El sacerdote que dirigió proyectos de desarrolló de los vecinos de Manchay conversó con Raúl Vargas en 'Fuera de Serie' sobre cómo se enfrentaron a la violencia y la pobreza.
Desde hace 18 años el padre José Chuqillanqui lidera e impulsa proyectos que hacen posible el desarrollo y progreso de Manchay. En 1999 inicio el programa Formación para el Trabajo de Jóvenes en Riesgo que beneficia a chicos y chicas que se forman en las aulas del instituto Trentino Juan Pablo Segundo y en el centro Técnico Productivo José Luis Idigoras. Raúl Vargas conversó con él en un nuevo episodio de Fuera de Serie sobre esta población de la periferia de Lima que hoy es un ejemplo de autogestión.
Es muy interesante ver en primer lugar como se comienza este esfuerzo y que no es solamente un esfuerzo religioso. Vivir una experiencia religiosa es al mismo tiempo vivir una intensidad social, especialmente con los más desheredados.
Totalmente de acuerdo. Incitado por el cardenal Augusto Vargas (Alzamora) de venir a trabajar a su diócesis, fui acogido por él. Manchay empezaba a poblarse por personas que venían huyendo por el terrorismo y la situación de violencia que vivían al interior del país.
En condiciones deplorables
Imagínese usted, venir acá a Manchay en una situación desértica, sin los medios básicos para vivir, sin agua, sin luz, sin desagüe. Ahondado más todavía con el tráfico de tierras que creaba otra situación de violencia. Ellos buscaban paz, que encontraron en medio de esta soledad. Se vinieron con lo poco que tenían, pero trajeron lo mejor: su fe y su esperanza.
¿Cómo llega usted a Manchay?
Yo estaba trabajando en Huancayo, era asistente personal y me encargaba de los programas sociales del monseñor Emilio Vallebuona, entonces arzobispo de Huancayo. Sendero (Luminoso) estaba entrando con fuerza y en uno de esos encuentros, conversando con el monseñor Augusto Vargas, me decía, mira, la situación de la zona no te ayuda a estar en paz, corres mucho riesgo, vente a trabajar conmigo; y conociéndome él porque yo fui al seminario de Jaén en el año 81 (fue su padrino de ordenación sacerdotal) me dijo vente a trabajar conmigo y primero me envió a Pachacamac Pueblo y a los cuatro meses me dijo te necesito para una zona que se llama La Pampa, entre Cieneguilla y Pachacamac, es gente que necesita la presencia de la iglesia, un trabajo más cercano con ellos.
Sobre todo que además han venido huyendo de la violencia, tratando de construir un destino mejor.
Efectivamente. Entonces llegando aquí, dije: cómo mi padrino me va a mandar acá a trabajar. Sin embargo había una promesa que le hice a la virgen: iré a donde tu hijo me lleve. Y cuando estaba en esa discusión interna me brotó esa frase.
¿Cuándo surge en usted la fe religiosa, cuando decide ser sacerdote?
Creo a los 12 años cuando trabajaba en mi parroquia como catequista, fui acólito.
O sea, muy tempranamente.
Sí. Sobre todo la vivencia de mi abuela japonesa que se convierte al catolicismo en el Perú, y que la veía como una mujer de fe pero también de obras, de caridad. Mami Chaco le llamaba la gente. Yo iba con mi abuela a las misas. Después la convivencia con mi familia, mis papás eran de llevarnos a la misa todos los domingos y a los 12 años me integro a la parroquia como acólito y como catequista. El párroco nos acogió muy bien y formamos un grupo de jóvenes que nos dedicábamos a visitar las cárceles a ir al hospital de Jauja y en navidades teníamos nuestros encuentros con los niños de Jauja.
Volvamos a Manchay. Lo que me parece interesante es descubrir que toda esa migración que se nutre de esperanza y que también conoce la desesperación, la necesidad, la angustia de que las cosas no se resuelvan, no solo espera milagros sino que surge la confianza en que unidos podrán trabajar y conseguir cosas.
Cuando me constituyo como párroco de la zona, comenzamos a visitar los sectores que la población y en medio de la división geográfica que habían hecho por manzanas, por zonas, habían dejado espacio para las capillas. Las capillas eran de esteras al igual que las casas de ellos y fui observando que a pesar de su pobreza, lo primero que querían era construir el templo. Entonces brotaba en mí la expresión del señor: “Yo he venido para que tengan vida y vida en abundancia”, esa abundancia de la vida física, la vida del estudio, la vida de los mínimos medios básicos. La gente insistía en su templo y yo les decía no podemos construir el templo material si después se va a llenar con personas enfermas o limitadas.
Había un sentido de progreso y de mejora, pero no me puede negar que los años en que se vivieron todos esos matices de violencia, de radicalismo, de migración, de necesidades, efectivamente había la tendencia a perder la esperanza y la fe. De hecho, era uno de los acicates para el crecimiento de Sendero (Luminoso).
Cierto. En uno de mis encuentros con algunos de ellos, tenían un rollo que repetían.: “La iglesia es el opio del pueblo”. “Mientras que la iglesia se preocupe de llenar los estómagos de esta gente, esta gente no va a pensar en la revolución. A parte cogían ciertas situaciones donde el Estado y el gobierno local estaban ausentes y que para ellos eran justificaciones para fomentar lo suyo. Y aquí en Manchay era increíble ver como ellos habiendo dejado sus ríos, sus campos, sus tierras, todavía se sobreponían a esa lucha.
Han creado una nueva circunstancia, pero usted al mismo tiempo tenía una distinción que hacer en el ejercicio sacerdotal. Es decir, hago un trabajo para que la gente adquiera espiritualidad, siga en su fe cristiana o busco soluciones prácticas para salvar todas esas tremendas deficiencias y vacíos.
Sin descuidar lo propiamente sacerdotal había una necesidad fuerte de compromiso con esta gente. La esperanza se la estaba devolviendo la iglesia, la institución legítimamente constituida acá era la iglesia. Por otra parte, cierta gente que eran pseudo dirigentes, porque se dedicaban al tráfico de tierras, como hasta ahora, eran los primeros opositores a cualquier desarrollo o proyecto de promoción humana integral que queríamos impulsar. Nos proponíamos hacer la posta, ponían obstáculos, nos proponíamos entrar a los colegios para ver como los ayudábamos, ponían obstáculos. Queríamos defender a la mujer violentada, salían las calumnias, las denuncias. Entonces dije, estamos en el camino correcto, tenemos que ser la voz de esta gente. Entonces fue surgiendo el chip de decir somos pobres materialmente, pero ricos al mismo tiempo con nuestras capacidades, con nuestra lucha, con nuestros esfuerzo, con nuestra fe. Con nuestra capacidad de venir a vivir a estos cerros y transformarlos en una ciudad.
Otro factor interesante es cómo se consiguen con qué medios. En medio de la necesidad, una de las cosas más abrumadoras es que nos faltan materiales, equipos, dinero o cooperación de otras instancias.
Cuando ya sé que voy a venir a Manchay, donde hoy está construido el templo le dije a la virgen Mamanchi del Rosario -una expresión muy bonita de mamita en quechua: “Tú sabes que me va a costar esto, no sé por dónde comenzar. Vamos hacer un trato. Te prometo ponerte como la patrona de Manchay para que tú cuides de nosotros. Segundo, te construiremos el templo más bonito y un colegio a tú lado donde los niños se eduquen. Y tercero, te pondré al ingreso del pueblo para que todos los que entren aquí reconozcan que tú eres su madre y que están protegidos por ti.
La vieja práctica de decir favor con favor se paga.
(Risas) Y le dije a cambio te pido tres cosas. Dame una capacidad rápida de acostumbrarme, porque esto me va a costar. El sacerdocio sigue siendo estatus social y si el sacerdote no pisa tierra se vuelve un señorito, un acomodado. Y no voy a negar que yo también estaba en ese ritmo. La gente te respeta mucho, te considera y sin darte cuenta terminas pensando que tú eres el autor de tu sacerdocio y no que es un misterio y una gracia misericordiosa de Cristo.
¿Por dónde comenzó?
La segunda petición que le hice a la virgen fue: pon en nuestra mente y nuestro corazón lo que tu hijo quiere para este pueblo. Tercero: pon a los amigos y también el apoyo económico para hacer esta obra de tu hijo. Entre esas personas que ha puesto la virgen está usted, que fue nuestro vocero en medio del anonimato de este pueblo, de hacernos sentir que existíamos.
Ahí viene el famoso dicho de Arguedas, que recuerda un canto tradicional peruano que dice: somos, insistimos.
Cuando usted me pregunta cómo se gestaron los primeros proyectos, creo que viendo, observando, las necesidades de nuestra gente. No se puede hacer de espalda a la realidad. A lo largo de los años he sacado lecciones, si el proyecto responde a la necesidad de la gente, entonces esos proyectos están marcados para llegar al éxito.
Cuáles fueron los primeros.
La situación de violencia familiar y sexual. Cuando vimos que nuestras mujeres comenzaban a sufrir las consecuencias de la violencia, dijimos hagamos algo para ellas. Por un lado tenían la ausencia del Estado para atenderlas, por otra parte veíamos como esa violencia afectaba en la dignidad a las mujeres. Y creamos el centro de atención para la lucha contra la violencia familiar y sexual. Hicimos un convenio con el Estado, que ponía a los profesionales y la iglesia los ambientes.
Paralelamente se podía hacer proyectos productivos.
Cuando veíamos nosotros que las personas violentadas volvían con aquel que le había causado tal violencia, preguntábamos por qué vuelven. Y la razón era porque no habían terminado los estudios, o un estudio mínimo y básico para defenderse económicamente y que a veces por necesidad volvían y creamos los talleres productivos de nuestras mujeres.
Como se llamaban esos talleres
Warmi Maqui. Warmi de mujer y maqui de mano. Con ellas comenzamos y creamos el centro técnico productivo, José Luis Idigoras. Un centro con reconocimiento oficial para que a lo largo de estudios básicos pudieran comenzar a valerse por sí mismas y a producir cosas con que abastecerse.
De que dimensión estamos hablando.
Creo que a lo largo de estos años habrán pasado por estos talleres más de 5 mil mujeres de la zona o quizá más. Tengo el gusto de que muchos salones de belleza de Manchay son propiamente de mujeres de la zona. Y no es cualquier salón de belleza, han sabido implementar. Porque no solo basta con capacitar también hay que darle el otro ingrediente, la calidad. No se puede confundir pobreza con mediocridad. Está insistiendo el papa Francisco en que hemos nacido para cosas grandes.
Otras de las áreas importantes también es el adulto mayor.
Efectivamente. Estamos aquí en esta casa que la hemos llamado Yachaywasi. Con motivo de los 25 años de su ordenación sacerdotal del cardenal (Juan Luis) Cipriani nos dio un dinero que le habían obsequiado a él para un proyecto donde él quisiera y lo destinó aquí e hicimos con esa ayuda, una casa que fuera reflejo de una casa de la sierra. Porque nuestros abuelos, vinieron a Manchay cuando tenían cincuenta años y la cruda realidad que les tocó vivir acá, juntamente con el paso de los años, los envejeció más. Los hijos de ellos han crecido y se dedican a sus trabajos y los abuelos se quedan solos en sus casas. Y este espacio es una casa de día, donde ellos vienen, acá hay unas religiosas que lo atienden, tienen para estar aquí en el día, desayunan, almuerzan, pueden hacer los talleres que quieren y últimamente gracias a un convenio, el Estado nos ha puesto un grupo de profesionales de salud. Tienen sus médicos, sus terapistas físicos, sus enfermeras. ¿Qué es Yachaywasi? Casa de la sabiduría. El papa Francisco está insistiendo, que hay que darles lugar, espacio y valía a los abuelos y abuelas. En una sociedad donde todo se mide por el resultado material y económico, ellos resultan siendo un estorbo y cuánto nos pueden dar en conocimiento.
La garantía de la continuidad cultural, de identidad.
Además en una sociedad que está muy bien comunicada tecnológicamente, pero donde falta la relación personal, la comunicación vocal sensible del abuelo y la abuela pueden forjar los valores y el corazón de los nietos de hoy, y los hombres de mañana.
Hablemos de la juventud, que es otro problema que se padece vivamente en los pueblos jóvenes. No ven mucho destino, no tienen donde orientarse y optan por lo más fácil. Hay un desafió muy grande
En estos lugares hay que crear espacios, fuentes de trabajo, instituciones que fortalezcan, que respondan a esas necesidades. ¿Por qué en Manchay no se puede tener una guardería igual que en los lugares de alto nivel económico? ¿Por qué en Manchay no se puede tener un colegio como en los distritos más pudientes? Hay que romper esa insensibilidad, no podemos estar de espaldas a la realidad de nuestros pueblos.
Pero convenga usted en que el conjunto de la sociedad limeña también suele preocuparse por este surgir de pueblos jóvenes que se multiplican y que en realidad afean la ciudad, complotan contra la idea de que estamos en la plena modernidad.
¿Queremos que se vuelvan a repetir situaciones de violencia como la que nos acompañó a nuestro Perú, porque vivimos de espaldas a las realidades de este pueblo? Desde este programa (hago) una invitación a los empresarios, a los que manejan la economía del país. No podemos preocuparnos solamente de nuestras ganancias. Hay que también vivir con el espíritu de compartir con los demás. Manchay es netamente infantil y juvenil y si no les damos herramientas, el desencanto, la desilusión va a cundir y no faltara otros que saquen ventaja de esa realidad.
¿No han dicho respecto de su prédica, como lo estamos escuchando ahora, que es usted un poco rojo?
(Risas) Los proyectos en la zona han sido la expresión de la necesidad de nuestra población. La prédica de Cristo siempre creara reacciones a favor y en contra. Y lo que dice es cierto, más de una vez ha habido personas, dirigentes, que han tergiversado nuestro mensaje, diciendo que nos estábamos metiendo en política y no señor. Cristo cuando un día estaban en el descampado uno de sus discípulos le dice: “Maestro despide a esta gente porque no tenemos para darle de comer”. Cristo sabía que tenían unos panes y unos peces y ante ese facilismo, y ante esa indiferencia y esa comodidad de ponerse de espaldas a esa necesidad les dice a sus discípulos: denles de comer. Es decir saquen los panes y dénselo a la gente, y se hizo el gran milagro. Cristo hizo el milagro de la solidaridad, que no es está faltando mucho, el milagro de que tu saques de lo tuyo.
Una de las tareas extraordinarias que ha tenido el ejemplo de Manchay, es que ha multiplicado el ejemplo, se han hecho emprendimientos muy similares. ¿Qué reconocimientos son los más significativos?
El primero es el reconocimiento del nombre de Manchay como una marca de emprendimiento, de desarrollo de un pueblo, que ha superado la pobreza y ese chip que ha hecho tanto daño: “Soy pobre y me tienes que dar todo” y que ha pasado a “desde mi pobreza yo también puedo transformar esta realidad”.
Es un referente
Efectivamente. Para mi ese es el orgullo más grande, que cuando reflexionas de todo lo que se ha avanzado te llena el alma. Este pueblo es el artífice de su cambio con sus mujeres, sus niños y sus hombres.
Y tan referente ha sido, que por eso se han sumado personalidades como Juan Diego Flórez, el propio presidente PPK y anteriores autoridades. Ha logrado una movilización, una sintonía.
Del Manchay de hace 21 años al Manchay de hoy, que ha pasado de una situación de llantos a una muestra de decir que somos capaces de un cambio, ha traído la mirada de muchos. Recuerde lo que dije en esa oración (a la virgen): “manda a las personas con las que vamos hacer el trabajo de tu hijo”. Al ver esa transformación se puede pensar que ha habido mucha gente y no es así. Ha habido un puñado de personas que se han tomado en serio, han abierto su corazón a esta realidad y han contribuido. Las religiosas son un puntal en Manchay. Aquí hay más de 40 religiosas que no hablan de pobreza pero que viven en la pobreza, trabajan con los pobres y están empoderando a los pobres. Mujeres con gran corazón. Pero aparte como usted dice personalidades, destacó a Lucho y Eco Hiraoka, que en silencio van contribuyendo. A Lorenzo Giordanelli, un italiano casado con peruana, que desde los inicios apuntaló está obra. A Pedro Pablo Kuczynski, nuestro actual presidente, que hace 15 años vino con la esposa en búsqueda de un sitio donde hacer un trabajo social. Con ellos hemos alcanzado proyectos como el BID en la lucha contra la violencia sexual y familiar. Con el CAF para fortalecer la educación de la niñez y la juventud. El presidente hace 15 años acogió nuestro pedido y nos hizo la primera carretera que va hasta el valle y con la esposa comenzamos recolectando instrumentos del colegio (Franklin Delano) Roosevelt donde estudiaba su hija y formamos la primera orquestina de Manchay que luego se convirtió en la orquesta sinfónica que fue la que tocó en Palacio (de Gobierno). Juntamente con ello tocábamos puertas para echar a funcionar la música como un medio educativo, formativo, hasta que el Señor sabía a quién poner: Juan Diego Flórez. Él nos hizo la orquesta y gracias a Sinfonía por el Perú, que es el proyecto que él impulsa, se echó a andar en Manchay un núcleo musical que actualmente tiene 350 niños y que está cambiando vidas. Yo he visto a través de la música como el niño se forja, se disciplina y se despierta su dimensión cognitiva.
Y además la sensibilidad que se genera, un gusto por el arte
Y no solo eso, forma a la familia, disciplina a la familia
Y enorgullece a la familia también, los padres van descubriendo que sus hijos desde muy jóvenes también pueden hacer cosas creativas.
Tenemos actualmente en Francia al alumno José Llacta que comenzó en nuestras cunas, continuó en el colegio y estuvo en la orquesta formada por Pedro Pablo (Kuczynski) y Nancy (Lange). Ese chico ganó una beca en una universidad de París y acaba de ganar otra beca para quedarse tres años más y hacer una maestría, gracias a la música.
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