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Rusia y EEUU estudian imponer cuotas a la caza de osos polares

Foto: Wikipedia
Foto: Wikipedia

Expertos consideran que esta imposición contribuiría a su conservación, algo que no comparten las organizaciones de defensa de los animales.

Rusia y Estados Unidos estudian imponer cuotas a la caza de osos polares en sus territorios, a lo que se oponen los ecologistas, que demandan la inmediata ilegalización de esa práctica en todo el mundo.

"El establecimiento de cuotas sería un paso atrás en la protección del oso polar, cuyo hábitat ya está seriamente amenazado por el deshielo", aseguró a Efe María Vorontsova, directora general de Fondo Internacional para el Bienestar de los Animales (IFAW) en Rusia.

La primera sesión de la comisión ruso-estadounidense creada en 2007 para la protección del oso blanco se celebró estos días en Moscú con la participación de expertos y funcionarios de ambos países.

El objetivo era debatir la posibilidad de legalizar esa práctica y establecer cuotas equitativas para la caza de esa especie en peligro de extinción que no sabe de fronteras y cruza "ilegalmente" la frontera natural ruso-estadounidense, el estrecho de Béring, helado gran parte del año.

Los territorios situados a ambos lados, la región de Chukotka y la península de Alaska, acogen entre dos mil y tres mil ejemplares de oso polar, mamífero que puede rondar la tonelada de peso (1.000 kilos).

Los expertos consideran que la imposición de límites a la captura de osos polares por parte de los aborígenes contribuiría a su conservación, algo que no comparten las organizaciones de defensa de los animales.

Rusia, junto a Noruega, es el único país del mundo que prohíbe la caza del oso polar, aunque esto no ha impedido que unos 150 osos mueran anualmente a manos de los cazadores furtivos.

"Los chukchi no están interesados en la caza del oso polar. La URSS la prohibió en 1956. Es decir, estamos hablando de tres generaciones en los que esa práctica ya no figura en las costumbres locales", apunta Vorontsova.

La activista advierte de que los furtivos son en realidad militares y pilotos de otras regiones, por lo que el levantamiento de la prohibición dispararía la presencia de cazadores en Chukotka, región con una superficie mayor que la de Francia y en la que los aborígenes viven mayormente del pastoreo de renos.

Con todo, las autoridades rusas barajan su legalización, aduciendo que esto conllevaría un descenso de los precios de las pieles de oso en el mercado negro.

En Alaska la caza es legal, pero ya no es rentable, por lo que únicamente se registran unas pocas decenas de osos polares muertos cada año, cazados por los aborígenes como alimento o por aficionados a la caza como actividad deportiva.

Un factor determinante son los subsidios estatales, ya que el gobierno ofrece unas condiciones ventajosas a los que residen en Alaska, en particular, a los aborígenes, que no necesitan recurrir a la caza para redondear sus ingresos.

Pese a todo, representantes rusos del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) emitieron recientemente un comunicado en el que pedían a los indígenas de Alaska que dejaran de cazar osos blancos.

A la hora de pedir la ilegalización de esta práctica, se apoyan en que el propio gobierno estadounidense incluyó en 2008 al oso blanco en la lista de especies en peligro de extinción.

El comunicado fue rechazado inmediatamente por la sucursal norteamericana de esa organización, que defiende la caza de subsistencia, al considerarla sostenible, y mantiene que la principal amenaza para la existencia del oso es el cambio climático.

Según la legislación norteamericana, la caza del oso polar no está controlada, aunque los aborígenes deben informar a las autoridades sobre sus capturas, que ascienden a medio centenar, según las estadísticas oficiales.

A su vez, Vorontsova cifra en unos mil ejemplares el volumen anual del comercio osos polares en el mundo, en su mayoría procedentes de Canadá, país que alberga más de la mitad de la población mundial (20.000-25.000) y donde los inuit pueden vender sus derechos a cazadores extranjeros.

En cuanto al calentamiento global, Vorontsova reconoce que los osos polares se adaptan peor que otras especies al cambio, ya que la falta de hielo reduce el número de presas y les obliga a gastar mucha energía al nadar más de lo necesario entre los témpanos.

Expertos del Servicio Geológico de EEUU han pronosticado que, debido al calentamiento, dos terceras partes de los osos polares habrán desaparecido para 2050.

A causa de la descongelación del Ártico -desde 2005 la superficie ártica se redujo en 150.000 kilómetros cuadrados-, en torno al 42 por ciento del hábitat de los osos polares desaparecerá en las próximas cuatro décadas.

Según ese estudio geológico, los osos polares únicamente sobrevivirán en Canadá y Groenlandia, mientras en Rusia y EEUU se extinguirán sin remedio. EFE

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