Ver a sus integrantes interpretar música barroca, convertidos en improvisados bailarines a pocos metros, es una experiencia casi surrealista.
La Akademie für Alte Musik, de Berlín, fundada en 1982 en la antigua capital de la Alemania Oriental y hoy una de las más prestigiosas orquestas de cámara del mundo, ha llevado la música de Vivaldi a una modernísima fábrica de Volkswagen.
Ver a sus integrantes interpretar música barroca, convertidos además en improvisados bailarines a pocos metros de la cadena de montaje donde se fabrica el último modelo de esa popular marca alemana, el Phaeton, es una experiencia casi surrealista.
Pero la Gläserne Fabrik - la fábrica de cristal- un modernísimo edificio con la última tecnología para la producción automatizada de automoviles- es uno de los escenarios del festival de música de Dresde, que dirige el violonchelista Jan Vogler.
El conjunto berlinés ha presentado en el festival un programa integrado por dos piezas barrocas de dos compositores casi contemporáneos: "Les Éléments", la más conocida de las "sinfonías de danza" del francés Jean-Féry Rebel (1666-1747) y "Las cuatro estaciones", del veneciano Antonio Vivaldi (1678-1741).
Ambas han sido coreografiadas por el vasco Juan Kruz Díaz Esnaola, de la compañía de la coreógrafa alemana Sasha Waltz, que las baila también aunque en ocasiones, como ha ocurrido ahora en Dresde, le sustituya otro bailarín y coreógrafo español vinculado también a Sasha Waltz: el cordobés Antonio Ruz.
En la pieza de Rebel, Ruz realiza un impresionante baile en solitario sobre el escenario jugando con los distintos elementos - agua, tierra, fuego y aire- arrastrándose como un gusano por el suelo hasta vomitar una piedra, untándose el rostro con arena, pasándose velas encendidas de un brazo a otro o chapoteando en un charco de agua al ritmo de una música de extraordinaria belleza.
Al final, el bailarín yace en el suelo, despojado de casi toda su ropa y en posición fetal, mientras los músicos depositan algunos de sus instrumentos sobre su cuerpo.
En Las Cuatro Estaciones es por el contrario la propia orquesta la coreografiada: los músicos, todos ellos auténticos virtuosos, forman corros, se suben a escaleras, se ponen pañuelos o manzanas en la cabeza, se cubren el rostro, giran como peonzas o se besan unos a otros para alejarse luego lentamente unidos por cintas rojas que salen de sus bocas, todo ello sin dejar un momento de tocar.
El único bailarín, convertido en esta ocasión en una especie de auxiliar de los músicos, aúpa sobre sus hombros a la violinista solista, la extraordinaria Midori Seiler, la sube y baja al suelo, la zarandea como si fuera un muñeco o le coloca flechas por la espalda, mientras ella, impertérrita, sigue tocando su instrumento.
Según explica a EFE Antonio Ruz después de la función, Juan Kruz Díaz se inspiró para esa coreografía en los sonetos, muy descriptivos y ricos en imágenes, que escribió el propio Vivaldi.
"El músico habla en sus deliciosos sonetos de los pájaros, del agua, del despertar del día, de la caza", señala el bailarín.
Gracias a la imaginativa coreografía, una música como Las Cuatro Estaciones, que, de tanto oírse por todas partes y a todas horas, puede resultar hasta odiosa, cobra de pronto una singular frescura y ligereza.
Según adelantó a EFE Ruz está preparando también con la coreógrafa alemana Sasha Walt y Juan Kruz una nueva obra titulada "Jagden und Formen", con música del compositor contemporáneo Wolfgang Rihm, que interpretará el Ensemble Modern, de Frankfurt, y que se estrenará en Salzburgo (Austria).
En Madrid acaba de estrenar "No Drama", una coreografía propia para tres bailarines, que viajará al próximo festival de invierno de Rio de Janeiro.
Preguntado si puede vivir de una sola fuente de ingresos como es su compañía, Ruz, que ha formado parte de los cuerpos de danza de la ópera de Ginebra y la de Lyon (Francia), dice que no y explica que por eso colabora con otras compañías como la de Sasha Waltz, en Berlín, o en España con la llamada "Dos por medio", especializada en baile flamenco, además de dar talleres y clases. EFE
Ver a sus integrantes interpretar música barroca, convertidos además en improvisados bailarines a pocos metros de la cadena de montaje donde se fabrica el último modelo de esa popular marca alemana, el Phaeton, es una experiencia casi surrealista.
Pero la Gläserne Fabrik - la fábrica de cristal- un modernísimo edificio con la última tecnología para la producción automatizada de automoviles- es uno de los escenarios del festival de música de Dresde, que dirige el violonchelista Jan Vogler.
El conjunto berlinés ha presentado en el festival un programa integrado por dos piezas barrocas de dos compositores casi contemporáneos: "Les Éléments", la más conocida de las "sinfonías de danza" del francés Jean-Féry Rebel (1666-1747) y "Las cuatro estaciones", del veneciano Antonio Vivaldi (1678-1741).
Ambas han sido coreografiadas por el vasco Juan Kruz Díaz Esnaola, de la compañía de la coreógrafa alemana Sasha Waltz, que las baila también aunque en ocasiones, como ha ocurrido ahora en Dresde, le sustituya otro bailarín y coreógrafo español vinculado también a Sasha Waltz: el cordobés Antonio Ruz.
En la pieza de Rebel, Ruz realiza un impresionante baile en solitario sobre el escenario jugando con los distintos elementos - agua, tierra, fuego y aire- arrastrándose como un gusano por el suelo hasta vomitar una piedra, untándose el rostro con arena, pasándose velas encendidas de un brazo a otro o chapoteando en un charco de agua al ritmo de una música de extraordinaria belleza.
Al final, el bailarín yace en el suelo, despojado de casi toda su ropa y en posición fetal, mientras los músicos depositan algunos de sus instrumentos sobre su cuerpo.
En Las Cuatro Estaciones es por el contrario la propia orquesta la coreografiada: los músicos, todos ellos auténticos virtuosos, forman corros, se suben a escaleras, se ponen pañuelos o manzanas en la cabeza, se cubren el rostro, giran como peonzas o se besan unos a otros para alejarse luego lentamente unidos por cintas rojas que salen de sus bocas, todo ello sin dejar un momento de tocar.
El único bailarín, convertido en esta ocasión en una especie de auxiliar de los músicos, aúpa sobre sus hombros a la violinista solista, la extraordinaria Midori Seiler, la sube y baja al suelo, la zarandea como si fuera un muñeco o le coloca flechas por la espalda, mientras ella, impertérrita, sigue tocando su instrumento.
Según explica a EFE Antonio Ruz después de la función, Juan Kruz Díaz se inspiró para esa coreografía en los sonetos, muy descriptivos y ricos en imágenes, que escribió el propio Vivaldi.
"El músico habla en sus deliciosos sonetos de los pájaros, del agua, del despertar del día, de la caza", señala el bailarín.
Gracias a la imaginativa coreografía, una música como Las Cuatro Estaciones, que, de tanto oírse por todas partes y a todas horas, puede resultar hasta odiosa, cobra de pronto una singular frescura y ligereza.
Según adelantó a EFE Ruz está preparando también con la coreógrafa alemana Sasha Walt y Juan Kruz una nueva obra titulada "Jagden und Formen", con música del compositor contemporáneo Wolfgang Rihm, que interpretará el Ensemble Modern, de Frankfurt, y que se estrenará en Salzburgo (Austria).
En Madrid acaba de estrenar "No Drama", una coreografía propia para tres bailarines, que viajará al próximo festival de invierno de Rio de Janeiro.
Preguntado si puede vivir de una sola fuente de ingresos como es su compañía, Ruz, que ha formado parte de los cuerpos de danza de la ópera de Ginebra y la de Lyon (Francia), dice que no y explica que por eso colabora con otras compañías como la de Sasha Waltz, en Berlín, o en España con la llamada "Dos por medio", especializada en baile flamenco, además de dar talleres y clases. EFE
Comparte esta noticia