En los últimos años se están observando cada vez más casos de comportamiento violento por parte de los hijos hacia sus padres.
Se ha llegado a plantear la existencia de un tipo de niño denominado como "dictador", que termina por generar anomalías importantes en la dinámica familiar y que tiene consecuencias sobre su propio desarrollo personal. Hay abundantes referencias sobre estos menores que presentan una conducta claramente anómala, que se concreta en la imposición continua de su voluntad, el empleo del chantaje emocional e incluso de la violencia.
Hay que saber distinguir entre un menor consentido y el denominado "tirano". Todo niño o niña tiende a ser egocéntrico y caprichoso, pero los padres responsables saben poner límites a sus exigencias. Esa frontera se instaura incluso a costa de generar un enfrentamiento -las rabietas-. El niño "dictador" suele haber sido antes un mimado. La transformación se produce cuando el pequeño obtiene respuesta a todas sus peticiones, con lo que adquiere una actitud más manipuladora, distante y de desprecio hacia los padres.
Este tipo de educación no pone límites al egocentrismo del hijo, algo que además se acentúa en el paso hacia la adolescencia. La actitud permisiva viene en parte favorecida por un mayor acceso hoy día al consumismo y un progresivo olvido de otros valores que también han de estar unidos a la educación, como el sacrificio y la renuncia.
El entorno Familiar
Lo que más moldea la personalidad del niño es el aprendizaje en la familia. La familia es una micro sociedad donde el niño comienza a utilizar los valores de interrelación social que le van a marcar las pautas de conducta a utilizar cuando se vea inmerso en la sociedad en general. Relacionarse con un amplio número de miembros familiares favorece la correcta socialización y aporta un amplio espectro de modelos.
El niño tirano vive en familias pequeñas, suele ser intolerante, individualista, demandante de acción inmediata y tiende hacia el aislamiento y el hedonismo. Y los padres, al preocuparse por satisfacer cualquier capricho de los hijos, se convierten en padres obedientes de sus hijos.
Una familia sana es aquella en la que se puede hablar con libertad, en la que hay disgustos y se aceptan, en la que impera la sonrisa. La que comparte iniciativas y afectos y transmite motivaciones. Asistir a manifestaciones culturales, practicar deporte, comentar lo leído, ir a la iglesia, son algunas de las muchísimas actividades que dan sentido a la vida en familia. Está abierta al exterior, pero permite un clima de organización, de equilibrio, de calidez.
RECOMENDACIONES
· Distinguir entre los problemas aislados de comportamiento y una dinámica errónea.
· No huir del problema. Reconocer su existencia cuando nos avisan otras personas próximas al niño, como sus profesores.
· Evitar que el niño perciba debilidad o una fluctuación en la firmeza de las decisiones.
· Intentar una aproximación sin dejarse avasallar, poniendo límite a sus exigencias pero sin buscar un enfrentamiento violento.
· Un mediador puede ayudar a poner límites y a acercar al niño emocionalmente hacia sus padres.
· Promover en él aficiones que sirvan como vía de escape y desahogo -deporte-, o le hagan más abierto hacia el mundo.
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