Tienden a mostrar un continuo acuerdo con las opiniones de otros, a causa de su enorme miedo a perderles.
Si conoces a alguien con una gran necesidad de que se ocupen de él, que sufre un gran temor a la separación y que necesita de la protección constante de otras personas para asegurarse su bienestar, probablemente estés ante un caso del denominado trastorno de la personalidad dependiente.
El comienzo de toda relación existe una etapa de euforia y exaltación, conocida como la etapa de enamoramiento. En los dependientes la siguiente fase será de sumisión abnegada hacia el otro, donde se pondrá en juego también la idealización. Más adelante, la relación comenzará a deteriorarse y en la mayoría de los casos el desenlace será la ruptura, generando una especie de síndrome de abstinencia en el dependiente, quien no tardara en ir en busca de un potencial nuevo compañero.
Los dependientes emocionales no pueden experimentar verdadera felicidad, el otro actúa como un calmante, una droga si se quiere, pero el efecto de calma se va rápido, ahogado por los celos, la desesperación y el miedo de perder a quien se ama además de la extenuante búsqueda de aprobación.
Frecuentemente ellos consultan cuando una relación ha culminado, pueden mostrar síntomas depresivos y ansiedad por lo perdido, incluso hasta pueden llegar a negar que la ruptura ocurrió, incapaces de tomar contacto con esa dolorosa realidad que ahora los desborda. Por supuesto que la ansiedad disminuye cuando encuentran a alguien que funcione de reemplazo del objeto amado con anterioridad, después de todo lo importante es no estar solos y tener que afrontarse a su desprecio hacia sí mismos.
La principal causa: una excesiva sobreprotección que les dificulta afrontar las circunstancias por sí mismos. A raíz de ello, su nivel de autoestima termina por caer en picado, sintiéndose completamente desamparados ante las exigencias de la realidad.
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