"Cada cosa tiene una primavera y la Primavera del Corán es el Ramadán": estas palabras, atribuidas al profeta Mahoma, demuestran la importancia de este mes para los fieles.
El mes de ramadán que comienza este jueves en casi todo el mundo musulmán no es solo un periodo de privaciones y prohibiciones, es en primer lugar un tiempo en que el creyente de esa religión debe acercarse a Dios y emprender en su interior la búsqueda del "hombre nuevo".
"Cada cosa tiene una primavera y la Primavera del Corán es el Ramadán": estas palabras, atribuidas al profeta Mahoma, demuestran la importancia de este mes para los fieles, llamados a emprender un viaje hacia la pureza espiritual.
El Ramadán es considerado sagrado porque fue cuando el Corán fue revelado a Mahoma. Es además el mes en el que los demonios están encadenados, se cierran las puertas del infierno y se abren las del Paraíso y, por ello, es el mejor momento para acercarse a Dios, para que se perdonen los anteriores pecados y para dar las bendiciones.
Por la excepcionalidad de este noveno mes del calendario lunar musulmán, los fieles tienen que abstenerse de comer, beber, mantener relaciones sexuales desde el alba y hasta la puesta del sol, y ven sus horarios de comida, sueño y trabajo radicalmente modificados en este período.
Aunque siempre se insiste en todo lo que el Ramadán supone de privación, tiene ante todo un sentido de purificación: el creyente también debe abstenerse de mentir, tener una mala conducta o insultar al prójimo, pues eso invalidaría su ayuno.
El profeta Mahoma fue muy claro: "hay gente que no consigue nada de su ayuno, excepto el hambre y la sed".
El musulmán tiene que desplegar un esfuerzo diario para disciplinar sus deseos y su cuerpo, purificar su alma, cuestionar su comportamiento y alentar los sentimientos "positivos" de caridad y fraternidad.
Las discordias con los vecinos o los socios deben suspenderse durante este periodo.
Es el momento también de estrechar los lazos familiares, sobre todo durante el momento del "iftar" (ruptura del ayuno) donde la familia se reúne alrededor de la mesa, con frecuencia en compañía de familiares, vecinos o amigos.
Los fieles practicantes multiplican la lectura del Corán, intentan aplicar el espíritu de este libro sagrado en su vida cotidiana, acuden más a las mezquitas, realizan oraciones suplementarias (tarawih, oración especial nocturna de Ramadán) y repiten plegarias especiales durante la noche con la confianza de que sus deseos serán cumplidos.
En este mes los canales en los países arabo-musulmanes proyectan programas especiales con predicadores que recuerdan a los fieles las virtudes del Ramadán, las pautas para ser espirituales y la necesidad acercarse a los demás y de ser tolerantes.
Aprovechan también la ocasión para recordar el gran simbolismo de este mes en el que las grandes hazañas del islam y las batallas que permitieron su expansión tuvieron lugar en este mes.
El Ramadán lleva asociada la idea de "limpieza" del cuerpo y el alma, y son muchos quienes en este mes formulan sus mejores propósitos para cambiar sus vidas: los que no rezaban antes lo deciden a partir de Ramadán, otros aprovechan para dejar de fumar, ponerse a hacer ejercicio o reconciliarse con familiares o amigos.
Canales de radio y de televisión se afanan para animar a los fieles a cambiar de conducta o adoptar dietas y regímenes de vida más sanos.
Así es este mes, un mes de renovación vital y espiritual para el creyente. Tan arraigado está el sentido sagrado del mes que siempre se menciona junto a palabras como "bendito" o "misericordioso". Y con frecuencia se añade: "Es la salvación del infierno".
EFE
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