En el primer domingo de Adviento, el Padre Clemente Sobrado hace una hermosa reflexión sobre la esperanza. Y tú, ¿en quién has puesto tu esperanza?
Por Padre Clemente Sobrado, S.P.
Queridos amigos:
Vivimos momentos interesantes. Porque vivimos momentos difíciles.
Son precisamente esos momentos difíciles los que nos ponen a prueba a todos.
Los momentos fáciles, carentes de riesgo, de lucha y de búsqueda, terminan por ser momentos anodinos.
Lo que sí me atrevería a decir es que las dificultades son las que más despiertan nuestras posibilidades.
Lo fácil no requiere demasiado esfuerzo. Y por eso mismo, tampoco requiere que acudamos a las reservas espirituales que todos llevamos dentro de nosotros mismos.
No sabemos lo que podemos hasta que nos enfrentamos con lo difícil.
No sabemos de lo que somos capaces hasta que nos decidimos a algo grande.
No sabemos cuáles son nuestras verdaderas energías en tanto no tengamos un gran reto por delante.
Por eso, siempre he preferido las situaciones difíciles a las fáciles.
Lo fácil nunca nos dará nuestra verdadera medida.
Lo fácil nunca nos dará nuestra verdadera talla humana y espiritual.
Dicen que vivimos en un mundo y una cultura tentada por la “desesperanza”. Y a decir verdad, cuando vemos las estadísticas de los que ya han perdido el sentido de la vida, la esperanza en la vida, se siente que algo nos estremece por dentro. ¿Qué está pasando?, se pregunta uno.
De la Iglesia se ha dicho que “o es capaz de despertar la esperanza” o ya no tiene sentido.
Y del cristiano se ha escrito que “o es testigo de la esperanza”, o “su vida ya no dice nada”.
Frases que, en el fondo suenan bien. Y hasta tienen su reto y desafío. Pero pensamos que es preciso pasar de la invitación a la decisión.
Son malos tiempos para la esperanza.
También lo son para la fe.
También lo son para la dignidad humana.
También lo son para la paz y la armonía entre los hombres.
Por eso mismo, son momentos interesantes. Y como es preciso pasar de las palabras a los hechos, ahí va nuestra sugerencia. Queremos encender un mundo de ilusión y esperanza.
¿Me quieren decir qué otra cosa es al Adviento sino la aventura de Dios que pone sus esperanzas en el hombre? El anuncio del riesgo de Dios que se atreve a hacerse hombre para que el hombre se haga un poco más divino.
Si Dios se arriesga a la esperanza, ¿qué mucho que nosotros nos arriesguemos a esperar?
Por mucho que digamos que “ya nadie cree en las palabras”, personalmente sigo pensando que: una palabra dicha a tiempo y con esperanza:
Puede impedir una tormenta.
Puede levantar el ánimo decaído.
Puede hacer salir de nuevo el sol.
Puede reconstruir toda una vida.
Todos estamos llamados a ser agentes de esperanza.
A llevar una luz de esperanza.
No me negarán que con la llegada del Papa “Panchito” ha comenzado a alumbrar una nueva luz en la Iglesia y en el mundo.
Como que la Iglesia tiene otro rostro.
Como que la Iglesia tiene otra sonrisa.
Como que todos estamos esperando algo nuevo.
Hoy ya todos pareciera que tenemos nuevas ilusiones.
Hoy ya todos nos atrevemos a mirar de otra manera.
Y todo por un hombre que ha entendido el Evangelio con el corazón.
No podemos negar que corren aires nuevos.
No sabemos a dónde va a parar el polen de las flores llevado por el viento o por las abejas y los pájaros. Pero estamos seguros de que en alguna parte está creciendo una nueva flor o un nuevo fruto.
Dejemos que la esperanza vuele, que en alguna parte aterrizará. Si tú te dejas transformar de esperanza, una nueva luz se ha encendido.
La luz que irradiará el Portal de Belén será razón de nuestra esperanza y luz de esperanza para el mundo.
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