El legado de Gadafi, de más de cuatro décadas de dictadura, se siguen proyectando sobre una Libia que no acaba de encarrilar su proceso de transición hacia la democracia.
Muamar el Gadafi, a quien las crónicas y los numerosos testimonios de quienes lo conocieron lo dibujan como un déspota excéntrico, despiadado e inclemente, murió el 20 de octubre de 2011, humillado, torturado y asesinado a manos de los mismos rebeldes a los que calificaba de "ratas" y "traidores".
Sin embargo, su sombra y su legado de más de cuatro décadas de dictadura se siguen proyectando sobre una Libia que no acaba de encarrilar su proceso de transición hacia la democracia.
La inseguridad, la circulación incontrolada de armas, la presencia de milicias casiautónomas, la lenta reconstrucción de la Policía y el Ejército, la permeabilidad de las fronteras o la debilidad de las instituciones, son parte de un largo etcétera de asignaturas pendientes que las nuevas autoridades aún no han logrado resolver.
Pero más allá de estos obstáculos, son muchos los libios que miran hacia el futuro con esperanza.
"A pesar del deterioro de la situación económica de algunos ciudadanos, en particular los desplazados y los profesionales que se vieron demasiado afectados por la guerra, el sentimiento de libertad tras más de 40 años de esclavitud, fue algo sensacional", aseguró a Efe la periodista Suad Naser, del diario Al Saha.
Para Naser, que considera que la muerte de Gadafi supuso un "impulso mágico", el final de su dictadura es suficiente para "olvidar el empeoramiento de las condiciones de vida" que siguieron al conflicto.
Reporteros Sin Fronteras describió a Gadafi como "uno de los principales predadores de la libertad de prensa", relatos de integrantes de su guardia personal acusan al dictador y a su entorno de abusos sexuales.
Incluso, según la periodista francesa Annick Cojean, el excéntrico coronel hizo de la humillación sexual una de sus armas y, así, violó a ministros y a hijas o esposas de quienes consideraba sus adversarios.
Cambió el nombre de los meses del año, se negó a adjudicarse un puesto reconocible más allá del de "líder", se hacía llamar "papá Muamar" y llegó a prohibir que en las retransmisiones de fútbol se llamara a los jugadores por su nombre.
La periodista Narjas al Gueriani considera que la sangrienta y kafkiana dictadura dejó un poso en la población difícil de sacudir.
Para Al Gueriani hay una "falta de comprensión de la libertad debido a 42 años de represión. Mucha gente comete errores tanto a nivel de derechos humanos como social, blandiendo el nombre de la libertad. Se necesitará mucho tiempo para superarlo".
"Mi país necesita una esperanza para sobrepasar todos los obstáculos. Estamos recogiendo con nuestras honradas manos, heridas y desangradas, lo que Gadafi plantó durante décadas. Pero pronto sanarán nuestras heridas y renaceremos", opinó en el mismo sentido Yanet Bashir, estudiante de medicina.
Pero el proceso siempre pospuesto de Saif al Islam Gadafi, el delfín llamado a sucederle, la detención de antiguos dirigentes o las continuas acusaciones contra supuestos gadafistas siempre que se producen enfrentamientos, sabotajes o atentados contribuyen a que, un año después de su muerte, su presencia siga siendo casi cotidiana.
A pesar de todo ello, el escritor Iwad Achari se muestra convencido del avance que ha experimentado el país, y declara que más allá de la "propagación de armas en algunas ciudades, el ciudadano se siente seguro y protegido, porque sabemos que las armas están en manos de jóvenes revolucionarios y patrióticos".
El economista Salah Al Torki también prefiere poner el acento en los logros alcanzados en el último año.
"Se celebró el mayor proceso electoral, se creó el Congreso Nacional General (Parlamento). También se ha formado un gobierno transitorio, se está preparando la elaboración de la constitución y se está forjando el núcleo del Ejército y activando la Policía", destacó.
No obstante, tras elecciones del 7 de julio aún no ha surgido un nuevo Gobierno. El primer candidato del Parlamento, Mustafa Abu Shagur, fracasó a la hora de componer un gobierno equilibrado.
Después de que la Asamblea Legislativa le retirara su confianza, le ha llegado el turno al exdiputado Alí Zidan, a quien los legisladores encargaron el pasado día 14 la formación de un ejecutivo para avanzar y dejar atrás la sombra que el antiguo régimen aún proyecta sobre Libia.
"Todo el mundo ve mi país desde una perspectiva de escombros y destrucción, pero nosotros lo vemos desde la perspectiva de la vida y el amor", concluyó una ilusionada Yanet Bashir.
EFE
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