No se necesita ser vidente, ni mucho menos chamán para lograrlo, sino, ser arqueólogo y tener mucha pasión hacia esta profesión
Se imagina ver más allá de los objetos y aprender a que éstos le hablen a través del tiempo? – No se necesita ser vidente, ni mucho menos chamán para lograrlo, sino, ser arqueólogo y tener mucha pasión hacia esta profesión.
Y es que, el arqueólogo descubridor de la Tumba del Señor de Sipán, Walter Alva, nos cuenta que conociendo nuestras raíces podemos reorganizar nuestra razón, entender nuestro pasado, saber cómo vivían las civilizaciones antiguas, lograr formar una nación.
Por tal motivo, dio todo lo que estuvo a su alcance para emprender el museo que lleva por nombre al protagonista de sus estudios. El fenómeno de Sipán produjo interés en los peruanos hacia su pasado. El mudo empezó a pedir información sobre Perú, lo que generó expectativa y, a la vez, una marcada vocación en los jóvenes.
Para él, la arqueología es sinónimo de logro y unificación, pues te enseña la manera articulada en que trabajaban nuestros antepasados. Así por ejemplo, los moches era una cultura que desarrolló sus tierras. Trabajaron el sistema de irrigación del desierto, el agua baja hasta los andes, donde habían otras culturas, por eso iniciaron relaciones de intercambio y reciprocidad con las comunidades vecinas.
Esta pasión por el pasado la ha heredado su hijo, Ignacio Alva, quien en un principio quiso escapar de ésta al trasladarse a la pintura, pero siempre regresaba a la arqueología. En su destino estaba el hacerse cargo del Ventarrón, un templo bajo 5 metros lambayecanos que está en pleno estudio, en donde está colaborando la población, con fin de incluirlo dentro de este bagaje cultural.
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