El que nuestro hijo no sepa lo que quiere hacer puede resultar muy frustrante o incluso desesperante.
Cuando la falta de motivación y la desidia hayan llegado a un punto de no retorno quizás sea el momento de poner las diferentes alternativas sobre la mesa.
Procuraremos, además, hablar con los profesores y monitores para que nos den más información acerca de su rendimiento y comportamiento en la escuela, en actividades extraescolares y escolares.
Una vez hecho esto, es importante revisar su vista y oídos, para descartar que el problema tenga un origen fisiológico. Además, el orientador, PT o psicopedagogo del centro, puede ayudarnos a descartar otro tipo de problemas cognitivos de atención, memoria y concentración.
No podemos olvidar que estudiar siempre supone enfrentarse con las propias limitaciones de uno y puede llegar a ser muy frustrante. Quizás si echamos la vista atrás recordemos lo bien que se nos daba el inglés… pero lo mucho que nos costaban las matemáticas y la frustración que sentíamos cuando teníamos que estudiarlas.
En esta etapa, quizás los adolescentes sean conscientes de que seguir estudiando significa seguir dependiendo de sus padres, y no olvidemos que si algo caracteriza la adolescencia es la necesidad de independencia. Seguir estudiando significa también tener que seguir dando cuentas a los padres de lo que se hace, de porqué se ha suspendido una asignatura, porqué se faltó a clase un día sin causa justificada…
Comparte esta noticia