Plegarias y meditación son la terapia que emplea un monasterio budista de Bangkok para apartar de la droga a los toxicómanos recluidos tras las paredes del recinto.
Las plegarias y la meditación son la terapia que emplea un monasterio budista de Bangkok para apartar de la droga a los toxicómanos recluidos tras las paredes del recinto en el que viven durante varias semanas en condiciones espartanas
Un centenar de adictos a la metanfetamina, conocida como "yaa baa" o la "droga loca", siguen los cursos de desintoxicación que desde 2005 ofrece el monasterio de Wat Saphan, situado en Klong Toey, el enorme y apelmazado barrio de míseras chabolas en el que malviven decenas de miles familias tailandesas.
El programa de desintoxicación dura dos meses, durante los que los pacientes conviven con la comunidad de monjes y cumplen su estricto régimen disciplinario basado en madrugar, comidas escasas, mucha meditación y oración.
"La recuperación tiene que ser interna. Por eso hace falta meditar, para que sean conscientes del problema que les causa la droga y se desprendan de ellas", explica Sophon Pattananusit, el abad del templo.
"Son Buda y el Dharma lo que les limpia interiormente, quien les avisa sobre lo que están haciendo con sus vidas y el futuro que les espera si no cambian", añade el monje.
Cada año acuden al monasterio unas 300 personas adictas a la metanfetamina, la mayoría de entre 25 y 35 años, aunque también hay menores y gente de hasta 60 años.
Al final del curso, algunos acaban por adaptarse a esa sencilla vida monacal y encuentran una nueva vocación, por lo menos eso creen durante el tiempo que visten los hábitos de color azafranado tras haber sido ordenados monjes.
"Las drogas son un problema de todo el país y lo que queremos es ayudar a solucionarlo. Algunos internos se hacen monjes pero nuestro objetivo no es este sino que vuelvan limpios al lado de su familia", dice Sophon.
El ingreso en este templo es la alternativa que el juez da a los drogadictos en un país donde la posesión de estupefacientes conlleva largas penas de prisión y el traficó de droga es castigado con la cadena perpetua o la muerte mediante inyección letal.
Both, el apodo de un joven de 26 años, está como el resto de sus compañeros a dos días de terminar el curso y cree haberse liberado de su adicción a la "yaa baa" y a la metanfetamina en cristal, variante aun más adictiva.
"Ahora me siento bien, relajado, mucho mejor. Creo que he conseguido dejar las drogas y que puedo volver a la vida normal", asegura el joven.
"Pasar dos meses aquí dentro se hace duro. No me gustaría tener que volver", aunque añade: "me siento mejor porque los monjes, los profesores y la policía han cuidado muy bien de mi".
Aunque las medidas de seguridad son casi imperceptibles, el curso se desarrolla bajo la atenta y permanente vigilancia de un discreto equipo de seis policías vestidos de paisano, cuya principal función consiste en mantener el orden y evitar que se produzcan peleas entre los internos.
"Lo que se hace aquí debe ser un ejemplo para otros sitios" explica Somkiet Seemakupt, el jefe de esa unidad policial
Según el agente la demanda de rehabilitación es alta, con unos 100.000 toxicómanos en espera en toda Tailandia cuya alternativa es la de ingresar en una base militar.
"El Ejército también ofrece ayuda pero la basan en entrenamiento físico y en la disciplina militar. Este método de Wat Saphon es mucho mejor", asegura.
Sin embargo no todos aquellos que acuden al singular monasterio para su rehabilitación, jamás vuelven a consumir drogas.
Según el abad Sophon, entre un 20 y un 30 por ciento cae de nuevo en la adicción, una proporción similar se libera para siempre y el el resto "hace progresos".
Además de meditar y orar, los internos reciben la ayuda de una psicóloga del departamento de Asuntos Sociales, que dirige la terapia de grupo e informa al recién llegado sobre la nocividad de las drogas.
"Que hablen mucho. Esta es la base para cambiar sus ideas y su comportamiento. Y luego que participen en los juegos y actividades de grupo. Observando a quienes participan, interactúan o sonríen se aprecia cual de ellos va a cambiar y quien no", explica la psicóloga Chyaporn Pongpaew.
La terapia incluye sesiones de gimnasia y aerobic en las que una monitora instruye a los pacientes sobre los movimientos a realizar a ritmo de música de discoteca.
También, manualidades y talleres de oficios con los que se intenta dar a los toxicómanos una manera de ganarse la vida que les permita reinsertarse en sociedad una vez abandonen el templo.
-EFE
Un centenar de adictos a la metanfetamina, conocida como "yaa baa" o la "droga loca", siguen los cursos de desintoxicación que desde 2005 ofrece el monasterio de Wat Saphan, situado en Klong Toey, el enorme y apelmazado barrio de míseras chabolas en el que malviven decenas de miles familias tailandesas.
El programa de desintoxicación dura dos meses, durante los que los pacientes conviven con la comunidad de monjes y cumplen su estricto régimen disciplinario basado en madrugar, comidas escasas, mucha meditación y oración.
"La recuperación tiene que ser interna. Por eso hace falta meditar, para que sean conscientes del problema que les causa la droga y se desprendan de ellas", explica Sophon Pattananusit, el abad del templo.
"Son Buda y el Dharma lo que les limpia interiormente, quien les avisa sobre lo que están haciendo con sus vidas y el futuro que les espera si no cambian", añade el monje.
Cada año acuden al monasterio unas 300 personas adictas a la metanfetamina, la mayoría de entre 25 y 35 años, aunque también hay menores y gente de hasta 60 años.
Al final del curso, algunos acaban por adaptarse a esa sencilla vida monacal y encuentran una nueva vocación, por lo menos eso creen durante el tiempo que visten los hábitos de color azafranado tras haber sido ordenados monjes.
"Las drogas son un problema de todo el país y lo que queremos es ayudar a solucionarlo. Algunos internos se hacen monjes pero nuestro objetivo no es este sino que vuelvan limpios al lado de su familia", dice Sophon.
El ingreso en este templo es la alternativa que el juez da a los drogadictos en un país donde la posesión de estupefacientes conlleva largas penas de prisión y el traficó de droga es castigado con la cadena perpetua o la muerte mediante inyección letal.
Both, el apodo de un joven de 26 años, está como el resto de sus compañeros a dos días de terminar el curso y cree haberse liberado de su adicción a la "yaa baa" y a la metanfetamina en cristal, variante aun más adictiva.
"Ahora me siento bien, relajado, mucho mejor. Creo que he conseguido dejar las drogas y que puedo volver a la vida normal", asegura el joven.
"Pasar dos meses aquí dentro se hace duro. No me gustaría tener que volver", aunque añade: "me siento mejor porque los monjes, los profesores y la policía han cuidado muy bien de mi".
Aunque las medidas de seguridad son casi imperceptibles, el curso se desarrolla bajo la atenta y permanente vigilancia de un discreto equipo de seis policías vestidos de paisano, cuya principal función consiste en mantener el orden y evitar que se produzcan peleas entre los internos.
"Lo que se hace aquí debe ser un ejemplo para otros sitios" explica Somkiet Seemakupt, el jefe de esa unidad policial
Según el agente la demanda de rehabilitación es alta, con unos 100.000 toxicómanos en espera en toda Tailandia cuya alternativa es la de ingresar en una base militar.
"El Ejército también ofrece ayuda pero la basan en entrenamiento físico y en la disciplina militar. Este método de Wat Saphon es mucho mejor", asegura.
Sin embargo no todos aquellos que acuden al singular monasterio para su rehabilitación, jamás vuelven a consumir drogas.
Según el abad Sophon, entre un 20 y un 30 por ciento cae de nuevo en la adicción, una proporción similar se libera para siempre y el el resto "hace progresos".
Además de meditar y orar, los internos reciben la ayuda de una psicóloga del departamento de Asuntos Sociales, que dirige la terapia de grupo e informa al recién llegado sobre la nocividad de las drogas.
"Que hablen mucho. Esta es la base para cambiar sus ideas y su comportamiento. Y luego que participen en los juegos y actividades de grupo. Observando a quienes participan, interactúan o sonríen se aprecia cual de ellos va a cambiar y quien no", explica la psicóloga Chyaporn Pongpaew.
La terapia incluye sesiones de gimnasia y aerobic en las que una monitora instruye a los pacientes sobre los movimientos a realizar a ritmo de música de discoteca.
También, manualidades y talleres de oficios con los que se intenta dar a los toxicómanos una manera de ganarse la vida que les permita reinsertarse en sociedad una vez abandonen el templo.
-EFE
Comparte esta noticia