El desarme nuclear, tal como lo concibe EEUU tiene tres puntos: reducir la dependencia de los ejércitos a las armas nucleares, prevenir su proliferación y librar al planeta de esta amenaza.
La visión de Barack Obama de un mundo sin armas nucleares le valió un premio Nobel de la Paz al presidente estadounidense y a la vez suscita polémicas, en una muestra de que es aún muy difícil pensar
en el fin de la era nuclear.
Cuando reveló su ambición en Praga en 2009, Obama dijo que no cree que se haga realidad mientras él esté con vida.
El viceprimer ministro ruso Serguei Ivanov se hizo eco de Obama este invierno boreal. Nuestra generación no vivirá el fin de la bomba, dijo a especialistas reunidos en Munich. Pero agregó que si no actuamos hacia ese sentido, nuestros nietos tampoco lo vivirán.
El desarme nuclear, tal como lo concibe Estados Unidos, que es la primera potencia atómica, tiene tres puntos: reducir la dependencia estratégica de los ejércitos a las armas nucleares, prevenir su proliferación y finalmente librar al planeta de esta amenaza.
Su éxito se basa en un proceso extremadamente progresivo, según resumió el experto George Perkovich, de la fundación Carnegie: "Las mejoras en las relaciones de defensa entre los estados facilitarán el control de las armas y las medidas de desarme. Estos progresos generarán a su vez mejoras en las relaciones de defensa, y así sucesivamente".
Es un proyecto a muy largo plazo, lleno de etapas que son más bien peligrosas trampas que gustosamente hacen notar sus detractores.
No es de extrañar que sus promotores se esfuercen ahora en movilizar sus energías.
Tanto más cuanto que, según dijo el viernes la secretaria de Estado estadounidense, Hillary Clinton: "No vivimos ya bajo el constante temor de una guerra mundial nuclear".
Pero si los Estados vuelven a discutir el tema del desarme nuclear, 42 años después del Tratado de No Proliferación y dos décadas tras el fin de la Guerra Fría, es porque la amenaza se ha acentuado.
Nuevos países, según ellos aducen mirando de reojo a Corea del Norte y a Irán, amenazan relanzar la carrera por las armas nucleares.
También hay grupos terroristas que intentan conseguir el arma nuclear, para fomentar los atentados más destructivos posibles.
El argumento de que se ha elevado el riesgo ha sido blandido por quienes no quieren un desarme nuclear y critican los pasos de Obama en ese sentido: el nuevo acuerdo START que disminuye la cantidad de ojivas nucleares rusas y estadounidenses, y la revisión de la doctrina nuclear norteamericana que limita los casos de ataques nucleares.
Si las grandes potencias nucleares bajan la guardia, se preguntan los detractores, ¿qué pasará con el poder disuasorio de la bomba? "Es como un patio de recreo", dijo esta semana Sarah Palin, ex candidata a
la vicepresidencia y musa de los conservadores estadounidenses: "Los niños van a pelear y uno de ellos va a decir: "Dale, rómpeme la cara que no voy a responder"".
Rob Leonard, experto de la fundación Ploughshares, reconoce el valor disuasivo de la bomba, pero lo juzga menos importante que el peligro que implica tener un arma que está cada vez en manos de más actores.
Durante la Guerra Fría, recuerda Leonard, el mundo estuvo varias veces al borde del colapso por culpa de errores y malentendidos.
"Uno puede imaginar que estos errores pueden ocurrir en todos los países que poseen armas nucleares, y eso es preocupante", dice a AFP.
"Es mejor no volver a jugar a la Guerra Fría, porque no sabemos cómo va a terminar esta vez".
AFP
en el fin de la era nuclear.
Cuando reveló su ambición en Praga en 2009, Obama dijo que no cree que se haga realidad mientras él esté con vida.
El viceprimer ministro ruso Serguei Ivanov se hizo eco de Obama este invierno boreal. Nuestra generación no vivirá el fin de la bomba, dijo a especialistas reunidos en Munich. Pero agregó que si no actuamos hacia ese sentido, nuestros nietos tampoco lo vivirán.
El desarme nuclear, tal como lo concibe Estados Unidos, que es la primera potencia atómica, tiene tres puntos: reducir la dependencia estratégica de los ejércitos a las armas nucleares, prevenir su proliferación y finalmente librar al planeta de esta amenaza.
Su éxito se basa en un proceso extremadamente progresivo, según resumió el experto George Perkovich, de la fundación Carnegie: "Las mejoras en las relaciones de defensa entre los estados facilitarán el control de las armas y las medidas de desarme. Estos progresos generarán a su vez mejoras en las relaciones de defensa, y así sucesivamente".
Es un proyecto a muy largo plazo, lleno de etapas que son más bien peligrosas trampas que gustosamente hacen notar sus detractores.
No es de extrañar que sus promotores se esfuercen ahora en movilizar sus energías.
Tanto más cuanto que, según dijo el viernes la secretaria de Estado estadounidense, Hillary Clinton: "No vivimos ya bajo el constante temor de una guerra mundial nuclear".
Pero si los Estados vuelven a discutir el tema del desarme nuclear, 42 años después del Tratado de No Proliferación y dos décadas tras el fin de la Guerra Fría, es porque la amenaza se ha acentuado.
Nuevos países, según ellos aducen mirando de reojo a Corea del Norte y a Irán, amenazan relanzar la carrera por las armas nucleares.
También hay grupos terroristas que intentan conseguir el arma nuclear, para fomentar los atentados más destructivos posibles.
El argumento de que se ha elevado el riesgo ha sido blandido por quienes no quieren un desarme nuclear y critican los pasos de Obama en ese sentido: el nuevo acuerdo START que disminuye la cantidad de ojivas nucleares rusas y estadounidenses, y la revisión de la doctrina nuclear norteamericana que limita los casos de ataques nucleares.
Si las grandes potencias nucleares bajan la guardia, se preguntan los detractores, ¿qué pasará con el poder disuasorio de la bomba? "Es como un patio de recreo", dijo esta semana Sarah Palin, ex candidata a
la vicepresidencia y musa de los conservadores estadounidenses: "Los niños van a pelear y uno de ellos va a decir: "Dale, rómpeme la cara que no voy a responder"".
Rob Leonard, experto de la fundación Ploughshares, reconoce el valor disuasivo de la bomba, pero lo juzga menos importante que el peligro que implica tener un arma que está cada vez en manos de más actores.
Durante la Guerra Fría, recuerda Leonard, el mundo estuvo varias veces al borde del colapso por culpa de errores y malentendidos.
"Uno puede imaginar que estos errores pueden ocurrir en todos los países que poseen armas nucleares, y eso es preocupante", dice a AFP.
"Es mejor no volver a jugar a la Guerra Fría, porque no sabemos cómo va a terminar esta vez".
AFP
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