A lo largo de sus años de prófugo, su notoriedad le permitió obtener dinero de los medios de comunicación vendiendo "exclusivas" sobre su supuesta rendición.
Con sus audaces peripecias, Ronnie Biggs, conocido como "el ladrón del siglo" y excarcelado hoy por motivos de salud, se ha labrado un lugar destacado en la historia del mundo del hampa del Reino Unido, donde pasó de ser un delincuente cualquiera a personaje de leyenda.
Todo empezó el 8 de agosto de 1963 -el día de su 34 cumpleaños-, cuando él y otras 15 personas asaltaron a la altura de Ledburn (sur inglés) el tren postal de Glasgow a Londres, llevándose un botín de 2,6 millones de libras (unos 3 millones de euros al cambio actual) en billetes de banco usados, un récord para la época.
La banda fue detenida y encarcelada, pero Biggs no duró mucho en la cárcel de Wandsworth, ya que, quince meses después de su ingreso para cumplir una condena de 30 años logró fugarse con una escalera de cuerda hecha a mano, para ser recogido por una furgoneta de mudanzas que le estaba esperando.
Fueron su vida y aventuras como fugitivo, sus flirteos con la justicia y también con la prensa, lo que le confirieron su estatus legendario aunque, al parecer, tuvo un papel secundario en el conocido robo del tren de correos.
Pese a la publicidad que siempre le ha rodeado, no todo el mundo le ve como un delincuente de película: los sindicatos ferroviarios han criticado que se le idealice "como un "Robin Hood" cuando él y sus colegas hirieron gravemente al conductor del ferrocarril, Jack Mills, quien murió siete años después del atraco.
"Jack fue atacado con el mango de un hacha y, esposado con su segundo, David Whitby, empujado al compartimento del motor por estos rufianes", explicó el líder de Aslef, Keith Norman, quien añadió que Mills "nunca se recuperó totalmente" del suceso.
Tras fugarse de la prisión londinense, se trasladó a París con su mujer, Charmian, y sus dos hijos, Farley y Chris, y, después de hacerse la cirugía estética, todos se mudaron a Australia con pasaporte falso.
Pero cuando Scotland Yard se puso sobre su pista huyeron a Brasil, donde no existía tratado de extradición con el Reino Unido.
En 1974, el detective Jack Slipper, que dedicó su carrera a buscarle, consiguió detenerle en Río de Janeiro, pero Biggs volvió a eludir la justicia: evitó la extradición porque acababa de ser padre de un niño, Michael, con una brasileña, Raimunda Rothen (también Raimunda de Castro), al tiempo que se estaba divorciando de su esposa británica.
Nacido en Londres en 1929, Ronald Biggs escapó de nuevo de las fuerzas del orden en 1977, tras ser detenido en una fiesta en una fragata inglesa atracada en Río, y cuatro años más tarde volvió a usar las leyes de extradición para salvarse tras haber sido secuestrado por un grupo de ex soldados británicos que le trasladaron a Barbados.
En 1997, el Gobierno británico fracasó en otro intento de extraditarlo de Brasil.
A lo largo de sus años de prófugo, su notoriedad le permitió obtener dinero de los medios de comunicación vendiendo "exclusivas" sobre su supuesta rendición.
Al final, fue el periódico "The Sun" el que, tras llegar a un acuerdo económico, le devolvió en avión al Reino Unido en mayo del 2001, después de que Biggs, ya enfermo, decidiera "entregarse" para morir en suelo patrio, aunque algunos sospecharon que lo hacía para beneficiarse del sistema de salud público británico.
A su regreso fue inmediatamente detenido y trasladado a la cárcel de alta seguridad londinense de Belmarsh, donde en el 2002 se casó con Raimunda.
En el 2007, cuando su salud se había deteriorado notablemente, fue trasladado al centro penitenciario de Norwich (este inglés) para poder ser tratado en cautividad.
En los últimos años sufrió varias embolias que le dejaron el rostro paralizado, lo que le impedía hablar o comer solo, y, recientemente, había contraído neumonía y se había fracturado la cadera.
Ronnie Biggs fue hoy oficialmente puesto en libertad, un día después de que el Gobierno británico le concediese la excarcelación por compasión dada su precaria salud.
El pasado 1 de julio, el ministro británico de Justicia, Jack Straw, había denegado la libertad al antiguo atracador porque "no se arrepiente de su delito", si bien cambió de parecer este jueves por "motivos médicos".
No obstante, parece poco probable que Ronnie Biggs, con todos sus achaques, vea cumplido su último deseo, confesado a un periódico: "Entrar en un pub de (la localidad costera de) Margate como un inglés y pedir una pinta"de cerveza.
EFE
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