernesto Sernaqué Herrera, uno de los marmolistas que trabaja cerca al Baluarte Santa Lucía, expresó que en los 25 años que labora en el lugar nunca ha visto que se realicen trabajos de preservación de la estructura, pese que llegan algunos turistas.
"Lo tienen bastante descuidado. Usted hubiera visto allí, como está lleno de basura, entonces se mete gente de malvivir, o la verdad, prácticamente de fumadero, ya tiene tiempo, así, eso. La Municipalidad no se hace cargo", manifestó.
A menos de 300 metros encontramos otro resto de la muralla de Lima, entre los jirones República y Rivera y Dávalos. Vladimir Velásquez señaló que quienes pasan por el lugar no pensarían que el muro de adobe formó parte de una importante obra de la ciudad.
"Aquí lo que tenemos son simplemente fragmentos, pedazos y restos de lo que cualquier persona que desconocería acerca de la realidad del mismo, podría mencionar como que es un muro viejo, un muro peligroso, un muro que simplemente es un contenedor de basura", señaló.
Y a una cuadra, en el jirón Pativilca, todavía queda un pequeño resto ignorado por las autoridades y la población.
Quienes estudian la historia de Lima coinciden en la necesidad de revalorizar turística y culturalmente lo que queda de la muralla de Lima. Son vestigios que, de manera silenciosa, han visto crecer a una ciudad que tenía menos de 40 mil habitantes a finales del siglo XVII y ahora supera los 10 millones de pobladores.
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