El director franco-polaco ofrece con "Weekend of a Champion" un acceso privilegiado al mundo de la Fórmula 1 y a los cuatro días que precedieron, en 1971, a la victoria de Jackie Stewart en el Gran Premio de Mónaco.
El director franco-polaco Roman Polanski ofrece con "Weekend of a Champion", que se presentó hoy en Cannes, un acceso privilegiado al mundo de la Fórmula 1 y a los cuatro días que precedieron, en 1971, a la victoria de Jackie Stewart en el Gran Premio de Mónaco.
La cinta fue rodada ese año y aparte de su presentación en la Berlinale de un año nunca se había visto en los cines, y no lo hubiera sido ahora de no haberse descubierto, por casualidad, sus negativos en un laboratorio británico.
Un documental que ha vuelto a ser montado y que acompaña al triple campeón del mundo y a Polanski, amigo suyo de juventud, por el circuito del Principado, el hotel en el que se alojaron y su círculo más íntimo, regalando una complicidad que al mismo tiempo permite acercarse a los secretos de ese mundillo.
"Era una época en la que los pilotos eran ginecólogos amateur, y el médico (del circuito) un ginecólogo profesional", bromea en un momento de la cinta el piloto, aludiendo con ello a cómo ha cambiado la situación del sector desde entonces.
La cámara le persigue en su camino hacia su décimo cuarta victoria y hacia su entonces segundo título mundial, y recoge desde el nerviosismo previo a la carrera hasta sus reflexiones sobre lo que le motiva a seguir corriendo.
Más de cuarenta años después de que fuera grabado, la pareja protagonista se reúne en el mismo hotel de entonces para recordar ese fin de semana, echar la vista atrás sobre su amistad y sus respectivas carreras, y añadir al proyecto una escena final.
"No tenía ni idea de que iba a alcanzar tanto éxito y ni de que una vez alcanzado, iba a mantenerlo", reconoce en ese repaso el piloto, que confiesa cómo su dislexia le hacía llegar a fingir cantar el himno nacional o estar constantemente bajo la presión de tener que aparentar la inteligencia que se le presuponía.
Juntos reviven unos años en los que prácticamente no había carrera sin accidente grave, en los que Stewart perdió a cinco de sus mejores amigos en los circuitos, y en los que la protección del público y de la prensa que cubría esas competiciones era casi tan inexistente como la que protegía a los corredores.
"En los sesenta y los setenta el sexo era seguro y conducir uno de esos coches mucho más peligroso", concluye el británico.
Fuente: EFE
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