Las declaraciones fueron recogidas en una conversación con un colega en un centro de internamiento de prisioneros británico sin saber que estaba siendo oído por sus captores.
El libro ‘Soldados del Tercer Reich, testimonios de lucha, muerte y crimen’ recoge inéditos testimonios de prisioneros alemanes nazis, recogidos mediante escuchas secretas
La obra es producida por dos investigadores alemanes, Sönke Neitzel, catedrático de historia moderna, y Harald Welter, psicólogo, ambos miembros del instituto de ciencias culturales de Essen.
“Me lo cargaba todo: autobuses en las calles, trenes de civiles. Teníamos órdenes de machacar las ciudades. Yo disparaba contra todos y cada uno de los ciclistas”, sostiene el suboficial Fischer, piloto derribado de un caza Messerschmitt 109 en mayo de 1942.
Las declaraciones fueron recogidas en una conversación con un colega en un centro de internamiento de prisioneros británico sin saber que estaba siendo oído por sus captores, recoge El País en su portal de internet.
“Reventamos un transporte de niños”, comenta creyéndose en la intimidad el marinero Solm, tripulante de un submarino. “Un transporte infantil… para nosotros fue todo un placer”.
“En Italia, a cada lugar al que llegábamos, el teniente escogía al azar 20 hombres”, narra el cabo Sommer del regimiento blindado de granaderos número 29.
“Todos para el mercado, se acercaba uno con tres ametralladoras –rrr…¡rum!- y todos tiesos. Así es como se hacía”. Sommer y su interlocutor, Bender, del comando de intervención número 20 de la Marina (una unidad especial de nadadores de combate con fama de duros).
Son algunos de los muchos testimonios terribles recogidos por los aliados de Hitler en el marco de un programa de escuchas secretas sin precedentes que arrojó un material escalofriante sobre la forma de luchar y sobre todo de matar del Ejército alemán en la II Guerra Mundial.
Durante la II Guerra Mundial, Gran Bretaña y Estados Unidos retuvieron a cerca de un millón de prisioneros alemanes (en las filas de la Wehrmacht combatieron 17 millones de soldados).
De ellos varios millares fueron llevados a campos especiales preparados al efecto y sometidos a pormenorizadas escuchas.
Los investigadores Neitzel y Welter, que aportan ejemplos de militares de otras contiendas y sostienen que es un universal de la guerra que el soldado no necesita motivos para matar.
Citan en el capítulo final el elocuente testimonio de un soldado alemán Willy Peter Reese, que cayó en la II Guerra Mundial. “El hecho de que fuéramos soldados bastaba para justificar los crímenes y las depravaciones y bastaba como base de una existencia en el infierno”.
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